Domingo, 24 de noviembre de 2024

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¡Corruptos! ¡Corruptos! ¡Corruptos!

por Creo, Señor, aumenta mi fe

 

A propósito del administrador astuto, (Lc 16, 113) el papa Francisco ha puesto el dedo en la llaga de la corrupción.

Un asunto, desgraciadamente, de gran actualidad. No siempre tratado con toda la profundidad que merece.

Con frecuencia echando pelotas fuera.

Los corruptos son los otros. Nosotros somos los puros. Cuando pensamos así, ¿nos estamos colocando como el fariseo de la parábola?

El papa Francisco aterriza y aterriza desde abajo. La corrupción siempre tiene un subsuelo de los pequeños sobornos y de incumplimiento de leyes sencillas. Un día parecen en la veleta de la torre. Han crecido desde los cimientos.

“Este administrador es un ejemplo de mundanidad. Alguno de vosotros podría decir: ¡pero este hombre ha hecho lo que hacen todos! ¡Pero todos, no! Algunos administradores, administraciones de empresas, administradores públicos, algunos administradores del gobierno. Quizá no son muchos. Pero es un poco esa actitud del camino más corto, más cómodo para ganarse la vida”.

Es el ambiente de mundanidad concreta, que no envuelve a todos, lo que debe cambiar. Me da mucho miedo cuando oigo criticar la corrupción y esa persona no se incluye en ella.

Más de una vez nos han propuesto con Iva o sin Iva, y hemos aceptado no pagarlo. Hemos realizado una obra en casa y hemos pagado sin factura. Dinero negro sin impuestos.

“Y la costumbre del soborno es una costumbre mundana y fuertemente pecadora. Es una costumbre que no viene de Dios:¡Dios nos ha pedido llevar el pan a casa con nuestro trabajo honesto! Y este hombre, administrador, pero ¿cómo? ¡Daba de comer a sus hijos pan sucio! Y sus hijos, quizá educados en colegios caros, quizá crecidos en ambientes cultos, habían recibido de su padre suciedad como comida, porque su padre llevando pan sucio a casa,¡había perdido la dignidad! ¡Y esto es un pecado grave! Porque se comienza, quizá, con un pequeño soborno,¡pero es como la droga eh”, ha advertido.

Por que se convierte en dependencia, debemos hacer las cosas, no con espíritu del mundo, sino honestamente.
Termina el papa con una oración por tantos niños y jóvenes que reciben pan sucio, pero ¡Están hambrientos de dignidad! La dignidad del trabajo digno, bien hecho, del trabajo de cada día.

“Quizá hoy nos hará bien a todos nosotros rezar por tantos niños y jóvenes que reciben este “pan sucio”: también estos están hambrientos, ¡están hambrientos de dignidad! Rezar para que el señor cambie el corazón de estos devotos del dios soborno y se den cuenta que la dignidad viene del tarjo digno, del trabajo honesto, del trabajo de cada día y no de los caminos más fáciles que al final te lo quitan todo”.

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