Viernes, 22 de noviembre de 2024

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El flaco servicio que cierto progresío le hace al recuerdo de Pablo VI

por Alberto Royo Mejia

Una de las figuras más controvertidas en el panorama de la historia eclesiástica contemporánea es la del venerado Papa Pablo VI. Lo cual  no es decir mucho, pues figuras controvertidas ha habido muchas, algunos ya en los altares, como el Padre Pío de Pietrelcina, que fue muy discutido en vida y un gran santo a la vez, y otros, todo lo contrario, como Camilo Torres, también discutido y de triste recuerdo. Por tanto, lo de controvertido aplicado a Pablo VI es un constatación histórica, sin ninguna otra connotación.

 

Aparte de eso, el que escribe este artículo se declara convencido de la santidad del Papa Montini, cuyo proceso de Canonización va adelante y, si bien no se ha llegado al final -previsiblemente durará mucho, viendo como van las cosas con Pío XII y como fueron con Pío IX- y ciertamente no hay que adelantarse al juicio de la Iglesia, obviamente no faltaba “fumus iuris” cuando empezó el proceso. La lista de personalidades eclesiásticas que pidieron su Canonización… “niente male”, que dicen los italianos. Pero bueno, el tema es opinable.

                                  

Volviendo a la controversia, cabe la duda de si él se esperaba tener un papado tan tormentoso como lo tuvo, para responder a eso están los historiadores. Parece que era un hombre que se fiaba del progreso y confiaba en un postconcilio más esplendoroso, pero por otro lado, inteligente como era, se daría cuenta de toda la parafernalia que rodeaba al aula conciliar, queriendo forzar las decisiones de los presentes en el aula, y creando para ello una fuerte corriente de opinión tendenciosa a través de los medios de comunicación.

 

Y como el postconcilio fue como fue, de lo que no hay duda es de lo mucho que sufrió Pablo VI. Que se rodease de algún colaborador menos acertado, o que los colaboradores fueran acertados pero se dejaron embaucar, o que no se dejaran embaucar pero que la cosa se les fuera de las manos, sea lo que fuera, pocos Papas contemporáneos han dicho cosas tan amargas refiriéndose a la situación de la Iglesia: “¿Cómo se ha podido llegar a esta situación?” -Preguntaba algunos años después de la clausura del Concilio- “Se creía que, después del Concilio, el sol habría brillado sobre la historia de la Iglesia. Pero en lugar del sol, han aparecido las nubes, la tempestad, las tinieblas, la incertidumbre.” Mal debía ver la cosa el Pontífice cuando añadía: Una potencia hostil ha intervenido.

 

Palabras que si se quiere se pueden considerar anecdóticas, esto es, proferidas en algún momento de especial preocupación, seguramente tuvo otros momentos más alegres y esperanzadores. Pero la realidad es que no fueron tan anecdóticas, pues se repitieron de un modo o de otro en diversas ocasiones y le dieron al Papa la fama que tuvo de taciturno y preocupado. Sobre esto se ha escrito mucho, no hace falta abundar en el tema…

 

Cuando uno lee los escritos de Pablo VI, que al fin y al cabo son los que demuestran su pensamiento como Papa -como individuo nos interesan poco sus opiniones y si le gustaba la pizza o prefería la pasta- aparece una doctrina impecable, un amor apasionado a la Iglesia y una gran valentía en defender la doctrina. Si rezaba más o menos, eso aparecerá en el proceso de Canonización, pero de puertas para afuera creo que fue un creyente fervoroso, un gran pastor de almas y un eclesiástico de talla. Vaya, un gran Papa.

 

Algunos no ocultan su animadversión hacia él desde el tradicionalismo, quizás no les falte razón pues muy tradicional no era, ni por formación ni por su historia personal. Entre los que no le pueden ver los hay realmente extremosos, pero no faltan los del extremo contrario: Los que le admiran por motivos que no se sostienen, ya que se han hecho una imagen de él que se la han formado ellos pero que no parece corresponder con la realidad. Cierto progresío teológico patrio y extranjero, y otros que no son notos teólogos pero que escriben aquí y allí, ensalzan sobremanera a Pablo VI, le contraponen a los Papas posteriores y le presentan como un cripto-progre que no pudo hacer más cosas según “el espíritu del Concilio” porque fuerzas conservadoras no se lo permitieron. A veces, aprovechan el recuerdo de este gran Papa para arrimar el ascua a su propia sardina y hacen un flaco servicio a su recuerdo.

 

Me refiero, como ejemplo, a un artículo reciente en una página muy conocida de información religiosa digital de alguien que cifra su autoridad cognoscitiva en haber trabajado in illo tempore en el Vaticano e insinúa poco menos que Pablo VI veía con buenos ojos el sacerdocio de las mujeres, así como en su día venía a insinuar que también acarició la posibilidad de los curas casados. El que lo afirma no fue secretario personal de Montini ni comía con el cada sábado. Se ve que tampoco participó en la elaboración de la “sacerdotales coelibatus”, por ejemplo, ignoro si lo hizo en otros documentos.

 

Pobre Papa Pablo VI que no se puede defender desde su tumba. Está claro que si en aquel ambiente postcociliar, desde algunos episcopados más despistados (los mismos quizás que criticaron abiertamente la “Humanae Vitae” y al mismo Pablo VI) pedían a Roma que se discutiesen ciertos temas, esos temas fueron discutidos y se hicieron documentos, pero de eso a que Pablo VI tuviese planes de promover poco menos que el progresío global y no pudiese conseguirlo, hay un abismo. Abismo espiritual, teológico e histórico.

 

No está mal que los teólogos avanzados le tengan devoción a Pablo VI, otros se la tenemos y no somos tan avanzados (ni somos teólogos). Ojalá todos imitásemos las virtudes del Papa Montini y nos empapásemos de sus escritos. Pero, por favor, que aquellos que ven que se les ha pasado el arroz teológico porque ya no se llevan sus teorías, que no le usen como bandera de sus opiniones o de sus frustraciones personales.

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