Creyente, practicante y MILITANTE
Hace poco mi amigo Jorge, el cura, me decía –entre otras cosas- en un correo (el subrayado es mío):
…Creo que es el momento de ser no sólo creyentes y practicantes, sino militantes de nuestra fe. Hoy no se puede andar con ambigüedades. Y una cosa es ser crítico y otra arremeter contra nuestra madre la Iglesia por sistema.
Soy un desastre a la hora de mandar cosas para publicar. Pero mi blog es tuyo y no sólo no me importa que tomes lo que quieras y lo publiques donde te sea menester, sino que te estaré muy agradecido si lo haces.
Cuenta con mis pobres oraciones, mi afecto y mi amistad.
Un fuerte abrazo en Cristo.
Jorge
Por esa razón, quiero incluir el post que pongo a continuación, que encontré en su blog: Me parece una razón muy válida para estar aquí escribiendo, porque ya saben, y si no se lo digo o repito, que él (Jorge) tiene bastante “culpa” que esté hoy aquí con ustedes y que me puedan leer, por querer ser más coherente con la fe que he recibido.
Creyente, practicante y MILITANTE
Por Jorge González Guadalix
(Dedicado a mi amigo Juanjo)
Tengo un buen amigo y feligrés que no deja de repetirlo. Es el momento de ser “militante”.
Él lo explica perfectamente. Creyentes y practicantes, por supuesto. Pero además militantes, es decir, que se note que lo somos desde los signos externos hasta la palabra más clara y contundente.
Le doy la razón. Somos, empezando por un servidor, cristianos vergonzantes. No sé si por la cosa de no molestar, o de que no nos molesten, llevamos la fe escondidita donde nadie la vea. Pocos o nulos símbolos religiosos. Silencio en cuestiones controvertidas de fe o moral. La callada por respuesta cuando la iglesia es atacada. Gente incluso que me dice que sienten una cierta vergüenza de manifestarse como creyentes desde esa mala conciencia metida en tantas mentes erradas de que los católicos somos algo así como los causantes de todo el mal de la humanidad. Te dicen que cómo se van a manifestar como creyentes con eso de la pederastia, las riquezas del Vaticano, las cruzadas y la inquisición. Triste. Muy triste.
Creyentes. Practicantes. Militantes. Desde lo más simple, como colocar un crucifijo en el despacho –quizá no tan simple- , una medalla en el coche, una cruz al cuello. Tener una comida oficial un viernes de cuaresma y decir que él carne no come y explicar por qué. Un viaje oficial y decir que es domingo y que tiene que ir a misa. Entrar en una iglesia de visita, hacer una genuflexión y rezar. Escuchar una de esas conversaciones tan hirientes contra la Iglesia y decir que no está de acuerdo, que es creyente y ruega respeto. Emprender un viaje y santiguarse al inicio en su asiento del avión. Escoger cuidadosamente las felicitaciones de Navidad para alejarse de los paisajes blancos y conseguir que todas tengan un motivo religioso. Santiguarse al comenzar a comer aunque esté en un restaurante abarrotado.
Cosas simples. Pero que curiosamente impactan.
Yo invito a la militancia cristiana. No a la beligerancia sin más. Sino a perder el miedo a manifestarnos como creyentes. Ya va siendo hora.