Convirtámonos de corazón para buscar la Verdad
Hace poco pensaba tratar acerca de un tema importante: creer en la verdad o fiarse de opiniones sin fundamento. Pero ahora pienso que éste es mucho mayor: la propia conversión.
Si es necesario realizar el esfuerzo de verificar las propias fuentes de información y superar los prejuicios, aún lo es más el de vencerse a sí mismo para andar en humildad, es decir para andar en verdad. Es previo el cambio de mentalidad, la conversión del corazón, y desde esa postura no transigir con la verdad a medias ni su adulteración.
Díme qué crédito das y a qué persona y fuente de información se lo das, y te diré cuál es tu relación con la verdad acerca de todo lo que sucede. Pero también díme porqué te molesta o te irrita tanto cuando te quita la razón alguna persona, que sabes tiene menos idea que tú sobre lo que dominas o has verificado, y te diré qué complejos y prejuicios tienes. Ama la verdad por sí misma y no esperando que nadie te lo reconozca. La verdad no depende para serlo que sea plenamente evidente a ojos de todos.
Durante mis estudios de Medicina, hace ya más de treinta años por cierto, conocí a un compañero que se agobiaba mucho al verse en la obligación personal, quizá un poco patológica, de tener que discriminar qué es lo que iba asumiendo contrastadamente por su propia cuenta y verificación, principalmente en su carrera, y cuáles eran aquellos conocimientos que le estaban “colando” de modo más o menos gratuito. Que una y otra cosa influyeran en su pericia posterior era algo que realmente le importaba para ser un buen profesional del arte hipocrático o ciencia médica.
Tampoco hace falta ser tan complicado o minucioso, ni irse tan lejos, para descubrir la pasmosa facilidad con la que actualmente muchas personas, incluso familiares y amigos, se fían de cualquier opinión y fuente de información de la que no contrastan su veracidad. Lo peor no es eso, no, sino cuando ocurre, quizá por motivos de reputación, mantenimiento de palabra o autoridad frente a terceros, o vaya usted a saber, en un clima de cerrazón mental, sin reconocer el error frente a la evidencia incluso y no estar dispuesto a cambiar.
Conocer las fuentes fidedignas de una información especializada, verificarlas, contrastrarlas, debería de ser no sólo parte del ejercicio profesional de cualquiera dedicado a la comunicación, sino –por supuesto- de cualquier persona, en proceso de búsqueda de la Verdad. Díme de quién te fías y qué medios son dignos de tu seguimiento, y te diré cómo piensas y actúas.
Si se me ocurre hablar con un mínimo de seriedad manifestando mi opinión sobre alguna materia lo que debiera esperar de mí mismo, igual que los otros de mí, es que lo haga de forma cierta, verdadera, verificable, comprobable, digna de crédito y confianza. No se estudia algo para pasar el rato, sino para adquirir un conocimiento lo más preciso posible. ¿O acaso esperamos que los profesionales en cuyas manos a veces nos ponemos hablen de oídas o actúen según ciencia infusa? ¿No esperamos también nosotros de los demás una buena capacitación profesional?
Es una cuestión de rigor y seriedad frente a la verdad. No se puede vivir ya no sólo en la increencia de todo y de todos (porque es mentira, nadie vive así realmente), sino en el descrédito y desconfianza por delante cuando por detrás nos fiamos de aquello que nos conviene o apetece. ¿Acaso queremos que nos traten igual? Si, por ejemplo, preparamos una supuesta “exquisitez gastronómica” o una pequeña obra de arte con nuestras manos, ¿nos gustaría que nuestros comensales o aquellos que examinan nuestra maestría se sintieran suspicaces, pusieran pegas o dieran vueltas a aquello en lo que nosotros, aunque no tengamos una suficiente preparación académica seria y acreditada en artes culinarias o plásticas, destacamos aunque sea un poco? Saber un poco de algo no nos acredita como maestros de todo. Zapatero a tus zapatos, que se dice.
Actualmente, por ejemplo, con el tema de la renuncia de Benedicto XVI se han generado muchas opiniones, por ejemplo respecto qué títulos son los que según el derecho corresponden a su nueva situación. Veamos el siguiente vídeo que procede de una rueda de prensa con el máximo responsable y especialista actual en la materia. No es opinión, es información directa, aclaro:
Podemos caer en el riesgo de seguir aquellas interpretaciones que no sólo no están contrastadas sino que son engañosas, torcidas, proyectadas con un pensamiento y mentalidad distintas de las verdaderas, las que proceden de personas que ni han leído ni han entendido las fuentes primeras de la información. Por ejemplo, como escuché hace poco, la de decir que a Benedicto XVI le gusta más ser Papa emérito que obispo emérito de Roma, porque como Papa es más que obispo [risas ante tamaña ignorancia atrevida e indocumentada]. De nosotros depende ir a los lugares más fiables, a las fuentes de esas informaciones (no digo opiniones) o quedarnos con lo que nos cuentan los que que no paran de elucubrar, tergiversar e incluso burlarse en torno a sus propios prejuicios. ¿A quién haremos caso a la verdad citada fidedignamente en sus fuentes o a la opinión infundada?
Me quedo, a modo de moraleja, con esta frase de un discurso de Pablo VI, dirigido a los miembros del Consejo de Laicos, el 2 de octubre de 1974: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio.”