Los Niños del Papa Francisco
El papa Francisco dedicó la catequesis del día 8 de abril a los niños abandonados. Los niños son un don; también sufren una pasión terrible en todas las partes del mundo. Unas veces por la pobreza y sus consecuencias, otras por las deficiencias de las familias.
Señala el Papa, en primer lugar, las realidades más extremas: “Tantos niños desde el inicio son rechazados, abandonados, les roban su infancia su futuro. Alguien osa decir, para justificarse, que ha sido un error hacerlos venir al mundo. ¡Esto es vergonzoso! ¡No descarguemos sobre los niños nuestras culpas, por favor! Los niños no son jamás <>. Su hambre no es un error, como no lo son su pobreza, su fragilidad, su abandono, tantos niños abandonados por las calles; y no lo son tampoco su ignorancia o su incapacidad, tantos niños que no saben qué es una escuela… A lo sumo, estos son motivos para amarlos más, con mayor generosidad”.
Todos, dice el Papa somos responsables de esta situación. No solo por el fracaso personal que significa papa ellos, sino porque, al quedar indefensos, son presas de delincuentes que los explotan para tráficos indignos los adiestran para la guerra y la violencia.
El sufrimiento de los niños no se da solo en los países del tercer mundo; también en los países ricos. “Pero también en los países llamados ricos tantos niños viven dramas que los marcan duramente, a causa de de la crisis de la familia, de los vacíos educativos y de condiciones de vida, a veces, deshumanizadas. En todo caso son infancias voladas en el cuerpo o en el alma. ¡Pero a ninguno de estos niños el Padre que está en los cielos lo ha olvidado! ¡Ninguna de sus lágrimas está perdida! Como tampoco se debe perder nuestra responsabilidad, la responsabilidad social de las personas, de cada uno de nosotros y de los Países”.
Donde haya un niño que sufre o no tiene medios de educación, salud, etc. debemos pedirnos responsabilidades. No hagamos como los discípulos que los apartaban de Jesús. “Dejad a los niños, y no les impidáis que vengan a mí, porque el reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos. Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí”. (Mt 19, 1513)
La experiencia pastoral nos dice que los niños pagan un precio muy duro por: “Uniones inmaduras y separaciones irresponsables; son las primeras víctimas; sufren los resultados de la cultura de los derechos subjetivos exasperados, y se transforman luego en los hijos más precoces. A menudo absorben violencia que no están en condiciones de <> y bajo los ojos de los grandes están obligados a acostumbrarse a la degradación”.
He conocido universitarios llorando cuando, en la intimidad, expresan el dolor contenido, durante años, por la separación de us padres. Jóvenes que llegan al matrimonio con dudas sobre su fidelidad porque ha vivido la infidelidad en sus propias casas.
Señala el Papa también la grandeza de las familias con hijos deficientes, modelos de generosidad. “Es verdad que, gracias a Dios, los niños con graves dificultades, encuentran, muy a menudo, padres extraordinarios, dispuestos a todo sacrificio y a toda generosidad. ¡Pero estos padres no deberían ser dejados solos! Deberíamos acompañar su fatiga, pero también ofrecerles momentos de alegría compartida y de alegría despreocupada, para que no estén solo por la rutina terapéutica”.
También la iglesia: “También la Iglesia en esta época nuestra, como en el pasado, la Iglesia pone su maternidad al servicio de los niños y de sus familias. A los padres y a los hijos de este nuestro mundo lleva la bendición de Dios, la ternura materna, el reproche firme y la condena decidida. Hermanos y hermanas, piénselo bien: ¡Con los niños no se juega!”
Señala el Papa, en primer lugar, las realidades más extremas: “Tantos niños desde el inicio son rechazados, abandonados, les roban su infancia su futuro. Alguien osa decir, para justificarse, que ha sido un error hacerlos venir al mundo. ¡Esto es vergonzoso! ¡No descarguemos sobre los niños nuestras culpas, por favor! Los niños no son jamás <
Todos, dice el Papa somos responsables de esta situación. No solo por el fracaso personal que significa papa ellos, sino porque, al quedar indefensos, son presas de delincuentes que los explotan para tráficos indignos los adiestran para la guerra y la violencia.
El sufrimiento de los niños no se da solo en los países del tercer mundo; también en los países ricos. “Pero también en los países llamados ricos tantos niños viven dramas que los marcan duramente, a causa de de la crisis de la familia, de los vacíos educativos y de condiciones de vida, a veces, deshumanizadas. En todo caso son infancias voladas en el cuerpo o en el alma. ¡Pero a ninguno de estos niños el Padre que está en los cielos lo ha olvidado! ¡Ninguna de sus lágrimas está perdida! Como tampoco se debe perder nuestra responsabilidad, la responsabilidad social de las personas, de cada uno de nosotros y de los Países”.
Donde haya un niño que sufre o no tiene medios de educación, salud, etc. debemos pedirnos responsabilidades. No hagamos como los discípulos que los apartaban de Jesús. “Dejad a los niños, y no les impidáis que vengan a mí, porque el reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos. Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí”. (Mt 19, 1513)
La experiencia pastoral nos dice que los niños pagan un precio muy duro por: “Uniones inmaduras y separaciones irresponsables; son las primeras víctimas; sufren los resultados de la cultura de los derechos subjetivos exasperados, y se transforman luego en los hijos más precoces. A menudo absorben violencia que no están en condiciones de <
He conocido universitarios llorando cuando, en la intimidad, expresan el dolor contenido, durante años, por la separación de us padres. Jóvenes que llegan al matrimonio con dudas sobre su fidelidad porque ha vivido la infidelidad en sus propias casas.
Señala el Papa también la grandeza de las familias con hijos deficientes, modelos de generosidad. “Es verdad que, gracias a Dios, los niños con graves dificultades, encuentran, muy a menudo, padres extraordinarios, dispuestos a todo sacrificio y a toda generosidad. ¡Pero estos padres no deberían ser dejados solos! Deberíamos acompañar su fatiga, pero también ofrecerles momentos de alegría compartida y de alegría despreocupada, para que no estén solo por la rutina terapéutica”.
También la iglesia: “También la Iglesia en esta época nuestra, como en el pasado, la Iglesia pone su maternidad al servicio de los niños y de sus familias. A los padres y a los hijos de este nuestro mundo lleva la bendición de Dios, la ternura materna, el reproche firme y la condena decidida. Hermanos y hermanas, piénselo bien: ¡Con los niños no se juega!”
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