¡¡El Señor resucitó!!
¡¡¡EL SEÑOR RESUCITÓ!!!
Desde la experiencia pascual vivida en Colmenar Viejo con un grupo de Militantes de
Si tenéis experiencia de montañismo, sabéis que el pico al que nos dirigimos es fácil de divisar. Luego el camino nos crea problemas. A veces, se nos oculta la cumbre con otras menores; parece que la senda está perdida. En el recorrido, llueve, nieva, el sol pega duro. Sólo después de mucho sacrificio podemos cantar con alegría.
La comunidad cristiana primitiva mostró la alegría del Misterio Pascual cincuenta días después del acontecimiento. En este espacio de tiempo tuvo tres experiencias fuertes:
Pasión – Desconcierto, sufrimiento, negaciones, huída, traiciones.
Resurrección – El mismo que habían visto en tristeza y angustia, condenado, cargado con la cruz, muerto y sepultado, se mostraba ahora glorioso. Comía con ellos, pescaba con ellos, les alentaba en esperanza.
Pentecostés – La venida del Espíritu Santo les dio fuerza para testimoniar.
La auténtica experiencia de Pascua tiene recorrido en nuestra vida. Las tres etapas son necesarias si queremos llegar al encuentro glorioso con Jesús, el Señor Resucitado. No hay atajos. Puede ayudar la técnica. Los montes se suben con menos esfuerzo en zigzag. Llegas antes y más descansado.
El Papa Francisco en el domingo de Ramos nos dijo: “Y aquí viene la primera palabra: alegría. No sean nunca hombres, mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca se dejen vencer por el desánimo.
Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, a Jesús; de saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables… y ¡hay tantos!”
Sin entrar en discusión de palabras, me gusta más la palabra esperanza que la palabra alegría.
Durante varios meses, el año pasado, estuve en la enfermería que los claretianos tenemos en Colmenar Viejo. Hice la vida normal de enfermería en cuanto al horario. Os aseguro que después de noches sin dormir, con dolores que apretaban, con perspectiva de futuro cerrada, la persona de mi Señor Jesucristo estuvo presente. Mi caldo de cultivo, en esos momentos, no fue la alegría. Fue la esperanza. Creo que Él es siempre la esperanza, aun en los momentos duros.
Supongo que cuando muera mi madre, tiene ciento dos años y dos meses, no estaré alegre. Seguro que estaré esperanzado en Cristo Jesús, Señor nuestro.
¡¡¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!!!