Domingo, 22 de diciembre de 2024

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En mi camino

por Canta y camina

(Inspirado en la canción "Dios te salve, María" de Guillermo Gallardo Pérez, versión del Grupo Betsaida)

Esta es mi segunda canción mariana preferida, o tal vez esté empatada con la primera, “María mírame”, del mismo grupo.

Me gusta tanto porque me permite ver la vida cotidiana de la Virgen y su misión sobrenatural con tanta sencillez y belleza musical que me conmueve cada vez que la escucho. Veo a una mujer como las demás de su entorno, con la que podría cruzarme por la calle, que hace las mismas cosas que yo, que tiene las inquietudes propias de todas las esposas y madres.

Esta canción me traslada a su día a día y puedo verla coger al Niño Jesús de su cuna, abrir las ventanas para ventilar la casa, barrer el suelo, acarrear agua desde el pozo, amasar el pan, charlar con las vecinas mientras lavan la ropa todas juntas, recogerse en oración, servir la mesa, irse a dormir cansada del trabajo del día…

Dice la letra que fue “llamada entre todas a ser la madre de Dios”, que es “madre de la Humanidad” y que “hace tan nuestro al Señor”.  En esto sí que es distinta a las demás pero cuando, según dice la canción, miro al cielo pensando que la encontraré entre las nubes rodeada de luz, me la encuentro “en mi camino, en la misma vereda que yo (…) el cuerpo cansado, un niño en los brazos (…)”.  Y más tarde “llorando de pena a los pies de la cruz” y me dan unas ganas locas de correr a su lado y abrazarla fuerte-fuerte.

Pero lo más bonito de esta canción es algo que no se ve: el rostro de María, sus ojos limpios y profundos que brillan de orgullo cuando mira a Jesús y desbordan de amor al mirar a José; sus manos, acostumbradas al trabajo y tal vez agrietadas por el agua del lavadero o enrojecidas por el fuego del horno, pero tan suaves cuando acarician a su hijo; su sonrisa, pues estoy segura de que pocas veces está seria ya que es la llena de gracia y cuando uno está lleno de Dios le sale la alegría a la cara en forma de sonrisa.

Y junto a la orquesta y las voces oigo también su risa clara y transparente, su voz dulce que le canta nanas al Hijo de Dios y que le pregunta a su esposo cómo le ha ido el día. A mí me suena como una campana, suave y penetrante hasta el fondo del alma.

Con esta canción casi puedo ver el rostro de mi Madre del Cielo.

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