Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Falta calidad educativa por exceso de manipulación ideológica

por Luis Javier Moxó Soto

En las circunstancias políticas actuales nos encontramos con que se ha permitido que sean los pedagogos los que dicten programas y metodologías educativas a los demás profesionales de la enseñanza. Es como la clase hegemónica y protagonista. Los supuestos técnicos exclusivos de la enseñanza al poder de la gestión de la misma.

La ideología pedagógica, por lo tanto parcial, ha ido sustituyendo la falta de preparación pedagógica de no pocos maestros en aras a un cumplimiento legal y político de objetivos y contenidos en una programación didáctica. Se vende una pretendida objetividad a cambio de la desconsideración de otros muchos factores, como los que aporta la Psicología educativa en el desarrollo de habilidades, y del Magisterio en cuanto a la coordinación global de todos los profesionales que se dedican a la enseñanza.

Hoy en día la Pedagogía se encuentra por un lado sobrevalorada y por otro mal aplicada. Sobrevalorada porque desde el puesto donde se la ha colocado pretende, desde la norma legal, atraer, convencer y vencer todo aquello y a todo aquel que sea un elemento en contra o que se desvíe de lo marcado, del currículo escolar establecido por ley. Y esto lo ejecuta en el centro educativo también, pues se vale -entre otros instrumentos- del informe, mucho mejor y completo, claro está (para algunos de ellos) que el del pediatra y psicólogo. ¿Por qué no hay una mejor coordinación entre todos esos profesionales para el bien del alumno? Mal aplicada porque desconoce en profundidad todo el ámbito vital familiar y de toda la interacción escolar coordinada de la aplicación concreta y práctica de los recursos, técnicas y normas que, esos sí, conoce y pretende imponer a toda costa.

Me estoy refiriendo a la materia en cuanto tal, entiéndaseme bien, y no a los pedagogos concretos, que pueden ser más o menos beligerantes o impositivos según esta “cancha” que se les está dando de protagonismo. Los hay más idealistas e incluso colaboradores en equipo, pero no son precisamente ésos los que ocupan puestos de responsabilidad política, no señor.

Cuando se junta la política y la educación, es decir, cuando se ideologiza el proceso de enseñanza-aprendizaje, ocurren situaciones como la de pretender hacer del sistema de evaluación un "código abierto" donde los padres de nuestros alumnos puedan analizar si realmente los docentes evaluamos con objetividad matemática y precisa. Muchos de ellos no los educan y ¿pretenden que nosotros lo hagamos con ese sistema incompleto e ideologizado de base?

Cuando se nos exige que cada criterio de evaluación se descomponga en un mínimo de diez indicadores a ver quién es el guapo o la guapa que evalúa con total objetividad, máxime cuando el sistema se implanta una vez comenzado el curso.

Calculen por un momento la cantidad de preguntas y aspectos a evaluar si se dispone -en un ejemplo totalmente hipotético- de unos veinte alumnos, y se ha de examinarlos de cuatro o cinco criterios de evaluación, y cada uno de estos criterios se subdivide a su vez en diez indicadores, con sus correspondientes criterios de ponderación. Las cuentas suponen para un mínimo de cuatro criterios, cuarenta indicadores y en total, para veinte alumnos ochocientas preguntas o aspectos a evaluar durante unos tres o cuatro meses, con distinto grado de importancia. ¿Cuántas sesiones de aula harían falta? Puesto que la suficiencia establecida supera la real, incluso ésta ha de rebajarse, es decir: la calidad desciende.

Y es que el complejo de maestro de su falta de formación pedagógica (que va subsanándose poco a poco) junto a la fiscalización cada vez mayor de políticos y padres acosadores (que va en aumento), además de alumnos maleducados porque algunos padres no saben o no quieren o nadie les enseña a ser de verdad padres de una vez, está todo eso en contra de una calidad mínima en la enseñanza.

¿Cuántos profesionales de la educación están hoy en día presentes en puestos de responsabilidad política? Compárese su modelo de gestión con el de aquellos pedagogos que solamente les interesa el control de determinados ítems como si de una fábrica de producción en serie se tratase.

Para terminar: trabajar así hoy en día en educación dejando aparte la evaluación global y centrándose solamente en la evaluación de  objetivos y contenidos, dejando las competencias solamente en fase de programación y no en ejecución, es como si para hacer un mueble nos dedicáramos a estudiar, y saber muy bien (incluso de memoria), los elementos que componen la estructura biológica y molecular o microscópica de un árbol. Pero saber qué instrumento tengo que utilizar para obtener la madera, los procedimientos de serrado y cortado, las dimensiones de las tablas que necesito y su encaje, su coordinación de unas con otras, quedarían en el olvido. Y la sociedad nos va a pedir cuentas sobre la educación y finalización del proyecto vital de cada persona. No somos muebles, no obstante. El ejemplo tiene sus límites, lógicamente.

Y habiendo este sistema de evaluación y de trabajo, en clave ideológica en la enseñanza, ¿nos seguiremos quejando del fracaso escolar? Tenemos que optar urgentemente por una mayor y mejor comunicación y coordinación entre docentes y familias, entre padres, maestros, psicólogos, pedagogos, pediatras… Si no evolucionamos así, la formación humana global del futuro correrá el riesgo de ser muy incompleta,  y tendremos unos alumnos que cumplan muy bien la ley, muy ideologizados y obedientes (más o menos y a base de la fuerza de la sanción), pero muy incompetentes y muy poco maduros como personas. ¿Nos suena en algo esto a muchos jóvenes que vemos como perdidos y sin norte, violentos, en nuestras ciudades? ¿Qué sociedad estamos haciendo? Es realmente preocupante.

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