¿Hasta cuándo debe durar el cierre eclesial?
Si nada cambia, el lunes se hará más fuerte, más patente el enclaustramiento eclesial. Las iglesias cerradas, aunque una parte de la actividad económica, no sin críticas, reanudará su actividad.
Lo que han decidido la mayoría de nuestros obispos es ir más allá de lo establecido por el gobierno, que limita (número de personas, distancias) pero no cierra. El resultado es bien triste: feligreses desatendidos y desorientados; mucha gente mayor sin consuelo cuando más lo necesita, porque se sabe en peligro de muerte. Parroquias que ni siquiera responden al teléfono. Feligreses que buscan el contacto parroquial por necesidad o porque querrían hacer un servicio por medio de la parroquia, y solo encuentran silencio.
La comunión está desaparecida; es el sacramento de la carnalidad católica, por el que tanta gente ha muerto a lo largo de la historia para hacerlo posible.
Una magnífica película de Scorsese, Silencio, muestra muy bien el peligro y sufrimiento que están dispuestos a correr no sólo los jesuitas, sino los pobres -literalmente- creyentes japoneses, para hacerla posible. Pero no hay que ir tan lejos, en nuestra Guerra Civil, ¿cuántos sacerdotes se jugaron la vida para consagrar y repartir la comunión? ¿Cuánta gente la transportaba de casa en casa? Afrontaron la persecución mortal como lo que Jesucristo nos pide, como testigos. Ahora el peligro ni de lejos es tan grande. ¿Entonces?
La mayoría de los comedores parroquiales están cerrados, también las Cáritas parroquiales; no se hace nada para acompañar a la gente mayor. Esto la Iglesia no lo ha hecho nunca a lo largo de la historia. No puede quedar reducida a una iglesia de plasma y unos teléfonos centrales.
El hecho se agrava con la recuperación del trabajo este lunes 13 de abril. ¿Se puede ir a trabajar en una cadena de montaje y no se puede orar con la máxima distancia en una iglesia?
El problema no es de demasiada gente en las liturgias y en las iglesias, porque esto se resuelve con las parroquias abiertas y más misas y más liturgias, ahora que los sacerdotes no tienen muchas de sus actividades no parroquiales.
La meditación es esta: ¿qué nos manda Jesucristo? Hemos entrado en otra época: el Covid-19 permanecerá en nosotros meses, más de un año tal vez, tendrá fases más agudas y menos, pero permanecerá. ¿Qué hay que esperar para ser una Iglesia realmente en salida? ¿Qué hay que esperar para reorganizarnos para cumplir lo que nos está mandado? ¿De qué tenemos miedo? ¿Queremos esperar a que cese todo confinamiento? ¿Seremos los últimos? ¿Qué le sucederá a una Iglesia ausente en tiempos de tribulación?
En otro orden de cosas, en algunas localidades españolas, pocas, la más visible en la catedral de Granada, la policía entró para echar a los feligreses, 20 en un espacio para 900, contraviniendo lo establecido por el Gobierno. No es el primer caso del que Forum Libertas se ha hecho eco. La Conferencia Episcopal Española y la Conferencia Episcopal Tarraconense no dicen nada. Son precedentes de mucho riesgo, de un poder que se vuelve cada vez menos democrático, como señala el artículo Hay que tomarse la Constitución en serio del catedrático emérito de Derecho Constitucional y magistrado emérito del Tribunal Constitucional Manuel Aragón.
Lo que ha sucedido con las residencias de ancianos y con los que permanecen en casa es terrible. Es una negligencia gubernamental trágica y sin igual. Los criterios establecidos por escrito por el Sistema de Emergencias Médicas de Cataluña son una clara y en ocasiones mortal discriminación para la gente de más de 75 años, una aplicación descarnada del utilitarismo sobre la vida humana, y en demasiados casos de eutanasia forzada: sin respirador, morfina y a esperar. Ante este escándalo, que se hizo internacional, la denuncia profética no ha vuelto, y ni tan solo la Iglesia ha orientado con su palabra.
Hay excepciones, claro que sí, en diócesis y en parroquias, pero son eso, excepciones. El problema es la regla, no la excepción.
Publicado en Forum Libertas.
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