¿Qué tienen de educativas las series ´educativas´?
No sé qué mal rollo tengo yo con los dibujos modernos. Peppa Pig me pone de los nervios, Caillou me parece un repelente y los PJ Masks no pueden ser más aburridos y repetitivos. Nunca pasa nada emocionante de verdad y la vida real es como una pandereta gigante llena de ñoñería. Supongo que hoy en día hay que tener mucho cuidado con lo que se reproduce en las pantallas para niños: la mayoría de las veces (cosa obvia y razonable) se les ponen para que estén quietecitos un rato y, si de paso educan, mejor que mejor. Ya si son en inglés ni os cuento, ¡la panacea!. No se puede transmitir nada que a un niño pueda parecerle doloroso, tipo la muerte, un accidente, o una situación límite. Ojo con manifestar un mínimo atisbo de violencia, incluso por parte del malo, que lo máximo que quiere hacer es robar un montón de árboles para poner un bosque en su jardín y llenar la capa de ozono de gases tóxicos. Entiendo que para los productores de las series animadas debe ser muy complicado flirtear con los padres de ahora en esa línea tan delicada que muchos exigen.
Pues bien, como os digo, me parece un suplicio tragarme un capítulo entero de La Patrulla Canina; y mira que dentro de lo que hay, son de lo más decentito... Y esto por no hablar ya de la estética de la mayoría de estos dibujos: ¿es necesaria que todo bicho viviente que aparece en las pantallas sea feo como un pecado, o esté invadido de colores ultrasónicos? ¿Y qué me decís de la velocidad de crucero a la que circulan todos ellos?
Es verdad, lo reconozco, me pongo un poco melodramática con este asunto, al fin y al cabo, Pocoyó es un tipo bastante majo, incluso divertido, y tiene unos colegas harto leales. Pero me cansa profundamente. No lo puedo evitar.
Así que ayer, que estaba sola con mis ‘primogénitas’ a última hora porque ‘los chicos’ se habían ido a hacer un plan ‘alfa’, nos pusimos una peli secuestrada de casa de mis padres: Ana de las Tejas Verdes. Y en español, para enterarnos. Que es muy bonito esto del inglés hasta en la sopa (luego te emocionas cuando te viene la de tres años y te dice “water, please”, con un acento que ni en el rectorado de Cambridge). Pero de vez en cuando, digo yo que si lo que queremos es contenido pues habrá que ver las pelis en la lengua materna de nuestros hijos y dejar que capten cada detalle de lo que está pasando. Y eso hicimos. Oye, ¡y qué maravilla! ¡Qué manera de disfrutar! ¡Qué monada de serie y qué enjundia! Hasta yo me lo pasé bien viéndola, y eso que el ritmo no puede ser más lento, (creo que en eso supera incluso a Bambi). Qué riqueza de personajes (dentro de que hablamos de Ana de las Tejas Verdes, no de una novela de Dostoyevski...), qué fotografía, qué paisajes, qué vocabulario, qué historias... son personas reales, con limitaciones, con emociones, con situaciones concretas de las que no queremos huir si no profundizar en ellas; llama al análisis, a la empatía, a la compasión incluso. No solo es bueno disfrutar de las cosas fáciles de la vida, o de las realidades lisonjeras: también es bueno aprender a contemplar el dolor, ver cómo hace crecer o cómo endurece a las personas, descubrir el amor en medio de un auténtico drama... ¿acaso no estamos hechas para llorar como plañideras viendo el Diario de Noa y, sin embargo, somos capaz de verla las veces que haga falta?
Tuve tiempo para hablar con ellas de un montón de cosas:
Primero, sobre la muerte (¡horror de los horrores! ¡sacrilegio!). Anne, con e, no tiene padres:
-”¿Y cómo ha nacido?”. Cada uno pregunta según corresponde a su edad...
-”Bueno, no, a ver, si tienen padres, pero se han muerto”.
-”Ah, primero nació y luego ya se murieron. ¿Cuando ella era pequeña?”
-”Sí, eso parece”.
-”Pero, mamá, ¿cuando alguien se muere ya no vuelve nunca más?”.
Tentada estuve de no profundizar mucho y ahorrarle el trago... Pero luego pensé: ¡narices! Ni aunque quisiera librarle de la muerte podría hacerlo; pero sí puedo librarle del miedo: qué grande es la libertad del que afronta la realidad con valentía. Así que le contesté tajante:
- “No”. Para luego añadir: “sí que vive, en el Cielo, con Jesús. Pero ya no podemos verle más”.
También hablamos del egoísmo de las personas, de la importancia de la buena educación, de que hay que ser respetuosos siempre, incluso cuando a nosotros nos han faltado al respeto, de la amabilidad, de la confianza y la importancia de decir la verdad, pero también de creer a quién te habla, del perdón, del rencor, del orgullo. Incluso comentamos cómo las chicas que persiguen a los chicos terminan aburriéndoles... esta fue una parte muy divertida con pausas y repetición de escenas (creo que el rewind ya no se utiliza y me siento muy mayor...) en las que las niñas veían como la rubita desesperada se colgaba literalmente a todas horas del brazo del guapo de la clase mientras este seguía constantemente con la mirada a la que no le hacía ni caso... Comentamos también el valor de la amistad, de la lealtad; el no hacer las cosas porque lo digan los demás y qué significa ser valiente. Lo sé, menudo palique... ¡menos mal que no había chicos alrededor porque habrían enloquecido con tanto comentario a pie de escena! En fin, que no es que me quiera poner yo en plan nostálgico (que si las pelis de ahora no son como las de antes y tal... ya os digo que para eso soy un poco rancia, pero donde estén Jackie y Nuca que se quiten todos los dibujos animados del mundo... jejeje), pero os diré que encontré una oportunidad preciosa de educar disfrutando, de orientar el sentido crítico de mis hijas, sin necesidad de que ninguna gran productora cree escenas carentes de imaginación o argumento en que aparecen unos padres diciéndoles a sus hijos que tienen que ser generosos con los demás.