El Papa Francisco y el Año Santo de la Misericordia
El papa Francisco anunció el Año Santo de la Misericordia después de haberse confesado. Me ha recordado la escena evangélica en que narra San Lucas que los discípulos le piden a Jesús que le enseñe a orar: “Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: <> (Lc 11, 1) Los discípulos viendo orar a Jesús les entra apetito de hacer oración. El papa después de haberse confesado nos recomienda la Confesión. Dentro del Año Santo de la Misericordia ha señalado este asunto como primordial.
Así fue el anuncio: “Queridos hermanos y hermanas, he pensado frecuentemente en cómo la Iglesia puede hacer más evidente su misión de ser testigo de su misericordia. Es un camino que se inicia con una conversión espiritual. Y tenemos que andar este camino. Por eso, he decidido llamar un Jubileo extraordinario que tenga en el centro la misericordia de Dios. Será un Año Santo de la Misericordia. Lo queremos vivir a la luz de la palabra del Señor: “Sean misericordiosos como el Padre. (Lc 6, 36) Y esto especialmente para los Confesores, ¿eh? ¡Tanta misericordia!
Comenzará el día de la Inmaculada del 2015 y terminará el 20 de octubre del 2016. Dos observaciones se me ocurren ante el anuncio del Papa: 1ª La conversión personal es una preocupación permanente para el papa Francisco; y esa conversión pasa por el Confesonario. 2ª Para que uno se confiese se necesita que haya confesores. Que los sacerdotes recuperemos la importancia de este sacramento en la auténtica vida cristiana. Nada nos acerca más a la vida concreta de las personas como confesar habitualmente durante varias horas. Sin seleccionar las personas; aunque también allí con un grupo especial se realice la dirección espiritual.
El Papa expresa lo que es el sacramento del perdón con estas palabras: “El Sacramento de la Reconciliación, de hecho, permite acercarnos con confianza al Padre por tener la certeza de su perdón. Él Es verdaderamente <> y la extiende con abundancia sobre aquellos que recurren a Él con corazón sincero.
Estar aquí para tener la experiencia de su amor, es sobre todo fruto de su gracia… La transformación del corazón que nos lleva a confesar nuestros pecados es un <>: nosotros solos no podemos. El poder confesar nuestros pecados es un don de Dios, es un regalo, es <> (Ef 2, 810) Ser tocados con la ternura de su mano y plasmados con su gracia nos permite, por tanto, acercarnos al sacerdote sin miedo por nuestras culpas, sino con la certeza de ser recibidos con en nombre de Dios, y comprendidos a pesar de nuestras miserias… Al salir del confesonario, sentiremos su fuerza que restaura la vida y devuelve el entusiasmo de la fe. Después de la confesión seremos renacidos”.
Y este es su deseo para este año: “Estoy convencido que toda la Iglesia, que tiene tanta necesidad de recibir misericordia, porque somos pecadores, podrá encontrar en este Jubileo la alegría para redescubrir y hacer más fecunda la misericordia de Dios, con la cual todos estamos llamados a dar consolación a cada hombre y a cada mujer de nuestro tiempo. No olvidemos que Dios perdona todo, y perdona todo y perdona siempre. No nos cansemos de pedir perdón. Confiemos este año, desde ahora a la Madre de la Misericordia, para que dirija a nosotros su mirada y vele sobre nuestro camino: Nuestro camino penitencial, nuestro camino con el corazón abierto, durante un año a recibir la indulgencia de Dios, a recibir la misericordia de Dios”.
Así fue el anuncio: “Queridos hermanos y hermanas, he pensado frecuentemente en cómo la Iglesia puede hacer más evidente su misión de ser testigo de su misericordia. Es un camino que se inicia con una conversión espiritual. Y tenemos que andar este camino. Por eso, he decidido llamar un Jubileo extraordinario que tenga en el centro la misericordia de Dios. Será un Año Santo de la Misericordia. Lo queremos vivir a la luz de la palabra del Señor: “Sean misericordiosos como el Padre. (Lc 6, 36) Y esto especialmente para los Confesores, ¿eh? ¡Tanta misericordia!
Comenzará el día de la Inmaculada del 2015 y terminará el 20 de octubre del 2016. Dos observaciones se me ocurren ante el anuncio del Papa: 1ª La conversión personal es una preocupación permanente para el papa Francisco; y esa conversión pasa por el Confesonario. 2ª Para que uno se confiese se necesita que haya confesores. Que los sacerdotes recuperemos la importancia de este sacramento en la auténtica vida cristiana. Nada nos acerca más a la vida concreta de las personas como confesar habitualmente durante varias horas. Sin seleccionar las personas; aunque también allí con un grupo especial se realice la dirección espiritual.
El Papa expresa lo que es el sacramento del perdón con estas palabras: “El Sacramento de la Reconciliación, de hecho, permite acercarnos con confianza al Padre por tener la certeza de su perdón. Él Es verdaderamente <
Estar aquí para tener la experiencia de su amor, es sobre todo fruto de su gracia… La transformación del corazón que nos lleva a confesar nuestros pecados es un <
Y este es su deseo para este año: “Estoy convencido que toda la Iglesia, que tiene tanta necesidad de recibir misericordia, porque somos pecadores, podrá encontrar en este Jubileo la alegría para redescubrir y hacer más fecunda la misericordia de Dios, con la cual todos estamos llamados a dar consolación a cada hombre y a cada mujer de nuestro tiempo. No olvidemos que Dios perdona todo, y perdona todo y perdona siempre. No nos cansemos de pedir perdón. Confiemos este año, desde ahora a la Madre de la Misericordia, para que dirija a nosotros su mirada y vele sobre nuestro camino: Nuestro camino penitencial, nuestro camino con el corazón abierto, durante un año a recibir la indulgencia de Dios, a recibir la misericordia de Dios”.
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