Los Mártires del Papa Francisco
El viaje del Papa a Corea ha sido una bendición para esa Iglesia y para toda la Iglesia si leemos el acontecimiento con sentido de fe.
El catolicismo asiático está llamando con fuerza en la Iglesia universal. El centro sociológico de la fe se está moviendo. Tenemos ya Superiores de Congregaciones religiosas de esa región del mundo. Muchos Consultores en los Gobiernos Generales.
Las diócesis del mundo están creciendo, especialmente en Asia, África y Oceanía. Por este motivo, el viaje a Corea y el que realizará el próximo año a Siry-Lanka y Filipinas tienen un relieve especial.
Los mensajes del Papa en Corea han sido muy precisos y comprometidos. Profundamente religiosos abiertos a la misión de un continente todavía, en gran parte, desconocedor de Cristo.
He escogido, para este comentario, la homilía de la Beatificación de los Mártires: Pablo Yun Ji-Chang y sus 123 Compañeros. Comienza el Papa celebrando la victoria de Cristo con su muerte y Resurrección. Porque Él nos ha incorporado a sí en el bautismo, los Mártires muestran el poder del amor de Dios. Invita a recordar estas maravillas de Dios realizadas al comienzo de la Iglesia coreana.
Recuerda luego el papa el origen de la Iglesia coreana: “En la misteriosa providencia de Dios, la fe cristiana no llegó a las costas de corea a través de los misioneros; sino que entró por el corazón y la mente de los propios coreanos. En efecto, fue suscitada por la curiosidad intelectual, por la búsqueda de la verdad religiosa. Tras un encuentro inicial con el Evangelio, los primeros coreanos abrieron su mente a Jesús. Querían saber más acerca de Cristo que sufrió, murió y resucitó de entre los muertos. El conocimiento de Jesús pronto dio lugar un encuentro con el Señor mismo, a los primeros bautismos, al deseo de una vida sacramental y eclesial plena y al comienzo de un compromiso misionero. También dio como fruto comunidades que se inspiraban en la Iglesia primitiva, en la que los creyentes eran verdaderamente un solo corazón y una sola mente, sin dejarse llevar por las diferencias sociales tradicionales, y teniendo todo en común”.
Agradece el papa Francisco el trajo de los laicos, de las familias, y de los sacerdotes en la pastoral de la Iglesia coreana. Les recuerda que Jesús pide al Padre que proteja y guarde a los discípulos; no que los saque del mundo. Allí tienen que ser fermento de santidad, sal de la tierra y luz del universo. “Poco después de que las primeras semillas de la fe fueran plantadas en esta tierra, los mártires y la comunidad cristiana tuvieron que elegir entre seguir a Jesús o al mundo. Habían escuchado la advertencia del Señor de que el mundo les odiaría por su causa; sabían el precio de ser discípulos. Para muchos, significó persecución y, más tarde, la fuga a las montañas, donde formaron aldeas católicas. Estaban dispuestos a grandes sacrificios y a despojarse de todo lo que pudiera apartarles de Cristo-pertenencias, tierras, prestigio y honor-, porque sabían que solo Cristo era su verdadero tesoro”.
En nuestro mundo tenemos también cien solicitudes que cuestionan nuestra fe, que invitan a diluir las exigencias radicales del Evangelio, a conformarnos con el espíritu de nuestro tiempo. Los mártires nos preguntan si hay algo por lo que estaríamos dispuestos a morir. Estos mártires no separaron el amor a Dios y el amor a los hermanos. Aceptaron la igualdad de su bautismo en medio de una sociedad de castas. Nuestra sociedad rica no pude olvidar las bolsas hirientes de pobreza. Si seguimos el ejemplo de los mártires y creemos en la palabra del Señor, entonces comprenderemos la la libertad sublime y la alegría con que afrontaron
Termina el Papa pidiendo la intercesión de los mártires coreanos, de