El poder de la oración
por Canta y camina
Jesús a menudo se retiraba él solo a orar, y daba gracias al Padre y le pedía cosas. Y nos enseñó a rezar: “Vosotros orad así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal” (Mt 6, 9-13)
Se puede rezar de muchas formas, no hay una única manera. Existen las oraciones vocales, esas que rezamos todos de la misma forma: el padrenuestro, el avemaría, el gloria, el credo, el yo confieso, el rosario, etc.
También la oración mental, que es hablar mentalmente con Dios en la intimidad de nuestro corazón. Acerca de este tipo de oración a poco que investiguemos encontraremos montones de citas de santos.
Santa Teresa de Jesús escribió que “no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama.” (Vida, 8,2)
San Josemaría Escrivá dice en Camino, 90: “Me has escrito: "orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?" ¿De qué? De El, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: "¡tratarse!”
San Juan Pablo II dice que la oración “Comúnmente se considera una conversación. En una conversación hay siempre un “yo” y un “tú”. En este caso un Tú con la T mayúscula.” Y también dice que “si cantar es rezar dos veces, bailar es rezar tres veces”, así que si alguna vez no sabes cómo rezar… ya sabes, una canción puede expresar lo que tú no puedes en ese momento, y si te sientes tan feliz que no encuentras palabras, ¡baila!
A mí me encanta la oración mental porque puedo dirigirme a Dios con total libertad, sin tener que guardar protocolos ni chimbambas. Le abro mi corazón y empieza a salir todo lo que llevo dentro: peticiones, alabanzas, acciones de gracias, cosas tiernas que le digo porque le quiero, palabrotas si estoy muy enfadada, una canción que me apetece cantarle, lo que sea porque por suerte nadie más que Él puedo oír la oración mental.
Tengo la suerte de pertenecer a una comunidad de Emaús y en esta comunidad rezamos mucho unas por otras, por las necesidades, las preocupaciones, los asuntos más variopintos y también damos gracias por las cosas buenas. Nos apoyamos en la oración de las demás y principalmente nos apoyamos en Cristo, al que adoramos en la Eucaristía. De Él sacamos la fuerza para sobrellevar las dificultades de la vida, el gozo del Espíritu que llena nuestro corazón aunque nuestra vida sea a veces para echarse a llorar, el amor que hace que nos arda el corazón como a los discípulos de Emaús.
En las últimas semanas me he apoyado mucho en la oración de otras personas a las que he pedido que recen por un asunto muy importante, y todo el mundo está dale que te pego, igual que yo con las personas que me han pedido a mí que rece por alguna cosa.
Es una gozada pertenecer a la Iglesia porque tenemos una red inmensa de contactos a los que acudir para que recen por nosotros cuando lo necesitamos. Y encima tenemos la certeza de que Dios escucha nuestra oración porque Jesús dijo “pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre. (Lc 11, 9)
No hay que cansarse de rezar, de pedir; aunque a veces nos parezca que Dios no nos escucha o que no nos da lo le pedimos sí que nos escucha, lo que pasa a veces es que nos hace esperar, como nosotros a veces hacemos esperar a nuestros hijos. Quiere que aprendamos a ser perseverantes, a tener paciencia, a confiar en Él.
En ocasiones nos cuesta confiar pero Él ya lo sabe y no nos lo tiene en cuenta y además si le pedimos que aumente nuestra confianza y fortalezca nuestra fe lo hace, lo tengo más que comprobado.
Y no siempre nos hace esperar, hay veces que es alucinante lo rápido que responde. Hace poco yo necesitaba resolver un asunto urgentemente, con un margen de 3 días, y a pesar de tener todo en contra… ¡Dios me atendió a la primera! Claro que también ayuda tener buenos intercesores.
La oración mueve montañas, es un arma muy poderosa que nos ha regalado el mismo Dios que es el creador del universo y nuestro padre amoroso.
¡Pues hala, a rezar!