Por supuesto que pueden: Parte I
por Jaime Alejandro
El analista Chris Martenson (versión completa en inglés) pone en duda las previsiones del déficit del gobierno de Obama. ¡Ni corto ni perezoso, Obama, pronostica una reducción del déficit público al 3 % mediante un incremento de los ingresos fiscales de un 65 %, en cuatro años! Si leen ustedes el artículo, comprobarán que el pronóstico parece, a primera vista, pura fantasía. Pero si lo analizamos, a lo mejor no es fantasía y se trate, en realidad, de una declaración de intenciones.
Si separamos los factores que Martenson describe y pueden aumentar la recaudación tenemos; el primero, subir los impuestos en una cuantía proporcional sin que afecte a la capacidad productiva ni al nivel de recaudación; el segundo, que la economía crezca proporcionalmente para lograr ese 65 % de incremento fiscal –mayor producción igual a mayor recaudación-; el tercero, dejar que la inflación se dispare y con la subida de precios aumentar los ingresos fiscales –mayores precios es igual a mayor recaudación fiscal-; y el cuarto, sería una acción combinada de los tres anteriores.
Ahora, analizándolos por separado, el primer método es imposible. Hay un límite en la presión fiscal por encima del cual no sólo no aumenta la recaudación, sino que además disminuye. Ese límite, hace años que lo hemos superado. El segundo no es imposible, pero es improbable. La posibilidad de que los políticos abandonen el keynesianismo y realicen las reformas que permitan un incremento del PIB, capaz de aumentar la recaudación fiscal en un 65 % en cuatro años es ínfima. ¿Qué nos queda? Como hemos descartado los dos primeros, hemos eliminado el cuarto y, por lo tanto, solo nos queda la inflación como método para conseguir semejante incremento de la recaudación.
Chris Martenson concluye que el pronóstico de déficit del 3 % para el 2015 no se cumplirá y se mantendrá una media del 8 % anual hasta esa fecha. Luego deja en el aire la posibilidad de una inflación “masiva” que obligue a la FED a “elegir entre defender al dólar o defender a la economía norteamericana”. Extraña conclusión final. ¿Se puede defender una economía sin defender la moneda que sirve para medirla? ¿Se puede reparar un puente cargándonos los sistemas de medición que nos servirían para evaluar el estado físico del puente? ¿Incumplir la previsión de déficit es la única posibilidad? No a las tres preguntas. ¿Qué le impide a la FED crear el triple de los niveles de inflación del año 80 para alcanzar los objetivos de déficit y además suspender pagos de manera encubierta sobre la deuda soberana de EEUU? Nadie ni nada.
El problema es este: si los gobiernos tienen el poder y potestad de emitir todo el confeti que quieran, antes o después, ejercerán su poder –Ley de Murphy aplicada a los bancos centrales (del minuto 7:00 al 8:00 y según lo expresa James Turk)-. Es decir, que la fantasía puede estar en la previsión del déficit, pero también puede estarlo en la previsión de un 2 % de inflación anual. Recuerden, la FED y cualquier banco central tiene el poder para provocar toda la inflación que quiera. Su “mandato” no es impedir la inflación sino disimular que son ellos quienes la provocan. De hecho, la están estimulando y exportando gracias a la absurda colaboración de otros bancos centrales, empeñados en mantener sus monedas por debajo del dólar. ¿Y si éstos dejasen que sus monedas se revaloricen respecto al dólar? Olvídense de la letanía keynesiana; la economía norteamericana no sería más competitiva –la competitividad depende de las facilidades fiscales y legales para crear empresa y no de la cotización de una moneda respecto a otras-. Sin embargo, Obama cumpliría con sus objetivos recaudatorios. Revaluar una moneda respecto del dólar implica comprar esa moneda y vender dólares. Vender dólares significa repatriar a EEUU esos dólares que actualmente se encuentran en manos extranjeras. Y esto es, precisamente, lo que provocaría en EEUU un estallido de inflación suficiente como para aumentar la recaudación fiscal en un 65 % y reducir el déficit al 3 % en un plazo de cuatro años.
Más aún, si este es el procedimiento para sanear la banca y las finanzas públicas, me temo que no podrán hacerlo gradualmente e independientemente del cuándo lo hagan –este mes, este año, el que viene o el siguiente- necesitan que suceda en un intervalo de semanas o unos pocos meses. En el próximo artículo les cuento el por qué.