Érase un periodista pegado a una conspiración vaticana
por Ecce Adsum
Cuando un periodista francés se plantea un reportaje sobre algún asunto relacionado con España, lo primero y generalmente lo único que se le ocurre es trazar todo tipo de inverosímiles paralelismos entre la sociedad española actual y el mundo del toreo.
La historia de las portadas de periódicos franceses explotando el tópico español/torero es interminable.
Al periodista español le sucede lo mismo pero no con los franceses sino con la religión en general y con el Vaticano y el Papa en particular.
Al comentar la renuncia del Santo Padre, en estos días no ha faltado ni uno solo de los tópicos, es decir, de las mentiras, con que los medios españoles y sus profesionales suelen aliñar estas informaciones.
“El Vaticano es un nido de conspiraciones” se lleva la palma. Desde tiempos inmemoriales, o no tanto, muchos periodistas españoles repiten esta estupidez. Y digámoslo claramente: lo hacen a falta de otra cosa.
Es probable que en algún rincón del deteriorado intelecto del periodista (secta a la que pertenezco) se aplique el viejo principio de Pascal y surja un proceso similar al de los vasos comunicantes: el vacío de conocimientos se rellena de manera instantánea con los conocimientos adquiridos en otros campos.
¿Y qué es lo que más ha visto en su vida profesional un periodista español, sobre todo si se dedica a la información política? La porquería. La corrupción, el trapicheo, el chalaneo. En todos los tamaños posibles. Desde el choriceo que empieza en la propia redacción al robarle el tema a un compañero, hasta el sobre (la campaña publicitaria, la exclusiva) para no hablar de esto o aquello, pasando por el espectáculo de corrupción a gran escala que se sustancia en la vida política y económica.
Sean estos u otros motivos los que conducen al periodista a chupar del tópico, el caso es que llevamos unos cuantos días entregados a una suerte orgía mediática conspiranoica. Pero traslademos el foco desde la Plaza de San Pedro hasta el lugar de trabajo del inquieto periodista que denuncia el “nido de conspiradores” vaticano.
¿Qué es eso que se mueve al fondo de la redacción? ¿El de Nacional está intentando hacerle la cama al de Economía? ¿Y qué pasa con el de Opinión, que este mes ha comido dos veces con el consejero delegado?
Vasos comunicantes.
La historia de las portadas de periódicos franceses explotando el tópico español/torero es interminable.
Al periodista español le sucede lo mismo pero no con los franceses sino con la religión en general y con el Vaticano y el Papa en particular.
Al comentar la renuncia del Santo Padre, en estos días no ha faltado ni uno solo de los tópicos, es decir, de las mentiras, con que los medios españoles y sus profesionales suelen aliñar estas informaciones.
“El Vaticano es un nido de conspiraciones” se lleva la palma. Desde tiempos inmemoriales, o no tanto, muchos periodistas españoles repiten esta estupidez. Y digámoslo claramente: lo hacen a falta de otra cosa.
Es probable que en algún rincón del deteriorado intelecto del periodista (secta a la que pertenezco) se aplique el viejo principio de Pascal y surja un proceso similar al de los vasos comunicantes: el vacío de conocimientos se rellena de manera instantánea con los conocimientos adquiridos en otros campos.
¿Y qué es lo que más ha visto en su vida profesional un periodista español, sobre todo si se dedica a la información política? La porquería. La corrupción, el trapicheo, el chalaneo. En todos los tamaños posibles. Desde el choriceo que empieza en la propia redacción al robarle el tema a un compañero, hasta el sobre (la campaña publicitaria, la exclusiva) para no hablar de esto o aquello, pasando por el espectáculo de corrupción a gran escala que se sustancia en la vida política y económica.
Sean estos u otros motivos los que conducen al periodista a chupar del tópico, el caso es que llevamos unos cuantos días entregados a una suerte orgía mediática conspiranoica. Pero traslademos el foco desde la Plaza de San Pedro hasta el lugar de trabajo del inquieto periodista que denuncia el “nido de conspiradores” vaticano.
¿Qué es eso que se mueve al fondo de la redacción? ¿El de Nacional está intentando hacerle la cama al de Economía? ¿Y qué pasa con el de Opinión, que este mes ha comido dos veces con el consejero delegado?
Vasos comunicantes.
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