Se suele decir aquello de “arrepentidos los quiere el Señor” y es cierto. Arrepentidos nos quiere Dios a los que somos pecadores, que somos la mayoría de los mortales, incluidos los católicos. Casos e jemplares de fieles que hayan conservado hasta la muerte la inocencia bautismal los ha habido en la historia y algunos los conocemos: Ese fue el caso de San Luis Gonzaga, del cual en el proceso de Canonización se vino a probar -por cuanto se puede probar algo así en un proceso- que nunca había pecado mortalmente, lo cual tiene su mérito por la familia tan poco ejemplar de la que procedía. También se habla de la inocencia bautismal de San Felipe Neri, al cual, a pesar de haber muerto muy anciano, se le representa en los cuadros con el lirio de la pureza. Y de otros santos se cuenta lo mismo. Pero a la mayoría de los mortales se nos puede aplicar lo que dice la oración colecta de la Misa de la fiesta del citado San Luis Gonzaga, en la que se pide que los que no le hemos imitado en su inocencia por lo menos le imitemos en su penitencia. Por cierto, que penitencia hizo mucha el buen san Luis, empezando por aguantar a los compañeros de noviciado. No en vano, a otro virtuoso novicio jesuita, San Juan Berchmans, se le atribuye la frase de “mi máxima penitencia es la vida en común”… Dejando a los novicios jesuitas y volviendo al arrepentimiento, no sé si habrá hecho mucha o poca penitencia el actor al que se refiere este artículo, pero lo cierto es que ha cambiado de vida y mucho. Se trata de Mark Wahlberg, actor de moda, que se encuentra en Australia promocionando su última película. Le han preguntado los periodistas sobre su vida cotidiana y ha explicado que, entre otras cosas, cada día va a Misa o por lo menos visita la iglesia para rezar. Precisamente esa pregunta se la hicieron cuando salía de rezar con su mujer en la Catedral de Santa María, en Sydney, y dijo: "Amo ir a la iglesia, lo hago cada día". Lo cual, para un actor de Hollywood no está mal, pero para Mark Walhberg es una cosa admirable. Quién le ha visto y quién le ve (quien le quiera ver cómo era solo tiene que mirar en Google). Nacido en Boston en una familia católica, ha pasado por todo tipo de cosas: Drogadicto y asiduo en las comisarías, con gran disgusto de sus padres, después músico rapero y macarra, para pasar a ser actor erótico, modelo de ropa interior para Calvin Klein y por ello icono para el mundo gay americano, etc. Pero, lo dicho, arrepentidos los quiere el Señor, y a Mark Wahlberg le llegó la hora de cambiar, concretamente el pasar por la cárcel por haber herido a un compañero le ayudó a reflexionar, pero el momento definitivo fue el conocer a la despampanante top-model americana Rhea Durham. Para que se vea cómo las apariencias engañan, Mark se acercó a ella atraído por su aspecto físico y con más ganas de sexo que otra cosa, como él mismo cuenta. Pero se encontró con una mujer con las ideas claras de los que quería en la vida y, encontrándola él encontró también el sentido común y, años después, la vuelta a la fe de su infancia. No tuvieron sexo a la primera de cambio, sigue contando él, ella supo hacerse valer aunque luego convivieron juntos, pero por lo menos la vida de él iba cambiendo. Acabaron casándose por la iglesia cuando ya tenían tres hijos, ahora tienen cuatro. Pero es interesante ver la progresón en el cambio de vida: Ddesde que empezó a salir con la que ahora es su mujer, Mark se negó a volver a posar en paños menores y ha rechazado todas las películas que le han ofrecido con escenas subidas de tono. Por último, ha sido recientemente cuando ha empezado a frecuentar asiduamente la Iglesia, como decíamos al principio. Para el actor, ahora la fe es “consuelo, sentido, todo” y por ella reconoce que se ha arrepentido de haber herido a muchas personas en su vida, “a quienes he pedido frecuentemente me perdonen”. Asegura que quiere ayudar a los jóvenes “para que no recorran el camino que recorrí yo durante mi juventud”, a través de su fundación The Mark Wahlberg Youth Foundation. La fortuna le ha sonreído a Mark Wahlberg, ya ha sido nominado para un oscar y los contratos le han llovido, realmente los niños le han venido con un pan debajo del brazo. Su matrimonio es uno de los más famosos de Hollywood y todos se hacen voces de la felicidad de esta joven pareja, que ojalá les dure. Lo más importante es que el actor, que antaño fue modelo por su apariencia externa, con el paso de los años y la ayuda de su mujer ahora se ha convertido en modelo por su vida familiar y su testimonio de creyente, convencido y serio, nada mojigato, en el mundo de la farándula hollywoodiense. No está mal.