Domingo, 24 de noviembre de 2024

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El Martir Feo

por Creo, Señor, aumenta mi fe

El Hermano Felipe González de Heredia Barahona, Misionero Hijo del Inmaculado Corazón de María nació en San Asensio, Rioja Alta, tierra de buen vino, el 24 de mayo de 1889

    Recibió una educación cristiana de sus padres: José y Ezequiela. Para su maestro, Don Isidoro Escudero, fue buen alumno y cursó, con provecho, las asignaturas de primera Enseñanza.

    Ingresó en Valmaseda (Vizcaya) en el otoño de 1903. Allí cursó los cursos de humanidades, con suficiencia, para ingresar en el Noviciado. Los Superiores no le admitieron. En el Código de derecho Canónico anterior al de 1983 de Juan Pablo II había irregularidades físicas que impedían la ordenación sacerdotal. Los Superiores no le admitieron porque era  feo, no gozaba de buena salud, tenía deficiencias en la pronunciación y en audición.

   Entonces pidió, de nuevo, ingresar como Hermano Misionero. Sus padres confiesan que sometieron a toda clase de pruebas para que no volviera a la Congregación Claretiana. Su vocación pudo con todo. Profesó el 25-III1909 en Jerez de los Caballeros. Había conseguido su ideal.

   Sirvió en los trabajos más sencillos en varias Comunidades. Bajo una fachada poco atractiva se ocultaba una persona de profunda vida interior, modelo en la virtud. Amor entrañable a Cristo, al Corazón de María y a su Congregación.

    Con un fuerte abrazo se despidió de los 14 estudiantes teólogos que formaron la primera expedición, mártires en Fernán Caballero. Algún tiempo después, les acompañaría en el martirio en un lugar cercano.

    Al dispersarse la Comunidad de Ciudad Real el 30 de julio de 1936, el Hermano Felipe se refugió en casa de su hermano Salvador que vivía en la misma ciudad. Allí volvió después de un registro en la checa. Su cuñada, Leandra, le denunció repetidas veces y le trataba con aspereza en público y en privado. Los milicianos le dijeron: “Puesto que tienes interés, iremos a por él.”

    El día 2 de octubre, salió de la checa del Seminario, en un coche, acompañado de dos milicianos y de dos milicianas, camino de Fernán Caballero. Por Joaquín Muñoz, recogido en el mismo vehículo por los milicianos, sabemos que le sentaron entre las dos milicianas. Le torturaron física y moralmente. La miliciana Eugenia Burgos se burlaba de su aspecto y le decía: Tú no eres cura, sino fariseo.” Le contaba sus inmoralidades. El Hermano Felipe iba sereno con los ojos en el horizonte y las manos juntas en actitud de oración. Con navajas le amenazaban y pinchaban en las piernas. “Así te vamos a matar. Con estos perros no hay que gastar pólvora.”

   Al llegar a Fernán Caballero, un control los detuvo. Como el miliciano era analfabeto, pidió ayuda a Don  Pablo Martín Romo, Párroco del pueblo, vestido de seglar. Pudo comprobar cómo las milicianas, con unas navajas herían al Hermano Felipe que tenía el pantalón manchado de sangre. Se presentaron: “Solo vamos a matar a este frailuco. ¿Cuál es el camino del cementerio?”

   Acompañados de otro miliciano, llegaron al cementerio. Primero inspeccionaron el terreno. Volvieron al coche, bajaron todos, recogieron los fusiles y escopetas que llevaban en el interior y se dirigieron a la puerta del cementerio. El Hermano Felipe subió el escalón alto de la puerta y se arrodilló. Después se levantó y con los brazos en cruz gritó con energía: “¡Viva Cristo Rey y el Corazón de María!” Hicieron sobre él una fuerte descarga. Eugenia Burgos se acercó y le dio el tiro de gracia, mientra le decía: “Anda y que te vaya bien por tu cielo.

   El cadáver quedó abandonado hasta el día siguiente en que fue enterrado cerca de donde estaban los trece estudiantes claretianos de teología,  martirizados poco antes.

   Los milicianos lo celebraron en una taberna entre carcajadas: “¡De poco le ha servido gritar viva Cristo Rey! Ya queda uno menos.

  En el pueblo se corrió enseguida la voz de que la muerte del Hermano Felipe había sido ejemplar y heroica.

  Será beatificado el 13 de octubre en Tarragona.

 

                             

     

 

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