Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Hombre libre, hombre esclavo

por Alejandro Campoy

Hay dos notas de la actualidad que sirven para manifestar la eterna dicotomía entre el hombre libre y el esclavo, que sigue vigente hoy incluso en aquellos países que se consideran democráticos y en los que los individuos viven en una ficción de libertad. La primera de esas notas es una pequeña frase en las últimas y desafortunadísimas afirmaciones del Presidente del Congreso de los Diputados, José Bono: "mi voto pertenece a mi partido". Aparentemente inofensiva, esta oración simple resume de forma magistral una de las convicciones que convierten al teórico ciudadano en un lacayo y un esclavo. Porque el voto sólo pertenece al que lo ejercita y nunca, de ningún modo, a organización supraindividual alguna. Mediante el voto se ejerce una decisión consciente y libre, individual y en conciencia que no puede ser suplantada ni pervertida. La pertenecia del voto a otra instancia ya pone de manifiesto una renuncia a la libertad individual que degenera y distorsiona lo que quizás no sea más que un sistema político teórico y nunca real, llamado democracia. El hombre libre se convierte entonces en súbdito y siervo. La segunda nota tiene que ver con el reciente golpe de estado en Honduras. Se ha extendido por todo el mundo como un veneno letal la convicción de que sólo es legítimo (y legal) aquello que ha sido votado por los ciudadanos. Poco importa entonces que alguien que ha sido votado por la masa se comporte en adelante de un modo arbitrario, injusto y fuera de la legalidad. Al parecer, haber sido elegido mediante sufragio individual, libre y secreto ya otorga patente de corso para quedar por encima de la ley, según esta inerpretación. Y es exactamente lo contrario. Cuando en un país funcionan correctamente los mecanismos arbitrados para restablecer el orden si se da el caso en que un mandatario pierde la cabeza, como sucedió en USA con Richard Nixon y más recientemente, con el impeachment que tuvo que sufrir Bill Clinton, se mantiene la salvaguarda de ese principio de que nadie está por encima de la ley. Pero si, por el contrario, en un país funcionan correctamente esos mecanismos como en el reciente caso de la destitución del presidente hondureño Manuel Zelaya, y tal supuesto es considerado un golpe de estado y anulado por toda la comunidad internacional, entonces nos encontramos ante una abdicación generalizada a la libertad formal y real. Y es entonces cuando el supuesto hombre libre se convierte en lacayo, postura sin duda mucho más cómoda. Pues en última instancia, la libertad completa sólo nace de una inserción del hombre en su verdad última, que es la de hijo de Dios. Y residir permanentemente en esa verdad proporciona un tipo de libertad tan radical que ésta casi nunca es aceptada por los hombres. Y el paradigma de esa libertad, el propio Jesucristo, nos muestra un camino en el cual el ejercicio pleno de la libertad desde la verdad sólo acarrea la persecución, el linchamiento y la muerte. Y el hombre se asusta. Ahora, es opción individual de cada uno elegir entre ser libre o esclavo, entre ser dueño de su propio voto o regalárselo a un partido, entre buscar la legalidad y la justicia en un pequeño país hermano o chillar a favor de la dictadura, entre vivir en la verdad o abdicar de ella. La elección es completamente radical, y es muy comprensible que entre una gran masa de hombres exista un auténtico "miedo a la libertad". Y sin embargo, todo ser humano debe tomar antes o despues su propia decisión.
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