Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Sacerdotes jabatos y sacerdotes mediopensionistas

Sacerdotes jabatos y sacerdotes mediopensionistas

Sacerdotes jabatos y sacerdotes mediopensionistas
sacerdote todoterreno

por Canta y camina

 SACERDOTES JABATOS Y SACERDOTES MEDIOPENSIONISTAS

Una conocida del barrio me contó, entre escandalizada y atónita, que su madre estaba muy enferma y no podía salir de casa. Era una mujer muy religiosa y sufría por no poder ir a misa ni siquiera los domingos, así que la hija le pidió a su párroco que fuese a llevarle la comunión algún día entre semana además del domingo.  Cuando el sacerdote le contestó que estaba muy ocupado y no podía ella se quedó sin saber qué decir.

Es una verdadera pena, y más que eso,  que haya sacerdotes así, mediopensionistas, que están demasiado ocupados para atender el alma de sus feligreses enfermos, que descuidan los detalles básicos de puntualidad, de delicadeza con Jesús en el sagrario -les falta fe o les falta amor, no me digas-, que pasan poco tiempo en el confesionario como si fueran “servicios mínimos”: desde el Acto de contrición hasta antes del Padrenuestro, que no se recogen en acción de gracias al terminar la misa…

Sacerdotes así no encienden el alma de nadie por mucho que lo desee ese alguien, no atraen, no inspiran confianza sino más bien cierta prevención. Si ellos no viven su amor a Dios, a quien han entregado su vida y se supone que es el centro de todas sus actividades, ¿cómo lo va a vivir un feligrés normalito? ¿Es responsabilidad sólo de ellos ese enfriamiento o es que rezamos poco por ellos, nos mortificamos poco por ellos? Rezar por ellos, mortificarse por ellos, ¿alejarse de ellos? Hombre, a lo mejor suena un poco bruto pero si hace daño a la propia alma… mejor preguntar.

Dándole vueltas al asunto de la atención pastoral de su madre, esta conocida se acordó de un sacerdote que había conocido en un bautizo y le había causado buena impresión, así que le llamó y le contó la situación. Este sacerdote atendía una parroquia en la otra punta de la ciudad y además algún colegio, pero le dijo que al día siguiente se pasaría a ver a su madre.

Estuvo hablando con la mujer enferma, la confesó, le dio la comunión… y siguió yendo tres veces por semana, o enviaba a otro sacerdote si él no podía ir, hasta que la mujer murió varios meses después, confortada, en gracia de Dios, atendida también en lo espiritual. Este era un sacerdote jabato, que atiende a todo el que lo necesita aunque no sea de su parroquia y no “le toque” por zona.

Fui a conocer la parroquia de este sacerdote y me gustó tanto que repetí. Está abierta de 7:30 a 10:00 y de 17:30 a 21:00, vayas a la hora que vayas puedes entrar a rezar y siempre hay al menos un sacerdote disponible para confesar o para hablar.  Durante las misas de diario y de domingo hay sacerdotes confesando y siempre tienen cola. Cuidan mucho todo lo referente al Señor, desde los ornamentos hasta las flores pasando por la limpieza y el orden, no sólo del templo sino de los salones, los despachos, la cocina y los aseos.

La mayoría de los feligreses que van allí saben comportarse con respeto, silencio y recogimiento. ¿Y eso por qué? Pues porque lo han aprendido de los sacerdotes, que primero lo hacen y luego se lo enseñan a los demás.

Las homilías generalmente se entienden y se pueden sacar enseñanzas para mejorar la propia vida cristiana, no son meras palabras vacías de contenido para llenar los minutos.

No he visto un solo sacerdote de esa parroquia que después de decir misa no se recoja en oración un rato. Y eso va calando en las personas que lo ven día tras día. ¡Lástima que esté lejos de mi casa!

La Iglesia es de Dios pero está formada por seres humanos imperfectos. Todos tenemos debilidades y malas tendencias. Pero como dice San Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 10, versículo 13: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea proporcionada. Fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, mas con la tentación os dará fuerza para superarla”. Y la flojera que se nos mete sin darnos cuenta para vivir la fe es una tentación del demonio.

Un cristiano de domingo puede ser buena persona y ya está, no llama la atención para bien ni para mal y tampoco suscita en los demás deseos de imitarle. A eso lo llamo ser cristiano “mediopensionista”, ir a medio gas. ¿Cuántas veces nosotros somos así, cristianos de “servicios mínimos”, de cumplir y salir pitando de la iglesia para tomar el aperitivo?

Un cristiano comprometido no se conforma sólo con el  cumplimiento obligatorio de los Mandamientos de la Ley de Dios y los de la Santa Madre Iglesia sino que busca parecerse lo más que pueda a Cristo, y eso le lleva a frecuentar los sacramentos, a orar habitualmente, a buscar un director espiritual que le oriente, a leer y meditar la Biblia, a tener una actitud de servicio a los demás y a otras cosas que se notan casi sin que nos demos cuenta y que nos hacer querer acercarnos a esa persona y parecernos a ella. Eso es un cristiano “jabato”, que tiene la luz de Cristo.

Todos los miembros de la Iglesia, no sólo los sacerdotes, tenemos los medios necesarios para ser buenos cristianos, ejemplares, santos; depende de cada individuo conformarse con cubrir servicios mínimos o buscar la perfección, la santidad.

La Comunión de los santos es real, está incluida en el Credo. Es como el ejemplo de los vasos comunicantes que nos ponían en Física a los que somos generación E.G.B.: son recipientes comunicados entre sí, generalmente por su base. No importa cuál sea la forma y el tamaño de los recipientes; en todos ellos, el líquido alcanza la misma altura.

Así la comunión de los santos es la unión espiritual de todos los cristianos, vivos y muertos, que compartimos un solo cuerpo místico con Cristo como cabeza, en el cual cada miembro contribuye al bien de todos y comparte los bienes con todos, nos podemos ayudar unos a otros con nuestro buen hacer.

Pero no se puede negar que a los sacerdotes se los ve más, y entre ser sacerdotes jabatos o mediopensionistas hay mucha diferencia, pues si un sacerdote es un poco flojo su actitud puede  escandalizar, llevarse la paz del alma de los fieles,  hacerles sentir desconfianza y desamparo.

Para recibir el orden sacerdotal hay que estar confirmado y cuando cualquier cristiano acepta confirmarse le explican en la catequesis que ese sacramento  “nos da la fortaleza de Dios para ser firmes en la fe y en el amor a Dios y al prójimo, haciéndonos soldados y apóstoles de Cristo.

Nos da también audacia para cumplir el derecho y el deber, que tenemos por el bautismo, de ser apóstoles de Jesús, para difundir la fe y el Evangelio, personalmente o asociados, mediante la palabra y el buen ejemplo”. (Aciprensa, Inicio » Recursos » Catecismo Básico» La Confirmación)

Por eso un sacerdote tiene más responsabilidad que un laico a la hora de ser buen cristiano, pues en él buscamos respuestas a nuestras preguntas, luz cuando nos sentimos a oscuras, un pastor que nos guíe en nuestro camino personal al Cielo; llevan escrito en la cara que optaron por Cristo y por eso nos fijamos mucho más en ellos.

Cuando veo algo en un sacerdote que me choca o me lastima, ¿me limito a criticar, murmurar  y hacer sangre, o  rezo por todos ellos para que sean fieles a su vocación y se formen bien para luego poder formarnos a nosotros? ¿Me esfuerzo cada día por ser mejor cristiana, mejor persona, y dejar de ver la mota en el ojo ajeno mientras que nunca veo la viga en el mío?¿Rezo para que estén atentos a sus funciones sacerdotales, esas que sólo ellos pueden realizar, y no se distraigan con labores que pueden hacer otras personas? ¿Rezo por ellos para que sean luz, camino, guía y ejemplo a seguir? ¿Qué hago yo cada día por los sacerdotes, a los que debo tanto?

Ellos son los que nos distribuyen el alimento del alma. Si se vuelven flojos y flaquean, ¿cuidarán bien de nuestras almas? Es necesario que su propia salud espiritual y sus prioridades estén en perfecta forma. ¿Podemos los fieles corrientes hacer algo para velar por ellos y, en consecuencia, por nosotros mismos? ¿Tenemos obligación de hacerlo, es también responsabilidad nuestra? ¿O cada cristiano es el único responsable de su propia fidelidad a Cristo, de su propia santidad?

No sé la respuesta pero es una cuestión que me preocupa porque todos somos hijos del mismo Padre y formamos parte del mismo cuerpo místico que es la Iglesia. Y por la Comunión de los Santos todos participamos de la flojera o de la fortaleza de los demás.

 

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