Sábado, 23 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Domingo II del T.O (C) y pincelada martirial

por Victor in vínculis

Escribe José Luis Martín Descalzo en su obra Vida y misterio de Jesús de Nazaret que la vida pública de Jesús comienza con una fiesta, porque el anuncio de la Buena Nueva sólo puede empezar a través del signo de alegría que el mismo Señor quiere mostrarnos. Jesús viene a traer el vino mejor. 

Ya su llegada al mundo se vio rodeada de un estallar de maravillas. Isabel, la vieja estéril, da a luz; Zacarías, el funcionario incrédulo de Dios, se vuelve profeta; la Virgen es Madre virginal; los pastores, torpes y analfabetos, hablan con los ángeles; los magos abandonan sus tierras y su seguridad y se lanzan a buscar a un chiquillo; Simeón y Ana dejan de temer a la muerte y ven colmados sus inverosímiles sueños. 

Jesús llega a un mundo triste y aburrido y entra en él por la ya casi olvidada puerta de la alegría. Porque Caná no fue una celebración mística, sino una gran fiesta humana. Difícilmente se encontrará en el Evangelio una página que haya sido más desfigurada por el arte1.

Aquí mismo, en Talavera de la Reina, en la Basílica de Nuestra Señora del Prado(sobre estas líneas), una de las cerámicas más hermosas lo presenta así: un gran comedor en un palacio, adornado todo él con las mejores galas arquitectónicas, con una mesa cubierta de manteles, en una atmósfera señorial. Nada tiene que ver con la realidad. Cualquier estudio nos habla de esas casas pequeñas en donde el patio era el único lugar para poder tener alguna celebración, a expensas de las inclemencias del tiempo. Allí se encuentra el apuro de estos jóvenes esposos. La vergüenza de no haber preparado bien su boda se extendería por todo el pueblo. Faltaba el vino, que era tanto como no haberse preparado para tan solemne acontecimiento.

Pero quiero fijarme sobre todo, en este día, en el papel de María Santísima. Porque este es el primer reencuentro de la Madre. ¡Cuántas veces no entendemos esta expresión!

-Mujer, déjame; todavía no ha llegado mi hora.

Mucho más claro en las traducciones donde se recoge:

-A Ti y a Mí ¿qué?

No hay un desprecio. Juan, el teólogo, nos está hablando de la hora de Jesús. No ha llegado mi hora significa que el Señor quiere empezar su obra. María no volverá a aparecer en el Evangelio de Juan hasta el momento del Calvario. 

Pero digo que es este el primer reencuentro de la Madre y el Hijo. Así lo hemos escuchado al principio. La Madre de Jesús estaba allí. Estaría ayudando, como tantos otros familiares y amigos, en las tareas de preparación de esta boda. Y Jesús, que hacía poco tiempo había abandonado el hogar para comenzar su obra, se encuentra con su Madre Santísima. 

Así lo señala con acierto Willam: 

Con frecuencia se pasa por alto la soledad en que María había vivido antes de ir a Caná. Hacía varias semanas que la había dejado sola su querido Hijo después de haber vivido juntos treinta años. Cada vez que veía las herramientas del taller sentía como una punzada en el alma. El silencio no era ya interrumpido por el agradable ruido del trabajo, que le sonaba antes como una conversación con su Hijo.

Las mujeres que pasaran por la puerta asomarían la cabeza y le preguntarían cuándo volvería su Hijo, porque no podían interpretar la acción del Hijo como un abandono a su Madre, poco digno pues siempre la había ayudado como buen Hijo.

De cuando en cuando, algún hombre entra para algún trabajo. Y se entabla un diálogo doloroso: - ¿No está Jesús? - No. - ¿Cuándo volverá? - No lo sé. - ¿A dónde ha ido? ¿Qué hace en tierra extraña?2. 

María había comenzado a gustar una de las más anchas soledades que ha conocido un ser humano: desde Caná hasta el Calvario. Seguramente estuvo en otras escenas, imaginadas por la piedad con la certeza de que Ella seguiría a Jesús, estaría en su camino, escucharía sus palabras, oiría hablar de sus milagros... 

Pero lo que más ahondaba la soledad de María era el saber que aquella marcha del Hijo sólo podía terminar con la muerte. Estaba la profecía de Simeón: -Y a Ti una espada te traspasará el alma. Era la sombra de la espada que llevaba treinta años creciendo. 

Caná, el lugar de donde saldrá el apóstol Bartolomé, era un pueblecito pequeño, una región apartada en Galilea. Ahí Jesús hace este primer milagro, que nos habla de la preocupación y del amor de Cristo por las cosas de los hombres. Jesús empieza a ser, ya desde el primer momento, un profeta muy extraño. Así murmuran los fariseos: -Este come con pecadores. Ahora no con pecadores, pero sí con gente vulgar en una pequeña aldea, participando en las cosas cotidianas, en la alegría de aquellos jóvenes. Alguien se pregunta: ¿es que acaso Jesús no está haciendo descender la religión a las cosas más nimias? Y, sin embargo, qué serenidad para el corazón cristiano, qué fortaleza para hacernos entender cuál es la lección que Él quiere transmitirnos: el amor, la caridad, la preocupación por los otros. 

Alguien ha querido comparar estas seis tinajas de las que nos habla Jesús en su evangelio con seis virtudes que se tienen que buscar para la vida matrimonial, para el encuentro esponsalicio entre el hombre y la mujer, para la fidelidad que lleva a la auténtica felicidad. 

Ninguno de nosotros -ha escrito un autor- somos imprescindibles. Pero todos somos necesarios. Nos necesitan los más desfavorecidos. Pero también nosotros nos necesitamos los unos a los otros para poder atenderles, para poder sostenernos en una labor que a veces es incomprendida, que casi siempre es ardua y difícil, pero que está siempre marcada por el compromiso de la verdadera entrega, de la auténtica fidelidad.

Y sólo así es como se funciona en la vida matrimonial: saliendo de los baches, de las dificultades, pasando por encima de los errores, sentándose a dialogar de la forma más amorosa, porque el otro me preocupa, porque el otro me interesa, porque delante de Dios con el otro -el esposo con la esposa, la esposa con el esposo- se ha hecho un pacto de amor a lo divino, porque es Dios quien ha presidido ese sacramento. 

Y esto no sólo vale para la vida matrimonial. Vale para todos en nuestro encuentro con Cristo. La estrella que hemos visto que seguían los magos hace unas semanas es la estrella de la evangelización que nosotros hemos de seguir para llevar a los hombres a Cristo. Podíamos volver a repetir esas palabras que tantas veces escuchamos de San Agustín: Tarde te conocí, Señor, tarde te conocí. Nos hiciste para Ti e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti. 

Es necesario acercarse a María, encontrarnos permanentemente con Ella, volver a escuchar cómo nos repite: Haced lo que Él os diga. Acercarse al Señor supone tener el oído limpio para escuchar su Palabra, que penetra, como dice Pablo, como una espada que corta por la mitad y entra hasta lo más íntimo; para que, con el corazón abierto, el Señor empape con su Palabra, con este vino nuevo de la Sangre que derramará en el Calvario. 

Caná, mucho más allá de una simple fiesta, de un simple milagro, es el preanuncio de todo lo que comienza. El Señor nos repite: Yo estaré con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos. 

Su mirada, su Palabra y el vino nuevo -su Cuerpo y su Sangre- son para nosotros la fortaleza para proseguir nuestra vida cristiana. Es tarea nuestra: comprometernos a vivir no sólo cumpliendo sino intimando con la Palabra y con el Cuerpo del Señor, que nos transforma y nos hace verdaderos cristianos. Que así lo alcancemos de su Madre la Virgen Santísima. 

PINCELADA MARTIRIAL

Recordaba ayer, con mucho acierto, Santiago Mata en su blog el testimonio del beato Javier Morell Cabiscol, claretiano beatificado en Barcelona el 21 de octubre de 2017. Mata le recuerda por haber nacido un 20 de enero, de 1910. Entre las notas que sobresalen en su corta vida fue que, el 19 de abril de 1936, fue ordenado sacerdote en Barbastro por el obispo mártir Florentino Asensio. Detenido desde el 21 de julio en la cárcel de Lérida, al mes de su detención fue fusilado en el cementerio municipal.

La biografía de la beatificación aporta las dos cartas que escribió desde prisión, una para comunicar a un religioso el martirio de su hermano y otra a sus padres.

En este año que se van a cumplir los 100 años de la consagración a España al Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles (1919·30 mayo·2019). La recogemos íntegra:

http://martires.centroeu.com/ofrezco-mi-vida-para-el-reinado-en-espana-del-sagrado-corazon/

Muy apreciados y recordadísimos padres:

Dios los guarde. Desde la cárcel quizás unos momentos solamente antes de entregar mi alma a Dios, quiero dirigirles a VV. para decirles que muero contento y gustoso, y que ofrezco mi vida y todas mis ilusiones misioneras para el completo y total reinado en España del Sagrado Corazón de Jesús y del Purísimo Corazón de María. No se apesadumbren por mi destino, que es gloriosísimo, pues es dar la sangre por Jesucristo. Alégrense de ello: pues podrán contar con un hijo mártir, pues sólo por ser Religioso estoy encarcelado, y por ser Religiosos acaban de caer tres compañeros míos. No piensen VV. que tenga miedo: ahora más que nunca doy gracias a Dios por haberme hecho Religioso y Sacerdote. Religioso-Sacerdote, mártir de Jesucristo… ¿Quieren gloria mayor?

Ahora más que nunca amadísimos padres, pensaré siempre en VV., desde el cielo tendrán un poderoso abogado delante del Señor. Les escribo en medio del pánico. Perdonen que no puedo más. En el cielo les aguardo a todos sin faltar uno. Escriban pronto a mis Superiores de cualquier casa de VV. conocida y donde sepan que residen aún, a fin de que hagan por mi pobre alma los sufragios de Regla, a fin de que Dios se compadezca de mis pecados y me dé el eterno descanso. ¡¡Ánimo!! Que sea todo para mayor gloria de Dios y bien de nuestra patria. Adiós… hasta el cielo. Afectísimo hijo vuestro en Jesús y María, Javier, C.M.F.

¡¡Viva Cristo Rey!!

1 MARTÍN DESCALZO, J.L. Vida y misterio de Jesús de Nazaret I, página 273 (Salamanca, 1997).

2 Ibidem.

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