¿Dónde está tu hermano?
Cuando una actriz norteamericana le dice a Teresa de Calcuta que ella no realizaría lo que está viendo ni por un millón de dólares, madre Teresa le contesta: <
En los números 95-109 del documento <
No podemos ridiculizar la falsa santidad. Corremos el peligro de quitar del horizonte cristiano la verdadera.
Aceptar las obras del Evangelio <
Con muchos fallos, pero lo mejor que hemos hecho los cristianos a lo largo de la historia, han sido las obras de misericordia. Pienso en mi hermano Misionero Claretiano, 44 años en América, en lugares muy pobres. Pienso en tantas personas que atienden a sus familiares enfermos. Casas de ancianos etc. Nunca podemos contentarnos mientras haya necesidades y sistemas opresores.
Dos errores podemos cometer: “Por una parte, el delos cristianos que eparan estas exigencias del evangelio de su relación personal con el Señor, de la unión interior con él, de la gracia. Así se convierte el cristianismo en una especie de ONG, quitándole la mística luminosa que tan bien vivieron y manifestaron san francisco de Asís, san Vicente de Paul, santa Teresa de Calcuta y otros muchos. A estos grades santos ni la oración, ni el amor a Dios, ni la lectura del Evangelio les disminuyeron la pasión o la eficacia de su entrega al prójimo, sino todo lo contrario”.
También es nocivo e ideológico el error de quienes viven sospechando del compromiso social de los demás, considerándolo algo superficial, mundano, secularista, comunista, populista…La defensa del inocente que no ha nacido, por ejemplo, de be ser dura, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana. Siempre sagrada… Pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido… la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos, … las nuevas formas de esclavitud”.
La verdadera oración, nunca nos encierra en un culto fácil: “Será difícil que nos ocupemos y dediquemos energías a dar una mano a los que están mal si no cultivamos una cierta austeridad, si no luchamos contra esa fiebre que nos impone la sociedad de consumo para vendernos cosas, y que termina convirtiéndonos en pobres insatisfechos que quieren tenerlo todo y probarlo todo. También el consumo de información superficial y las formas de comunicación rápida y virtual pueden ser un factor de atontamiento que se lleva todo nuestro tiempo y nos aleja de la carne sufriente de los hermanos. En medio de esa vorágine actual, el Evangelio vuelve a resonar para ofrecernos una vida diferente, más sana y más feliz”.