Abortó en su juventud turbulenta, ahora va camino de los altares
Personaje excepcional y muy discutido por su radicalidad de vida e ideas, Dorothy Day camina hacia los altares en una Causa de Canonización que interesó mucho al difunto arzobispo de Nueva York, Cardenal John O’Connor, el cual afirmó que “la beatificación de Dorothy Day podría recordar a muchas mujeres de hoy lo grande que es la misericordia de Dios, incluso cuando somos capaces de cometer un acto criminal y abominable como el aborto de un hijo. Ella supo bien lo que es estar al margen de la fe y lo que es después descubrir el camino correcto y vivir en plena coherencia con la exigencia de la fe católica”
Hilarie Belloc en un momento dado escribió: "Los hombres y mujeres conversos son, quizás, el actor principal del creciente vigor de la Iglesia Católica en nuestro tiempo". Y sobre este punto vemos la conversión de Dorothy Day (1897 - 1980), la cual fue una mujer divorciada que abortó por miedo a ser abandonada por su amante, quien permitió a la sociedad de aquél entonces contagiarse del Evangelio y los valores de la Iglesia, y así ser ejemplo de santidad en medio de lo cotidiano.
Dorothy vino al mundo en 1897 en Bath Beach, Brooklyn. Su padre era periodista de Tennessee, escribía novelas y aventuras sobre deportes, amenizaba sus artículos con citas de Shakespeare y de la Biblia. La Familia vivía en condiciones muy pobres, la madre de Dorothy la enviaba a comprar plátanos pasados porque costaban solo diez centavos la docena. La infancia de Dorothy se desarrollará con normalidad en el seno de una familia protestante.
Asistió, más no se graduó, a la Universidad de Illinois. En el año 1916 la familia Day se mudó a Chicago, donde ella, que hasta entonces no había tenido la menor noticia de la situación política en vísperas de la primera guerra mundial, comenzó a interesarse por la realidad social. Devoró las descripciones de miseria de Jack London, así como varias teorías anarquistas. Se involucró en asuntos candentes como: los derechos de la mujer, el amor libre y el control de la natalidad. Al mismo tiempo ingresaba al Partido Socialista de América. Después de 2 años, se instala en el barrio judío Eastside y se hace periodista, colaborando en el diario socialista Call (La voz). Escribía sobre manifestaciones de protesta, intervenciones brutales de la policía, mítines de huelga y actividades pacifistas. En Washington se manifestó junto a un grupo de feministas, que habían convocado una huelga. La policía detuvo a treinta manifestantes entre ellos Dorothy.
Tuvo una serie de amantes, se quedó embarazada de uno de ellos y tuvo un aborto ilegal para que no la abandonase. Como consecuencia de ello se casó; pero el matrimonio sólo duró un año. En 1926, Dorothy se encuentra embarazada de nuevo. Esta vez se decide a tener el bebé. "Y entonces la pequeña Tamar Theresa nació, y con su nacimiento la primavera llegó a nuestras vidas. Mi alegría era tan grande que me senté en la cama del hospital y escribí un artículo para el New Masses sobre mi hija con la intención de compartir mi alegría con el mundo”. El padre de la niña era un ateo comprometido, pero Day había decidido bautizarla como católica y hacerse católica ella misma. En los años anteriores se había ido enamorado de la Iglesia Católica, a la que veía como la Iglesia de los emigrantes y de los pobres. Pero era imposible hacer aquello y seguir teniendo un amante a la vez. Así que, con gran dolor de corazón, se separó de él un día y se bautizó en la Iglesia católica al día siguiente. "Una conversión es una experiencia de soledad. Nosotros no sabemos qué está pasando en las profundidades del corazón y el alma de otra persona. Apenas nos conocemos a nosotros mismos”.
"Una mujer no se siente completa sin un hombre", comentó, y en 1933 un nuevo hombre aparecía en su vida: Peter Maurin. Peter era un ex-campesino francés que había sido hermano de las escuelas cristianas, había emigrado de Francia hacia Canadá en 1908 y después había llegado a los Estados Unidos. Durante sus años de vagar de un lado para otro, Maurin había adquirido una actitud franciscana, abrazando la pobreza como una vocación. Su vida sencilla y célibe le había permitido mucho estudio y oración de los que obtuvo de la visión de un orden social inspirado en los valores básicos del Evangelio "en el que sería más fácil para los hombres ser buenos". Maestro por vocación, encontró a los oyentes ávidos, entre ellos George Shuster, editor de la revista Commonweal, para la que Dorothy había escrito crónicas sobre la situación desesperada de los obreros durante la Depresión que siguió a 1929. Shuster dio a Maurin la dirección de Day.
Durante los años siguientes Peter sería la musa y la inspiración de Dorothy, y ella siempre lo llamó el "co-fundador" del Catholic Worker. Bajo su influencia ella decidió publicar un periódico que difundiera sus convicciones izquierdistas pero desde una nueva perspectiva religiosa. "Empezamos la publicación del The Catholic Worker (El Trabajador Católico) en mayo de 1933 con una primera tirada de 2,500 ejemplares... a finales de año teníamos una circulación de 100,000 y para 1936 eran ya 150,000 ejemplares... No sólo fue porque algunas parroquias se subscribieron al periódico por todo el país en bultos de 500 o más, sino porque algunos jóvenes comprometidos sacaban el periódico a la calle y lo vendían, y cuando no podían venderlo ni siquiera por un centavo el ejemplar lo regalaban gratuitamente y lo dejaban en el tranvía, en el autobús, en la barbería o en la clínica del dentista. Recibimos cartas de todo el país de personas que nos decían que se habían cogido en periódico en los trenes, en pensiones... Un seminarista nos contó que había mandado sus zapatos para que les pusieran medias suelas en Roma y se los devolvieron envueltos en una copia del The Catholic Worker.”
Durante el primer medio año The Catholic Worker era sólo un periódico, pero cuando llegó el invierno las personas sin casa ni hogar empezaron a llamar a la puerta. Los artículos de Maurin en el periódico pedían la renovación de la antigua práctica cristiana de la hospitalidad hacia quienes carecían de techo. Maurin se oponía a la idea de que los cristianos se cuidaran sólo de sus amigos y dejaran las preocupaciones por los extraños en manos de agencias caritativas impersonales. Cada casa debía tener su "habitación de Cristo" y cada parroquia una casa de hospitalidad lista para recibir a los "embajadores de Dios". Así que, además del periódico, Dorothy Day abrió una "Casa de Hospitalidad" en los barrios bajos de Nueva York. “Hay varias familias con nosotros, familias tan pobres que viven en una miseria de magnitud increíble, y no se puede hacer nada más que amar. Lo que quiero decir es que no hay ninguna posibilidad de rehabilitación, ninguna oportunidad, por lo menos tal como lo vemos nosotros, de cambiarlas, ciertamente ninguna oportunidad de adaptarlas a este mundo abominable que les rodea--- y , de todas formas, ¿quién quiere adaptarlas?” "Lo que nos gustaría hacer es cambiar el mundo-- hacer un poco más simple que la gente se alimente, se vista, y tenga un techo como Dios quiso para ellos. Y hasta cierto punto, luchando por mejorar las condiciones de vida, clamando incesantemente por los derechos de los obreros, de los pobres, de los destituidos-- los derechos de los pobres dignos e indignos-- podemos cambiar el mundo hasta cierto punto. Podemos trabajar para el oasis, la pequeña célula de alegría y paz en un mundo avasallado.”
Muchos se sorprendían de que, en contraste con la mayoría de los centros caritativos, nadie se preocupaba en El Trabajador Católico por reformarlos. Un crucifijo en la pared era la única evidencia inequívoca de la fe de aquellos que les daban la bienvenida. El personal recibía sólo comida, una cama y dinero de bolsillo de vez en cuando. En poco tiempo The Catholic Worker se volvió un movimiento nacional. Para 1936 había ya 33 casa de hospitalidad por todo el país debido a la Gran Depresión, que había dejado a millones de personas en la miseria.
La actitud del Catholic Worker hacia quienes eran acogidos no siempre fue apreciada. Éstos no eran los "pobres merecedores de ayuda", sino borrachines y basura de la calle. Un asistente social que les visitaba preguntó a Day cuánto tiempo permitían a los "clientes" quedarse. "Nosotros -le contestó Dorothy Day con una mirada feroz en sus ojos- les permitimos quedarse para siempre". " Ellos viven con nosotros, mueren con nosotros, y les damos un entierro cristiano. Oramos por ellos después muertos. Una vez ellos se alojan con nosotros vienes a formar parte de nuestra familia. O, mejor dicho, eran desde siempre miembros de la familia. Ellos son nuestros hermanos y hermanas en Cristo".
Dorothy Day usó The Catholic Worker para sondear el difícil terreno del pacifismo neutral que iba a adoptar en todas las guerras de su vida. Tras el ataque de Pearl Harbor por parte de Japón y la declaración de guerra subsiguiente Dorothy anunció que el periódico mantendría su posición pacifista. "Nosotros publicaremos las eternas palabras de Cristo," Day escribió. "Nuestro manifiesto es el Sermón en la Montaña". La Oposición a la guerra, agregó, no tenía nada que ver con la simpatía por los enemigos de América." Nosotros amamos nuestro país.... Nosotros hemos sido el único país en el mundo dónde los hombres y mujeres de todas las naciones se han refugiado de la opresión". Pero los medios de acción que el movimiento The Catholic Worker apoyaba eran las obras de misericordia en lugar de la guerra.
Esta actitud del periódico y del movimiento se mantuvo después, en los años de la guerra fría. Dorothy estuvo varias veces en la cárcel con otros compañeros por oponerse a los ensayos de la protección civil en caso de bombardeo nuclear. En 1960 Day fue aclamada como la "gran dama del pacifismo" y católicos radicales como Thomas Merton y los hermanos Berrigan, así como jóvenes que se habían negado a ir a Vietnam, encontraron en ella a todo un símbolo de resistencia y compromiso. Aún hoy en día, el movimiento está comprometido con numerosas causas de no-violencia, así como un compromiso fuerte con una vida sencilla que respeta profundamente el medio ambiente.
Por los demás, su postura fue siempre al encuentro de la más estricta fidelidad al Evangelio, la Tradición cristiana y el Magisterio de la Iglesia. Ante ello algunos jóvenes -- hasta su muerte fue un imán para las nuevas generaciones-- se desconcertaban a menudo por lo que parecía ser una postura reaccionaria frente a nuevos problemas morales. Ella se arrepintió de haber participado en la revolución sexual de los años 20 y se opuso a la revolución sexual de los 60. “Toda esta muchedumbre llega hasta el extremo en el sexo y las drogas.... También es una rebelión total contra la autoridad, natural y sobrenatural, incluso contra el cuerpo, sus necesidades y sus funciones naturales de procreación y cuidado de los hijos”.
Mujer muy piadosa, alimentaba su apostolado con la comunión diaria y la oración, que practicaba con gran asiduidad. Era también muy devota de la Virgen Santísima. Los que la trataron la recuerdan como mujer de gran dulzura, bondad inigualable y, a pesar de estar acostumbrada a la lucha, de una humildad ejemplar. Dorothy Day murió en 1980. Tras una vida de pobreza voluntaria no dejó dinero ni para su entierro, que fue pagado por la archidiócesis de Nueva York. Su periódico sigue siendo editado por voluntarios y se vende al mismo precio que cuando fue lanzado: 1 centavo de dólar. Su movimiento sigue minoritario pero muy vivo en los lugares más pobres de Estados Unidos.