"Overdose": Sobredosis de Papel
por Jaime Alejandro
¡Vaya, una vez había terminado mi artículo, resulta que descubro que Apolinar ha escrito exactamente sobre el mismo tema! ¿Será que ambos nos hemos dado cuenta que muchos no terminan de comprenderlo? Pues lo dejo como está, a ver si a base de repetir terminamos entendiéndolo. Eso sí, los que lean ambos artículos apreciarán ciertas diferencias en el concepto que ambos tenemos del dinero.
Es un secreto a voces que la Reserva Federal de EEUU ha estado amenazando con continuar sus emisiones de dólares, pero ahora a lo bestia. La intervención sólo pretende incrementar la cantidad de papel moneda en el mercado para seguir haciendo creer a los norteamericanos, y por extensión al resto del mundo que utiliza el dólar como reserva, que el dinero es abundante y jamás se agota. El problema está en que el papel puede ser todo lo abundante que Bernanke quiera, pero el mercado no tiene por qué considerar que las Notas de la Reserva Federal sean dinero. De hecho, el dólar tiene un problema que Bernanke no puede resolver: dejó de ser dinero en el mismo momento en que dejó de estar respaldado por oro en el año 1971. A partir de ese momento, el dólar, como ya le sucedía al resto de las divisas, se convirtió en deudas del gobierno que nunca jamás se podrían redimir; son deudas que jamás se extinguen salvo por quiebra soberana o un perverso proceso inflacionista.
El origen de todo este embrollo está en que la palabra “dinero” describe un objeto físico, real y tangible. El dinero no es la riqueza sino una simple herramienta que la representa. La riqueza es la capacidad de las personas para producir bienes y servicios disponibles en el mercado. Por lo tanto, el dinero es más bien una herramienta con múltiples usos. Aristóteles lo definió como un objeto que debía conservar su valor, debía ser divisible y servir como unidad contable. Siendo esta definición mucho más certera que la idea que “Helicóptero Bernanke” tiene del dinero, tampoco era del todo buena. Aristóteles no explica que para que un objeto conserve su valor primero tiene que tenerlo y, para tenerlo, tiene que ser escaso. Además, que un objeto sirva de unidad de medida es una consecuencia inmediata de que tiene un valor y lo conserva. Por ejemplo, si el metro, la unidad de espacio en el Sistema Internacional de Unidades, no conservase su valor –su tamaño- no serviría para medir distancias. Lo mismo aplicamos al dinero: si no conserva su valor no sirve para medir el valor monetario de los bienes y servicios disponibles en el mercado. El papel que emiten los estados no cumple todas estas condiciones y por lo tanto no es dinero.
Muchos, enfrentados a esta definición del dinero, suelen argumentar que si el dinero es escaso, entonces, no puede llegar a todo el mundo. La respuesta está en que frecuentemente olvidamos que lo que hace que el dinero alcance a todas las personas que producen riqueza, es su divisibilidad y no su abundancia. Por cierto, muy importante esta apostilla de que “alcance a todas las personas que producen riqueza”. ¿Según qué criterio moral debiera de llegar a quienes se desentienden del proceso de producción de riqueza como si no fuera con ellos?
Como siempre habrá materias tangibles y duraderas que sean escasas y divisibles, siempre dispondremos de dinero. Las más conocidas y utilizadas universalmente durante cientos de años han sido el oro y la plata. Entonces, ¿por qué hemos dejado de utilizar el oro y la plata como dinero? Sencillamente porque el dinero no se puede manipular a favor de unos y, lógicamente, en contra de otros. Sin embargo el papel, emitido en régimen de monopolio por el Estado, sí se puede manipular –los políticos lo pueden manipular- de esta manera. Así, suprimiendo mediante leyes abusivas el oro y la plata –el dinero-, el sistema fiduciario, en manos de los Estados, se ha convertido en la máquina perfecta para usurpar riqueza. Claro, el sistema fiduciario tiene tantas contraindicaciones como los anabolizantes; se te pone el cuerpo como a Schwarzerngger, llegas a Gobernador y luego arruinas California.
Ben Bernanke no puede resolver este problema inyectando más papel dentro del sistema: ¡es imposible crear riqueza imprimiendo papel! Si fuese así, solucionar los problemas de los países pobres sería tan sencillo como enviarles una imprenta y papel. Esto, que parece muy evidente, algunos tertulianos del jueves de un conocido programa radiofónico no lo comprenden y hacen preguntas como esta: “¿pero por qué Estados Unidos puede permitirse esos niveles de estímulos y Europa no?” ¡La respuesta de otro contertulio fue que porque en EEUU tienen un banco central que puede financiarlo! ¡Ah!,¿sí? ¿Cómo? ¿Imprimiendo papel? Estados Unidos tampoco puede permitírselo y lo único que hará Bernanke es acelerar el proceso de desintegración del dólar. Evidentemente, la destrucción del dólar va mucho más allá de la destrucción de la unidad monetaria de EEUU y la unidad de reserva internacional. Supone un maremoto que barrerá el prestigio de un sistema –el que dejó de ser capitalista en el año 71, o incluso antes, puesto que las deudas del Estado y el papel que las representan no es capital-, de muchos países, de muchos economistas –aquellos que siguen defendiendo este sistema-, el de algunos tertulianos radiofónicos y el de las universidades donde se han promulgado y divulgado la fe ciega en el sistema monetario fiduciario. Y como se puede apreciar no soy el único que considera a las divisas puro confeti (Overdose: The Next Financial Crisis).