Pacifismo-ficción
por Alejandro Campoy
Cabe señalar en primer lugar que no puede haber una equivalencia entre el sustantivo "paz" y su derivado "pacifismo", desde el momento en que el primero denota un estado tanto interior como exterior, mientras que el segundo hace referencia a una ideología.
En cuanto a la paz como estado interior, éste se refiere a una ausencia de conflicto interno, derivado o consecuente de un estado previo de unidad interior, en el que han desaparecido las fracturas propias de un alma en conflicto consigo misma. Por lo tanto, es una estado al que se accede como consecuencia de un proceso previo en el cual la constante ha sido, precisamente, la lucha.
En cuanto a la paz como estado externo, parece fácil deducir que se trata de un modo de estar en el mundo en el que han desaparecido también las situaciones de conflicto con el otro, con el vecino, con el próximo, y por extensión, con el ajeno, el lejano. Así mismo, ha desaparecido cualquier tipo de conflicto con el mundo exterior entendido como lo físico. A este estado se llega también como consecuencia de un esfuerzo previo, en cierto sentido un estado de lucha.
Ahora bien, esta consecución de la paz como resultado, como consecuencia de una lucha previa se alcanza precisamente cuando esa lucha no tiene como finalidad la obtención de la paz en sí misma, sino la obtención de otra cosa. La paz, por lo tanto, no puede ser un fin en sí mismo, sino una consecuencia de otra finalidad diferente. Veamos ésto con algunos ejemplos.
En cuanto a la paz como estado externo, los ejemplos son fáciles de encontrar por doquier: un pueblo se levanta frente a un poder arbitrario y dictatorial y comienza una lucha no precisamente para obtener la paz, sino para obtener la libertad. Como consecuencia de esa lucha por la libertad, y una vez obtenida la victoria, aparece como un bien añadido la paz.
Todo el movimiento de la no-violencia es un claro ejemplo de lucha, sin medios violentos, de resistencia, para obtener un fin que es distinto de la paz: en el caso de Ghandi, la independencia, la libertad de la India; en el caso de Luther King, la igualdad, la no discriminación. En ambos casos, la justicia. En ninguno de ellos, la paz en sí misma. De nuevo, vemos que la paz nunca puede ser un fin en sí mismo, pues es un estado que presupone ausencia de conflicto, luego nunca puede ser el punto de partida, sino un punto de llegada al que se accede sólo y únicamente tras una lucha previa, sea ésta violenta o no violenta.
Igual sucede con la paz como estado interno; sólo se accede a ella tras una lucha previa que está orientada a la consecución de otro fin que no es la paz: el dominio de los propios apetitos, la resistencia a la tentación y, en última instancia, Dios mismo. Sólo el acceso a Dios proporciona la paz, pero jamás al contrario, no se puede buscar la paz como condición previa para acceder a Dios. La búsqueda de Dios exige luchas terribles, y de esto saben mucho los hombres y mujeres que han seguido la llamada a una vida contemplativa.
¿Que sucede, entonces, con el pacifismo como ideología? Que ha invertido los términos y ha desembocado en una imposibilidad fáctica, conceptual y real. Esto se ve a primera vista en el oxímoron que esgrime como bandera el pacifismo militante, "luchar por la paz". El error del pacifismo consiste en situar la paz como un fin en si mismo, lo cual es por completo imposible. Igualmente, se toma la paz como punto de partida, no como un punto de llegada que viene dado como consecuencia de un proceso previo de lucha.
De esta forma, se reclama una ausencia de conflicto permanente y como punto de partida: un ejemplo reciente y muy evidente lo tenemos en las protestas habidas en España frente a la brutal represión marroquí de las protestas saharauis en El Aaiún: mientras un Bardem gritaba "paz, paz, paz", jóvenes saharauis gritaban a su lado compartiendo el mismo escenario "guerra, guerra, guerra". Naturalmente, el equivocado era el Bardem de turno.
Ni en el Sáhara español ni en ningún lugar del mundo podrá haber paz mientras exista la más mínima situación de falta de libertad. En ningún lugar será posible la paz mientras se dé la más mínima injusticia. Es imposible la paz mientras exista discriminación, sometimiento y mucho menos esclavitud. Todas estas situaciones impulsan a la guerra, jamás a la paz. De un modo más genérico, estas situaciones impulsan a la lucha que, en la medida en que esta lucha puede llegar a ser no-violenta, ya no adquiere la forma de guerra, sino de resistencia. Pero ninguna de estas situaciones es un estado de paz.
El pacifismo como ideología es, simplemente, un imposible. A lo largo de toda la Historia los hombres han luchado por la libertad, por la justicia, por la igualdad o por cualesquiera otras causas, valores o principios, pero jamás por la paz en sí misma.
Ocurre, además, que el pacifismo militante se niega a sí mismo de contínuo, pues considera legítimas algunas formas de guerra frente a otras: la resistencia francesa frente a los dominadores nazis, los partisanos de toda la Europa del este en su lucha contra esos mismos nazis (no frente a los soviéticos, claro), los románticos guerrilleros latinoamericanos de todas las épocas, Che Guevara en el papel del Mesías, etc, etc.
Esto pone de manifiesto dos cosas: la primera, ya mencionada, es que el pacifismo en cuanto que tal es imposible, pues los hombres luchan necesariamente por otros valores que no son la paz, como la libertad, la igualdad, la justicia, y la segunda, que el llamado pacifismo no es sino una máscara que esconde otro tipo de intenciones, y como tal engaño, es terriblemente perjudicial para nuestras actuales sociedades y como tal debe ser denunciado y desterrado de ese conjunto de "valores" que están impregnando nuestro sistema educativo, por ejemplo
Finalmente, se deduce para obtener la paz haya que decir en miles de ocasiones "sí a la guerra", como tuvo que decir Europa finalmente frente a las permanentes agresiones de un hombre llamado Adolf Hitler, y que poner por delante un "no a la guerra" como principio y fin último no sea sino la mejor forma de desencadenar esa misma guerra que se detesta. Pero el pacifismo como ideología no cae en la cuenta (o quizás lo sabe demasiado bien) de esa fundamental contradicción que alberga en su seno, y que no es sino causa de una degradación de la condición humana, condenada a vivir en lucha permanente por la consecución de los más altos fines. Sólo en esta lucha se encuentra la paz.. La renuncia a ella produce subhumanos.
En cuanto a la paz como estado interior, éste se refiere a una ausencia de conflicto interno, derivado o consecuente de un estado previo de unidad interior, en el que han desaparecido las fracturas propias de un alma en conflicto consigo misma. Por lo tanto, es una estado al que se accede como consecuencia de un proceso previo en el cual la constante ha sido, precisamente, la lucha.
En cuanto a la paz como estado externo, parece fácil deducir que se trata de un modo de estar en el mundo en el que han desaparecido también las situaciones de conflicto con el otro, con el vecino, con el próximo, y por extensión, con el ajeno, el lejano. Así mismo, ha desaparecido cualquier tipo de conflicto con el mundo exterior entendido como lo físico. A este estado se llega también como consecuencia de un esfuerzo previo, en cierto sentido un estado de lucha.
Ahora bien, esta consecución de la paz como resultado, como consecuencia de una lucha previa se alcanza precisamente cuando esa lucha no tiene como finalidad la obtención de la paz en sí misma, sino la obtención de otra cosa. La paz, por lo tanto, no puede ser un fin en sí mismo, sino una consecuencia de otra finalidad diferente. Veamos ésto con algunos ejemplos.
En cuanto a la paz como estado externo, los ejemplos son fáciles de encontrar por doquier: un pueblo se levanta frente a un poder arbitrario y dictatorial y comienza una lucha no precisamente para obtener la paz, sino para obtener la libertad. Como consecuencia de esa lucha por la libertad, y una vez obtenida la victoria, aparece como un bien añadido la paz.
Todo el movimiento de la no-violencia es un claro ejemplo de lucha, sin medios violentos, de resistencia, para obtener un fin que es distinto de la paz: en el caso de Ghandi, la independencia, la libertad de la India; en el caso de Luther King, la igualdad, la no discriminación. En ambos casos, la justicia. En ninguno de ellos, la paz en sí misma. De nuevo, vemos que la paz nunca puede ser un fin en sí mismo, pues es un estado que presupone ausencia de conflicto, luego nunca puede ser el punto de partida, sino un punto de llegada al que se accede sólo y únicamente tras una lucha previa, sea ésta violenta o no violenta.
Igual sucede con la paz como estado interno; sólo se accede a ella tras una lucha previa que está orientada a la consecución de otro fin que no es la paz: el dominio de los propios apetitos, la resistencia a la tentación y, en última instancia, Dios mismo. Sólo el acceso a Dios proporciona la paz, pero jamás al contrario, no se puede buscar la paz como condición previa para acceder a Dios. La búsqueda de Dios exige luchas terribles, y de esto saben mucho los hombres y mujeres que han seguido la llamada a una vida contemplativa.
¿Que sucede, entonces, con el pacifismo como ideología? Que ha invertido los términos y ha desembocado en una imposibilidad fáctica, conceptual y real. Esto se ve a primera vista en el oxímoron que esgrime como bandera el pacifismo militante, "luchar por la paz". El error del pacifismo consiste en situar la paz como un fin en si mismo, lo cual es por completo imposible. Igualmente, se toma la paz como punto de partida, no como un punto de llegada que viene dado como consecuencia de un proceso previo de lucha.
De esta forma, se reclama una ausencia de conflicto permanente y como punto de partida: un ejemplo reciente y muy evidente lo tenemos en las protestas habidas en España frente a la brutal represión marroquí de las protestas saharauis en El Aaiún: mientras un Bardem gritaba "paz, paz, paz", jóvenes saharauis gritaban a su lado compartiendo el mismo escenario "guerra, guerra, guerra". Naturalmente, el equivocado era el Bardem de turno.
Ni en el Sáhara español ni en ningún lugar del mundo podrá haber paz mientras exista la más mínima situación de falta de libertad. En ningún lugar será posible la paz mientras se dé la más mínima injusticia. Es imposible la paz mientras exista discriminación, sometimiento y mucho menos esclavitud. Todas estas situaciones impulsan a la guerra, jamás a la paz. De un modo más genérico, estas situaciones impulsan a la lucha que, en la medida en que esta lucha puede llegar a ser no-violenta, ya no adquiere la forma de guerra, sino de resistencia. Pero ninguna de estas situaciones es un estado de paz.
El pacifismo como ideología es, simplemente, un imposible. A lo largo de toda la Historia los hombres han luchado por la libertad, por la justicia, por la igualdad o por cualesquiera otras causas, valores o principios, pero jamás por la paz en sí misma.
Ocurre, además, que el pacifismo militante se niega a sí mismo de contínuo, pues considera legítimas algunas formas de guerra frente a otras: la resistencia francesa frente a los dominadores nazis, los partisanos de toda la Europa del este en su lucha contra esos mismos nazis (no frente a los soviéticos, claro), los románticos guerrilleros latinoamericanos de todas las épocas, Che Guevara en el papel del Mesías, etc, etc.
Esto pone de manifiesto dos cosas: la primera, ya mencionada, es que el pacifismo en cuanto que tal es imposible, pues los hombres luchan necesariamente por otros valores que no son la paz, como la libertad, la igualdad, la justicia, y la segunda, que el llamado pacifismo no es sino una máscara que esconde otro tipo de intenciones, y como tal engaño, es terriblemente perjudicial para nuestras actuales sociedades y como tal debe ser denunciado y desterrado de ese conjunto de "valores" que están impregnando nuestro sistema educativo, por ejemplo
Finalmente, se deduce para obtener la paz haya que decir en miles de ocasiones "sí a la guerra", como tuvo que decir Europa finalmente frente a las permanentes agresiones de un hombre llamado Adolf Hitler, y que poner por delante un "no a la guerra" como principio y fin último no sea sino la mejor forma de desencadenar esa misma guerra que se detesta. Pero el pacifismo como ideología no cae en la cuenta (o quizás lo sabe demasiado bien) de esa fundamental contradicción que alberga en su seno, y que no es sino causa de una degradación de la condición humana, condenada a vivir en lucha permanente por la consecución de los más altos fines. Sólo en esta lucha se encuentra la paz.. La renuncia a ella produce subhumanos.
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