7 claves para prevenir el estrés familiar
Probablemente, estas cinco ideas básicas sirvan también para evitar el estrés en general, pero está claro que en casa funcionan, y que se pueden aplicar de maravilla para generar un ambiente familiar relajado y tranquilo, cualidades imprescindibles para favorecer el desarrollo afectivo y emocional de nuestros hijos. Donde haya un ambiente sin estrés, nuestros hijos estarán agusto y, por lo tanto, haremos más fácil su desarrollo integral.
1. ASUMIR NUESTRAS LIMITACIONES
La primera clave cuando planificamos nuestro tiempo es ponernos límites a nosotros mismos. Asumir hasta dónde podemos llegar, con qué fuerzas contamos para alcanzar nuestros objetivos diarios. Medir nuestro tiempo disponible, nuestro nivel de cansancio, las actividades que tenemos que realizar y PRIORIZAR. Si no somos realistas con lo que podemos hacer y lo que no, terminaremos el día, o la semana, nerviosos, irritados, y transmitiremos esa tensión al ambiente familiar. Es mejor hacer menos, reservarnos tiempo solo para lo imprescindible, que ir corriendo de aquí para allá con recados triviales que luego irán en contra de nuestra propia estabilidad.
2. CALCULAR GENEROSAMENTE LOS TIEMPOS QUE NECESITAMOS PARA CADA COSA
Las madres de familia acostumbramos a ir con prisas a todas partes. Tenemos muchas obligaciones y poco tiempo para llevarlas todas a cabo. Por eso, además de priorizar y elegir las más importantes, también es muy útil calcular bien los tiempos para no ir con la sensación de que llegamos tarde a todas partes. Si tenemos que ir, por ejemplo, a una charla del colegio de nuestros hijos a las tres de la tarde y calculamos que vamos a tardar unos tres cuartos de hora en tener todo organizado antes de salir de casa, es bueno añadir a ese tiempo otra media hora para asegurar cualquier imprevisto. Esto, obviamente, es algo que debe hacer cualquiera, pero en nuestro caso es más importante todavía, porque a los imprevistos que le pueden surgir a cualquiera (como que haya habido un accidente y nos tiremos un buen rato en un atasco o que el policía de turno decida pararnos justo ese día para pedirnos los papeles...) se pueden sumar mil imprevistos más como que el pequeño de la casa decida hacer sus necesidades en el momento de salir de casa, cuando ya le hemos puesto el abrigo.
3. DORMIR BIEN Y SUFICIENTE
Ésta es una de las principales claves que afectan a nuestro estado de ánimo. Por eso, es importante estar siempre descansados. En este caso, podríamos invertir la máxima: "no hagas hoy lo que puedas dejar para mañana"... jejeje! Priorizar el sueño, aunque a veces tengamos la sensación de que irnos a la cama media hora después que nuestros hijos sea como no haber hecho naaaada en todo el día... ejem... pero no, en serio, vale la pena acostarse temprano para no pagarlo al día siguiente con todo el que se nos ponga por delante. Es mejor así, porque si no, cuando a uno le dé por llorar a las dos de la mañana porque tiene una pesadilla, si nos hemos acostado una hora antes lo querremos matar!!! En cambio, seremos unos padres dulces y comprensiiiivos si llevamos ya tres horitas de descanso... jejeje.
4. EL FIN DE SEMANA SIRVE PARA DESCANSAR, NO PARA CANSARSE MÁS
Igual que hay que descansar a diario, hay que descansar también del trabajo semanal. Esto, que parece una obviedad, puede no serlo. A veces, tenemos taaaaantas ganas de aprovechar bien el fin de semana que nos cargamos de planes, nos llenamos de obligaciones, hasta el punto de que podríamos elaborar una tabla para organizar bien todos los tiempos y no perder ni un minuto en esos dos días y pico. Pero, a veces, cuando se tiene niños pequeños, o no tan pequeños, sentarse en el sofá a leer, descansar o echarse una siestecilla, es mucho más renovador. El fin de semana debe servir para reponernos del cansancio de la semana anterior y coger la siguiente con fuerzas renovadas. Si no, llega el lunes y no tenemos más remedio que hincharnos a cafés para poder seguir nuestro propio ritmo.
5. EVITAR LOS GRITOS
A veces, los gritos son una consecuencia del estrés familiar; pero, a menudo, pueden ser también la causa. Ejemplo: llego a casa del cole con mis hijos descompuestos de cansancio y yo casi tan agotada como ellos. De pronto, mi hija la aprendiz de soprano (tiene el tono cogido y toda la potencia torácica necesaria pero le falta colocar las notas en su sitio) se tropieza y empieza a gritar como una energúmena a lágrima viva. Tengo dos opciones: meterle un meneo de aquí te espero al estilo de: "¡deja de gritar, que me vas a volver locaaaa!", o contar hasta tres, respirar hondo e imitar a las modélicas a la par que poco creíbles madres americanas: "guapa, ¿qué te pasa? ¿te has caído? ven, que te doy un beso y verás como se te pasa".
Todos sabemos lo que pasa si elijo la primera opción: se inicia una cadena de gritos difícil de atajar cuando ya se ha desatado. Sin embargo, con la segunda, probablemente la niña volverá a llorar por cualquier cosa al cabo del rato, fruto del agotamiento físico o mental de todo un día en el colegio; pero, poco a poco, irá relajándose ella y también el ambiente de alrededor.
6. APAGAR EL MÓVIL EN MOMENTOS DETERMINADOS. ¡Bendito modo avión!
Catherine L´Ecuyer expone en su libro Educar en el asombro (basándose en estudios científicos al respecto) que hay una cosa que es materialmente imposible para el ser humano: pensar en dos cosas al mismo tiempo, prestar atención a más de un asunto a la vez. Esto, aunque parece obvio, se nos olvida en el día a día. Con tantas tecnologías a nuestro alcance, especialmente, el móvil, siempre apunto para interrumpir indiscriminadamente cualquier situación, resulta fácil perder el centro de lo que estamos haciendo en cada momento. ¿Nunca os ha pasado que vais conduciendo, aprovecháis para hacer esa llamada pendiente y, mientras habláis, os pasáis la salida que teníais que coger? A mí, personalmente, muchas veces, lo reconozco... "oops, leches, si era por allí"... Pues eso, que en este caso concreto se hace muy evidente, pasa constantemente en cientos de situaciones cotidianas. Y genera estrés. Muuuucho, y del bueno. Al final, ocurre que no hacemos bien ni una cosa ni la otra, ni hablar por teléfono o ver los mensajes, ni lo que sea que estemos haciendo en ese momento. Si, encima, eso que hacemos es estar jugando con nuestros hijos, o bañándoles o cenando con ellos o, simplemente, viendo una peli, lo que ocurre es que también ellos empiezan a divagar, a perderse o a aprovechar la ocasión para escurrirse discretamente e irse a otra habitación a dejar volar su imaginación: coger la fregona para dejar el suelo de la cocina ´brillante´, o meterse vestidos dentro del agua... o cien mil otras ideas que se les puedan ocurrir sin supervisión alguna. De pronto, cuelgas el teléfono y ¡¡se arma la gorda!! Tarde. Mejor prevenir que curar. Evidentemente, eso no significa que nuestros hijos no deban aprender a comportarse cuando hacemos una llamada o paramos a hablar con alguien de camino a casa. Pero, a veces y sobretodo a ciertas horas del día, es mejor que esa llamada espere, que tener luego diez veces más de trabajo por culpa de dos minutos de distracción prescindible o acabar con la sensación de que no hemos hecho ni caso a nuestros hijos en toda la tarde.
7. SONREÍR MUCHO Y SIEMPRE
Una vez, escuché decir a un profesor de inteligencia emocional que la sonrisa genera felicidad en el ser humano. Y no era una afirmación gratuita, tenía su explicación: por lo visto, al ejercitar los cientos de músculos faciales que utilizamos para sonreír, nuestro cerebro genera un tipo de hormona (no me pidáis datos científicos que solo me quedé con el concepto... jejeje) que produce una sensación de satisfacción. Así que, si en un momento dado nos sentimos cansados, saturados o malhumorados, puede que el mero hecho de esforzarnos para sonreír, a quien sea que esté con nosotros, nos haga sentirnos mejor y, poco a poco, esa sensación de malestar desaparezca, ¡en beneficio de toda la familia!