¿Colaboramos con el Rey de reyes?
¿Colaboramos con el Rey de reyes?
El Rey de reyes y Señor de señores mendiga el corazón del hombre, identificándose con todos los necesitados del mundo. Mientras que unos derrochan comida, bebida, alojamiento, vestidos, cuidados y libertad, otros sufren y lloran de hambre, sed, xenofobia, desnudez, enfermedad y persecución, entre otras muchas carencias.
La necesidad del prójimo está gritando desde el suelo a Dios, como clamó la sangre del justo Abel, como la del pobre Lázaro y la de tantos en todas las épocas de la humanidad.
Si pedimos de corazón, en verdad, que venga a nosotros el reino de Dios -como hacemos en el Padrenuestro- estamos diciendo también que compartamos el reinado sobre la creación que el Creador nos regaló y en la que todos tienen cabida. El Señor quiere que seamos uno, que no andemos acaparando lo que pertenece a todos, que no nos apropiemos de aquello que podemos compartir justamente en paz. Su misericordia llega a todos, pero, ¿y la nuestra?
¿En base a qué motivo “racional” existen tantas discriminaciones entre unos y otros si nadie es más que nadie, si todos tenemos que dar cuentas ante la Suprema Majestad de Nuestro Señor, siendo todos iguales ante Él? ¿Quién se cree tan superior, rico, poderoso, soberbio o cargado de más merecimientos, para seguir poseyendo, discriminando e incluso eliminando a los más necesitados y desfavorecidos, desde los más pequeños sin voz en el seno de sus madres, hasta los ancianos más seniles y abandonados, ambos a punto de morir?
Por muchas leyes que hagan los poderes de este mundo, la Palabra del Rey se cumple siempre: Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. (Lc 1, 50-53).
Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos… Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ello quedarán saciados… Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. (Mt 5, 3.5.6.10.11)
¿Colaboraremos, entonces, en el plan de Dios con los súbditos de este Rey que son mansos, misericordiosos, limpios de corazón, y que trabajan por la paz? ¿Seremos como los justos del juicio final y nuestro destino será la vida eterna?