Viernes, 22 de noviembre de 2024

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¡Vuelve la Iglesia, saliendo de las catacumbas!

por Jorge López Teulón

Estas palabras fueron pronunciadas en la Catedral de Shkodra (Albania) por el Beato Juan Pablo II, durante la consagración episcopal de cuatro nuevos obispos con los que se restablecía la jerarquía católica en el pequeño país balcánico. Fueron exactamente doce horas las que el Pontífice estuvo en el país de las águilas. El domingo 25 de marzo de 1993 el Papa hacía uno de los viajes internacionales más breves de su pontificado. Comentó el sacerdote y periodista Antonio Pelayo que se trataba de “una revancha de la Historia contra quienes hasta hace pocos años se ufanaban proclamando esta minúscula república balcánica como el primer país absolutamente ateo del mundo”.

El primer mártir de Shkodra
El día 16 de agosto de 1944, con ocasión de la fiesta de san Roque que se celebra en Shiroka, localidad situada a la vera del lago de Shkodra, durante la procesión, don Ndre Zadeja dirigió al pueblo y a la juventud un breve discurso: “Quiero deciros hoy dos palabras a vosotros, y especialmente a los jóvenes: una nube negra, cargada de una ideología roja, se cierne sobre vuestra cabeza. Tiene la intención de descargar sobre vosotros. Si así sucede, no podréis hacer nada contra ella: sólo soportarla con todos sus males y, entre ellos, la negación de Dios”.

El Siervo de Dios Ndre Zadeja (1892), sacerdote fervoroso y valiente, pronunció estas palabras tres meses antes de que Albania fuese dominada por el comunismo más salvaje. Siete meses después de aquel anuncio, será fusilado detrás de la pared del cementerio católico de Shkodra. El domingo 25 de marzo de 1945 caía el primer sacerdote de la ciudad. Desde el 9 de noviembre de 2002 su nombre está incluido en el proceso de beatificación de 40 mártires albaneses.
Al morir el dictador Enver Hoxha en 1985, Ramiz Alia se convirtió en el máximo dirigente de Albania. A pesar de afirmar en el funeral de Hoxha (“Albania será siempre fuerte, siempre roja, como tú la deseaste, camarada Enver”), llevó a cabo una serie de reformas que culminaron con la privatización de la economía y la convocatoria de elecciones multipartidistas en 1991. En ellas, Ramiz Alia fue elegido Presidente de la República, pero dimitió en 1992 tras una huelga general. Ese mismo año fue detenido y acusado de genocidio y crímenes contra la humanidad, permaneciendo en prisión hasta 1997. Durante esos primeros años (19851990) no faltaron formas solapadas de la dictadura comunista contra las diversas religiones y especialmente contra la católica.
Pero todo terminó, o mejor dicho, todo empezó nuevamente el 4 de noviembre de 1990. En el cementerio católico de Shkodra, donde yacen algunos de los mártires del comunismo albanés, donde está la tumba del protomártir Ndre Zadeja, un sacerdote diocesano se dispone a celebrar la Santa Misa.
 
La misa del 4 de noviembre de 1990
            El Padre Simon Zef Jubani, fue condenado ocho veces por “agitación y propaganda contra el comunismo” y, por ello, estuvo preso desde el 15 de enero de 1964 hasta el 12 de abril de 1989: ¡en total 26 años! Tras ser liberado, se fue a vivir con su familia y empezó a ejercer el ministerio. Durante el día se quedaba en casa y sólo por las noches visitaba a las familias y administraba los sacramentos. Entonces llegó el 4 de noviembre de 1990.
Él mismo lo narraba así:

Una ambulancia se paró frente a la casa de mi cuñada. El chofer me dijo que tenía que acudir al cementerio de Shkodra, porque allí me esperaban unas cuatro o cinco mil personas que deseaban oír la Santa Misa. Yo contesté que estaba dispuesto. Una mesilla me sirvió de altar. Después del Evangelio, pronuncié un sermón improvisado en el cual agradecí a los presentes que me hubieran llamado para recordar juntos en la Santa Misa a los difuntos.

Al domingo siguiente, 11 de noviembre, calculo que acudieron al cementerio de cincuenta a sesenta mil personas venidas de toda Albania, no sólo católicos, sino también musulmanes. Había muchos jóvenes que querían protegerme. De haber sido atacado, se hubieran desencadenado altercados. La policía, como era consciente de ello, no intervino y se mezcló con los fieles. En la homilía cite una frase de nuestro héroe nacional Skanderberg: “No os traigo la libertad, ésta la encuentro en vuestros corazones”. Luego les dije a los fieles: “No os traigo la religión, ésta ya arde en vuestros corazones, como demuestra vuestra presencia aquí para rezar al Señor y darle gracias”.
Pero toda aquella gente, que poco a poco fue poblando las misas del cementerio de Shkodra, no podía ni siquiera imaginar que, tan sólo dos años y medio después, el papa Juan Pablo II recorrería las calles de su ciudad.
En aquella mañana de consagraciones el Papa dirá a los albaneses: “La Eucaristía vuelve a vuestra patria. Vuelve la Iglesia, saliendo de las catacumbas, como en tiempos del antiguo imperio romano y, rebosante de alegría por la libertad recuperada, anuncia: “¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado!”.

El 13 de febrero de 1991 el Padre Jubani estuvo con el Papa en Roma, en una audiencia privada. Él fue el primero que invitó al Papa a visitar Albania. La sorpresa final llegó el día de Navidad del año siguiente cuando Juan Pablo II firmaba el nombramiento de los cuatro nuevos obispos y anunciaba que él mismo acudiría para su consagración y así, restaurar la jerarquía católica en Albania. En la foto, el Papa besa a su llegada el querido suelo albanés.
 
Sin Dios, un pueblo no avanza
Con este título el recién estrenado “Alfa y Omega, (en su primera etapa aparecía como suplemento de religión de “La Información de Madrid”, diario que apenas duró un año y se publicaron 40 números) publicaba en su séptimo número (20.11.1994) una entrevista exclusiva realizada por Antonio Allen al padre Jubani. Este es su impresionante testimonio:
El obispo me nombró párroco de Mirdita, la zona más católica y pobre. Me ordenó no predicar, sino solamente administrar los sacramentos, para no terminar en prisión, pero yo predicaba cada día y cada dos o tres meses me citaba la policía. Seis años más tarde me arrestaron. El primer interrogatorio duró cuatro meses. Siempre me escupían o me golpeaban. Otras veces me ataban las manos y les pies, me ponían a dormir en el suelo, me mantenían a pan y agua. Lo más terrible era cuando me metían en un ataúd, atado de pies y manos. Antes, a mí y a otros que sometían a la misma tortura, nos habían arrancado los dientes para que no nos cortáramos la lengua con ellos. También era terrible cuando te sujetaban un aro de madera en la cabeza y comenzaban a apretar. Yo, a sus preguntas, siempre les decía lo mismo: que la doctrina católica era contraria a la suya atea y marxista, y que lo único que había hecho y seguiría haciendo era predicar el Evangelio.
Me condenaron a trabajos forzados en las minas. El trabajo allí era de hasta 14 ó 15 horas, y era tan duro que los pobres prisioneros se rompían los brazos o las piernas sólo para ir al hospital y descansar. Nos torturaban también aplicándonos corriente eléctrica en los oídos, o con agua hirviendo. A veces nos ponían astillas de pino entre las uñas y las incendiaban. Y era normal recibir bastonazos, patadas en la boca o bofetadas. Es mejor no recordarlo. La mejor suerte era la deportación, y muchos hubiesen preferido estar entre los fusilados.
Yo me negué a trabajar, pues no me consideraba un preso común, ni había cometido ningún delito. Entonces me tuvieron en una celda dos años. A veces tenía que dormir en celdas llenas de agua. Frecuentemente me dejaban a pan y agua, me mantenían atados de pies y manos a una columna, de pie todo el tiempo, o ponían un altavoz para que no pudiera dormir. Y todos los días venían a preguntarme si me había decidido a ir a trabajar con ellos.
Cuando se convencieron de que mi cabeza era muy dura, me llevaron a la prisión de Burrelli, en la que me encontré escritas las palabras de Dante: “Dejad toda esperanza, vosotros que entráis”. Allí nos metieron en celdas de 8 metros por 4, y siempre éramos de 25 a 36 personas en la celda; vamos como sardinas en lata. No se podía dormir tendido de un lado, y cada movimiento significaba molestar al otro. Allí se hacía la comida, el baño, todo. Había una suciedad y un olor insoportables. Era una prisión destinada a eliminar todos los valores que nos dan una dimensión humana. Según ellos era un “centro de educación”. Un día les dije que éramos tratados como bestias, pero que ya cambiaría todo cuando muriera Hohxa. Me condenaron a 10 años más. Ir al tribunal era la forma de salir, ver un árbol, a un niño, un paisaje; dentro no veíamos nada.
A la pregunta del periodista sobre cómo pudo soportar todo esto, responde:
Dios me ha dado dos cualidades muy grandes: una cabeza muy dura y mucho sentido del humor, además de una salud fuerte. Pero, a decir verdad, creo que pude pasar todos estos sufrimientos gracias a la oración… Cuanto mayor es la persecución, tanto más grande es la ayuda de Dios y de la Santísima Virgen. En todos estos años nunca dejé de rezar los quince misterios del rosario.
Simon Zef Jubani nació el 8 de marzo de 1927 (un mes antes que el Papa Benedicto XVI). Tiene 84 años. El video está en albanés pero podéis ver la capilla del Cementerio de Shkodra donde más de 50.000 personas obligaron al gobierno a que les concediesen la libertad religiosa. El comunismo se dedico a regar el país de odio, a pervertir, a degenerar, a corromper. Cristo venció tras tanta oscuridad.
Por cierto, las dificultades en su forma de hablar no es por la lengua (albanés) o por su edad… no olvidéis que le arrancaron todos los dientes.


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