Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Desear y seguir el camino de verdad

Desear y seguir el camino de verdad

por Echad vuestras redes...


La lectura del Evangelio de hoy (Mt 21, 28-32), y el encuentro que hemos tenido esta  mañana en Madrid, me han hecho pensar que es más importante la conciencia viva de pertenencia a una Presencia, que simplemente la coherencia de hacer lo que se dice o promete.

¿Cómo es posible vivir? ¿Cómo respondemos a los desafíos presentes? ¿Cuáles son las preguntas más convenientes que debemos hacernos hoy, aquí, ahora? ¿Qué nos hace vivir? ¿Estamos dispuestos a hacer el camino, el trabajo, que ellas implican en nuestra vida diaria, o con cansaremos por una sospechada incapacidad para hacerlas frente, sin esperanza?

Hoy hemos asistido a la Jornada de apertura del curso 2014 de nuestro Movimiento, la Fraternidad de Comunión y Liberación, en el Hotel Auditorium Madrid.

El lema del encuentro ha sido “Si Tú no estás, yo no soy”. Más que una crónica detallada del evento, quiero describir brevemente un resumen de lo que más me ha impactado.

Contábamos con la presencia de nuestro presidente internacional el sacerdote D. Julián Carrón, además del responsable para España D. Ignacio Carbajosa. Seríamos unos mil asistentes y el acto sería retransmitido en diferido a otras comunidades de habla hispana de nuestro país, como Barcelona, Tenerife, Castellón, Mallorca y Pontevedra.

Se comenzó con tres bellos cantos: “La strada” y otros dos, uno sobre un segador en la era y su hijo, y otro de G. Gaber “L’illogica Allegria”.

D. Ignacio Carbajosa citando al pedagogo Niebuhr, comenzó diciendo que “No hay nada más absurdo que la respuesta a una pregunta no planteada”, y dirigió a D. Julián Carrón la pregunta sobre la palabra que la Fraternidad tiene frente a los desafíos del presente (desaparición progresiva del yo, desconcierto y angustia muy extendidos, las vías de ideologías totalitarias, enemistad territorial, la consagración política del aborto como derecho,.. y como reacciones naturales el cabreo, el insulto, deseos de venganza y desilusión,…). Es decir, ¿hace falta hacer cosas más incidentes frente a esta situación, porque no nos bastan las respuestas simplistas como la de afirmar que sí, dicho teóricamente, que la fe tiene que ver con la situación actual. Necesitamos razones para recuperar la esperanza, una comunidad cristiana capaz de educar en un yo despierto, pero ¿qué es lo que permite que mi yo esté unido?

D. Julián respondió con una sencilla reflexión al comienzo: ¿de quién puedo decir esto “Si tú no estás yo no soy”?. Sin lo esencial para vivir no podemos ser nosotros mismos. La alternativa es o quedarnos solos con nuestros pensamientos o que lo esencial esté presente ahora. Y si no está presente ahora no soy yo. Estuvo recordándonos en diversas ocasiones el mensaje del Santo Padre al Meeting de Rímini.

Se trata de un problema de conocimiento afectivo que conoce la realidad y la abraza. No es un asunto de coherencia sino de pertenencia a una Presencia sin la cual no soy yo. Y esto se verifica en la realidad, en la vida vivida intensamente. Porque hay una desproporción entre lo que me hace estar contento (como una ilógica alegría) y lo poco que he hecho por ello, podemos ver entonces que tenemos un criterio para reconocer lo esencial. Basta reconocer que todo nos es dado. Todas las cosas, incluso las más pequeñas, documentan esa presencia que da sentido a todo y que nos unifica.

Hemos de hacer un camino de tal modo que esta experiencia original sea personal y estable. Si no hacemos ese trabajo viviremos al son de las circunstancias. Luego de la pertenencia a nuestra comunidad cristiana necesitamos verificar esta misma experiencia, pedirla cotidianamente, sobre todo en la fatiga diaria, en los múltiples desafíos de la vida. Porque podemos pertenecer y desear volar, pero estar acomodados.  Y es que falta el deseo verdadero de hacernos presentes en el presente, mirando y diciendo las cosas a la cara. Hemos de renovarnos en este deseo frente a todas las cosas, disfrutando, viviendo intensamente tanto en la alegría como en el dolor, en toda circunstancia. Porque la presencia del Misterio nos educa en la realidad y vemos su mano atenta y misericordiosa cómo nos acompaña. Para ello, para adherirse de verdad, hay que verificar, hacer experiencia la fe. Hay quien pertenece y hace ese camino y hay quien no. En los primeros son para nosotros ejemplo de alegría y madurez, no como repetición formalista, sino por una correspondencia excepcional.
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