Domingo, 22 de diciembre de 2024

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El Papa Francisco y los conejos

por Familia en construcción

Mi marido y yo tenemos cuatro hijos. La mayor tiene cuatro años. Podría decirse que hemos tenido hijos como conejos. Es más, algún indiscreto poco original me lo ha soltado alguna vez. No creemos que "para ser buenos católicos debamos tener muchos hijos". Creemos, más bien, que Dios nos ha dado unos medios suficientes como para no despreciar ese "tesoro", como también dice el Papa Francisco, que son los hijos, no solo para la gente ´pobre´, sino para todos.

Pero, no quiero hacer aquí una apología de la paternidad ´conejil´, y menos aún de mi caso personal, que, de todos modos, no necesito defender. Simplemente, desde el más profundo respeto a la figura del Santo Padre -y consciente, además, de las innumerables manipulaciones que se acostumbra a hacer de sus palabras desde los medios generalistas-, creo que las declaraciones sobre paternidad responsable pronunciadas en el avión de vuelta a Roma, en las que habla de ´conejos´ para referirse a las familias de muchos hijos, han sido algo imprudentes (probablemente, por la dificultad que debe entrañar responder a las preguntas de los periodistas, algunas de fondo, en un contexto que impide o hace difícil el análisis y las respuestas concienzudas).

Primero: para explicarle a un periodista que "no hace falta tener muchos hijos para ser buen católico" no había ninguna necesidad de menospreciar o hacer burla de aquellos matrimonios cristianos que sí los tienen. Entre otras cosas porque, el hecho de que tengan muchos tampoco les hace peores cristianos. Para decir que el número de hijos no es barómetro de la santidad, no hace falta mofarse de los padres ´conejos´.

Segundo, si con la expresión "tener hijos como conejos" se refiere el Papa a un descontrol de la natalidad, en que ni siquiera se tiene en cuenta la posibilidad de uso de medios legítimos para distanciar los hijos o tener menos, había formas mucho más suaves de decirlo, y tampoco creo que el contexto ideal sea una rueda de prensa (con la superficialidad que sabemos que eso supone, aunque solo sea por la brevedad necesaria de las respuestas) en un avión.

Tercero: creo, en comunión con la Santa Madre Iglesia, que el número de hijos que cada matrimonio decida tener y el uso de los métodos naturales para limitar la procreación es algo que corresponde EXCLUSIVAMENTE al fuero interno de la sana y limpia conciencia de los cónyuges. Y, por lo tanto, que nadie, ABSOLUTAMENTE NADIE, puede decir si lo que hacen unos padres u otros es una irresponsabilidad. Nadie, ABSOLUTAMENTE NADIE, puede decir si tener más hijos de los que parece que se tengan fuerzas para tener es una imprudencia o no. Nadie, ABSOLUTAMENTE NADIE, puede decir que una mujer es una irresponsable por esperar su octavo hijo después de siete cesáreas. Del mismo modo que nadie, ABSOLUTAMENTE NADIE, puede juzgar a un matrimonio que no ha tenido más de dos hijos o los que sea por las razones que ellos dos hayan considerado. Insisto, es un asunto que, de acuerdo con la doctrina de la Iglesia, corresponde -exclusivamente- a la conciencia de los cónyuges. Independientemente de que esa conciencia deba estar formada y orientada, como dice el Papa, por su director espiritual. Cada matrimonio debe ser quién dibuje, en su conciencia, la delgada línea que hay entre la prudencia de la paternidad responsable y la generosidad de tener hijos. Y nadie, ABSOLUTAMENTE NADIE, debe juzgar, desde fuera, si ese límite se ha puesto en el punto adecuado. Es un asunto que queda entre ellos y Dios.

En cuarto lugar, hay que añadir, además, que los métodos naturales, (igual que la mayoría de los anticonceptivos artificiales, por cierto) no son cien por cien eficaces. Es decir, tiene un margen de error. Lo que supone que, incluso cuando un matrimonio cree que no tiene más fuerzas o medios para tener otro hijo, tiene una pequeña posibilidad de tener inesperadamente otro embarazo. Y eso tampoco sería una irresponsabilidad, porque, precisamente, lo que tienen los métodos naturales es que son una regulación natural de la fertilidad que queda abierta a la intervención de Dios y a la confianza en Él.

Todo esto, evidentemente, casa perfectamente con la doctrina de la Iglesia y las declaraciones del Santo Padre, cuyo único error ha sido, a mi modo de ver, tratar de responder a una cuestión tan compleja en unas pocas palabras improvisadas.

Para terminar, quiero decir que, en cualquier caso, el centro de las palabras del Papa sobre paternidad y familia no deberían ser -aunque sean las que han generado titulares- las de los padres ´conejos´, sino las que pronunció -también de forma improvisada- en el encuentro de las familias en Filipinas:

"Pienso en el Beato Pablo VI. En un momento donde se le proponía el problema del crecimiento de la población tuvo la valentía de defender la apertura a la vida y la familia. El sabía las dificultades que había en cada familia, por eso en su carta encíclica (Humana Vitae) era tan misericordioso por sus casos particulares y pidió a los confesores que fueran muy misericordiosos con estos casos. Pero él vio más allá y vio a los pueblos de la tierra y vio esta amenaza de destrucción de la familia. Pablo VI era valiente, un buen pastor y alerto a sus ovejas de los lobos que venían, que desde el cielo nos bendiga esta tarde.

Nuestro mundo necesita familias buenas y fuertes para superar estos peligros. Filipinas necesita familias santas y unidas para proteger la belleza y la verdad de la familia en el plan de Dios y para que sean un apoyo y ejemplo para otras familias. Toda amenaza para la familia es una amenaza para la propia sociedad. Como afirmaba a menudo San Juan Pablo II, el futuro de la humanidad pasa por la familia (cf. Familiaris Consortio, 85).

Así pues, ¡proteged vuestras familias! Ved en ellas el mayor tesoro de vuestro país y sustentadlas siempre con la oración y la gracia de los sacramentos. Las familias siempre tendrán dificultades, así que no le añadáis otras. Más bien, sed ejemplo vivo de amor, de perdón y atención. Sed santuarios de respeto a la vida, proclamando la sacralidad de toda vida humana desde su concepción hasta la muerte natural. ¡Qué don para la sociedad si cada familia cristiana viviera plenamente su noble vocación! Levantaos con Jesús y María, y seguid el camino que el Señor traza para cada uno de vosotros".

Adjunto, finalmente, un link sobre doctrina de la Iglesia en torno a los métodos naturales:

Paternidad responsable.

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