CIERRA LOS OJOS

CIERRA LOS OJOS

Educar la mente sin educar el corazón
no es educación en absoluto.
—Aristóteles— 

Una niña de aproximadamente cuatro años, le dice a su abuela:
—Abuelita cierra los ojos.
—Y ¿por qué quieres que cierre los ojos, hijita?
—Porque papá ha dicho, que cuando tú cierres los ojos, seremos millonarios.

          La ingenuidad de la niña pone de manifiesto el egoísmo de su padre y la educación que ella está recibiendo en su hogar. Educar es ante todo enseñar a querer. Sabe querer el que es capaz de sufrir por aquellos a quienes quiere: «Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por los amigos» (Jn. 15,13).

        La educación no es solo dar información, sino formación; no solo conocimientos, sino criterios; por eso es fundamental la coherencia. Hay que procurar vivir lo que uno dice. Si no, la educación no vale para nada. Porque los hijos perciben inmediatamente que uno dice cosas en las que no cree, porque si las creyera, las viviría.

        Lo que educa no es vivir una serie de valores, sino el luchar por vivir esos valores; en eso es en lo que se fijan nuestros hijos, nuestros alumnos: en nuestra intencionalidad. Los educandos tienen unos ojos que ven todo el entorno educativo. Y nosotros tenemos que demostrarles nuestro planteamiento educativo con nuestras vidas, porque el lenguaje de los hechos es el que más comunica.

         Que vean en nosotros claramente cuáles son nuestras prioridades, qué cosas son negociables y cuáles no. Debemos mostrarles muy claramente, con firmeza y suavidad, las cosas por las que no pasaríamos nunca y por qué.

         No hay que olvidar que educar no es solo darles conceptos, conocimientos; en última instancia educar es enseñar a querer. Por eso uno tiene que saber hacer atractivos los valores. Es una necesidad en la sociedad en la que vivimos. Tener referencias que nos hagan atractiva la verdad. En el caso de los hijos son los padres. Sin la ayuda de estos lo que se haga en los colegios u otras instituciones formativas vale muy poco.

          Que educar es una tarea compleja hoy, no cabe duda y por eso nos encontramos con padres desorientados que tienen miedo a sus hijos. Hay miedo a los hijos. Hay una especie de complejo de inferioridad con respecto a ellos que está haciendo mucho daño a la sociedad en general y a nuestros hijos en particular.

          La educación de los hijos es de lo más gratificante que el ser humano puede experimentar. Merece la pena porque ahí se encuentra una gran parte del éxito como persona. Y depende de nosotros, porque en este tema, el cerrar los ojos no nos va a hacer millonarios; más bien, lo contrario.