Viernes, 22 de noviembre de 2024

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La Misa de facebook

por Ecce Adsum

"Niña, métete ahí dentro", y la madre, satisfecha, retrata a su hija, que saluda desde el interior de un confesionario barroco.

No es una escena inventada, ni pasó en una iglesia perdida de un pueblo abandonado. La presencié en el centro de Madrid, a poca distancia de Cibeles, unos minutos antes de que empezara el Oficio del Jueves Santo.

En otra iglesia de acomodado barrio y devotos feligreses, durante el Ofertorio, un señor de aspecto respetable y que hasta aquel momento había seguido la Misa con respeto y devoción, responde a la llamada de su teléfono móvil. “¿Diga?” Y mantiene sin inmutarse una conversación de varios minutos en voz alta, para que todos podamos compartir sus avatares domésticos.
 
Una notabilísima porción de trasero me saluda desde el banco que tengo enfrente en la iglesia de una de las principales poblaciones que rodean Madrid. La propietaria de la muestra anatómica, que queda al descubierto a causa no sé si de un pantalón de cintura demasiado baja o de una camiseta demasiado corta, sigue la Misa con atención y no para de bisbisear lo que imagino son piadosas oraciones.
 
En otro templo de monumental porte, un muchacho pide a sus acompañantes que se coloquen al pie del altar mayor para hacer una foto. “Para mi facebook”, explica, y a todo el mundo le parece lo más normal del mundo. Qué menos que una foto de la celebración principal de los católicos en tu muro de facebook.  ¡Sobre todo si se les ve rezando o lo que hagan ahí dentro!
 
Un funeral. Los amigos y familiares del difunto se colocan en las primeras filas del templo. Por respeto y de manera instintiva, los que acudimos cada día a esta Misa nos sentamos a los lados y detrás.
 
A poco de iniciarse la ceremonia, el sacerdote se siente en la obligación de explicar que es preciso guardar silencio. La cosa irá a peor. Al iniciarse la Comunión informa de que no pueden acercarse quienes no han sido bautizados.
 
Más fotos. Muchas. Mejor durante la Consagración. Lo oiremos algún día: “¿Puede repetir? ¡Es que ha salido borrosa!”
 
Soy la persona menos indicada para señalar conductas inapropiadas. Cuarenta años fuera de la Iglesia, algunos de ellos contra la Iglesia, deberían impedirme abrir la boca para juzgar comportamientos ajenos en el interior de los templos.
 
O no. Porque gracias a Dios sigo viendo los templos como el primer día. Y como el recién llegado que soy.

Cada vez que entro en una iglesia, la que sea, donde sea, siento lo que sentí el primer día, cuando el Señor me rescató.
 
Y palpo y oigo y gusto y huelo el milagro de la paciente espera de Dios entre sus paredes, aguardando a que entremos todos.
 
Y percibo con una absoluta claridad su gesto de bienvenida cuando me ve entrar.
 
Por eso me duele el alma al contemplar la indiferencia ante esta divina paciencia. Me hace daño el desprecio de la ignorancia, la desgana frente al Sagrario.
 
En nuestras iglesias hay demasiado turista accidental. Católico o no. Feligrés habitual o no Recemos por su conversión.Y recemos también para que nuestros pastores se animen a considerar que tal vez no hay que esperar a que el Señor arregle todos nuestros desaguisados.
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