Jueves, 21 de noviembre de 2024

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Sorprende que un minuto de silencio y un funeral con lágrimas sea tan criticado

Sí, estamos de luto

por Piedras vivas

Sí, estamos de luto

Hace unos días, Pablo Casado ha conseguido que el Congreso guarde un minuto de silencio por los fallecidos a causa del Covid. Son más de veintitrés mil, con nombre, apellidos y familiares destrozados. En mayor medida cuando no han podido acompañarlos en los últimos momentos ni participar en el sepelio, aunque muchos esperan poder celebrar un funeral cristiano «cuando el tiempo lo permita». También ha sido noticia el funeral en la catedral de Madrid presidido por el Cardenal Osoro con la presencia de las autoridades locales. Algo semejante hacen otros obispos cuando no se lo impiden unos cuerpos de seguridad tan celosos como desconocedores de la Constitución.

No ocultar a los muertos

Sorprende que ese minuto de silencio haya sido noticia -aunque poco difundida-, y que la iniciativa no partiera del Gobierno, así como que no haya decretado todavía luto nacional por esas personas, y menos corresponder pronto con las víctimas en «actos cívicos de justicia con ellos», como ha escrito José F. Serrano.

¿Cuántos más tienen que morir para que las banderas ondeen a media asta en todos los edificios oficiales a nivel nacional y local? ¿Sería mucho pedir que las autoridades piensen sin sectarismos en dedicar parques, plazas, y calles a las víctimas del coronavirus? Porque se equivoca mucho una sociedad cuando trata de ocultar los muertos.

Televisión Española y otros medios ocultan los muertos, con la excusa de no desanimar, y aún no se han puesto el lazo negro. En cambio, Madrid -con cerca de ocho mil muertos- ha clausurado ya la morgue del Palacio de Hielo con un sentido homenaje: las autoridades locales, los profesionales, y los cuerpos de seguridad, han dado testimonio de humanidad afirmando que todo el mundo cuidó y veló a los fallecidos. Un gesto importante de empatía que ha sido criticado por algún periodista sin corazón sin respeto a los muertos y a sus familiares.

Un superhombre débil

Desde hace un siglo la muerte es un tabú que se oculta y barniza con asepsia compungida. Menos mal que encontramos personas con cabeza y corazón que siguen ofreciendo una visión universal del hombre que se cree el mito del superhombre. Menos mal que los cristianos celebramos ahora la Resurrección de Jesucristo y la renovamos cada domingo con la fe en la futura resurrección. Y menos mal que vemos ahora a los sacerdotes que celebran la Misa sin pueblo llenando los bancos con fotografías de sus fieles ofreciéndola por los vivos y los difuntos, que rezan responsos ante las cenizas de los difuntos en los tanatorios y cementerios, y que hablan esperanza cierta en la resurrección de la carne. Ante el tabú moderno que oculta la muerte muchos sabemos que estamos de luto, que éste debe manifestarse oficialmente en la sociedad, y que Jesucristo resucitado abre la puerta a la vida eterna en Dios.

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