Brujería y Gobierno español
por Pedro Trevijano
Estos días los periódicos nos han dado la noticia que el Ministerio de Educación ha enviado a las comunidades autónomas el currículo de las asignaturas de Primaria para aplicar la Ley Celaá. Todas las asignaturas, incluidas las Matemáticas, han de darse de acuerdo con la perspectiva de género, ideología repetidas veces rechazada y condenada por la Iglesia.
El Gobierno muestra además su nulo respeto hacia la Constitución, que dice: “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones” (art. 27-3). Nuestras autoridades van a usar los reales decretos de enseñanzas mínimas para adoctrinar ideológicamente a los niños y jóvenes españoles, pisoteando de forma totalitaria el derecho de los padres sobre la educación de sus hijos
Al plantear el tema de las brujas a niños de cinco y seis años, está claro que lo que desean es servirse de ellas para desacreditar a la Inquisición y por supuesto a la Iglesia con un tema de hace cuatrocientos años. Ahora bien, en Historia hay un principio que dice que no se debe juzgar una época con los criterios de otra, y como los tribunales civiles de los demás países también perseguían la brujería, la pregunta que hay que hacerse es: ¿cuál de las dos jurisdicciones fue más civilizada o, si se quiere, menos salvaje?
Como riojano que soy, el asunto me ha interesado siempre y cuento lo siguiente. Estaba un día de 1983 viendo TVE, cuando me encontré que estaban entrevistando a un protestante danés, Gustav Hennigsen, sobre un libro que acababa de publicar en Alianza Editorial (en 1983, por eso me sé la fecha) sobre el tema de la brujería vasca y la Inquisición. Me pareció tan interesante lo que dijo, que de inmediato compré el libro.
Yo ya conocía el libro La Sorcellerie, de Jean Palou nº 756 de la colección Que sais-je? (nº 756). Palou a España se la liquida con el siguiente párrafo: “España. País donde la brujería corresponde a la Inquisición, hay que señalar pocos procesos exceptuado el de Logroño, donde seis brujos fueron quemados en 1610” (pág. 68). En Francia, donde el asunto era incumbencia de las autoridades civiles, en Burdeos, en la misma época, el juez De Lancre envió a la hoguera en el País Vasco francés a quinientas personas, entre ellas numerosas jovencitas y niños (pág. 67). En Lorena, el juez N. Rémy (+1612) envió a la hoguera a tres mil personas (pág. 64). La última ejecución en Francia fue en 1718 (pág. 107). En Suecia, Rusia e Inglaterra, países no católicos, también hubo numerosas víctimas.
El inquisidor de Logroño, aunque burgalés de nacimiento, Alonso de Salazar Frías, que ya había votado en 1610 contra la pena de muerte, fue en 1612 encargado de la investigación sobre los brujos. Su primera medida fue prohibir hablar de ello en los sermones “porque no hubo brujas ni embrujados mientras no se habló de ello”. Sus métodos de investigación fueron muy adelantados a su tiempo y le convencieron de la inocencia de las brujas. Por cierto, Hennigsen dedica su libro El abogado de las brujas. Brujería vasca e Inquisición española “a la memoria de D. Alonso de Salazar Frías, inquisidor y humanista español”.
Gracias al apoyo que encontró en la Inquisición de Madrid, en España cesó la persecución de brujas, aunque todavía se derramó sangre, como las ocho personas quemadas por las autoridades civiles de Pancorbo (Burgos) en 1621. La Inquisición llegó tarde a salvarlas. Peor todavía fue lo sucedido en Cataluña entre 1616 y 1619, donde las autoridades civiles ahorcaron a trescientos brujos y brujas, antes de que la Inquisición lograse imponer su jurisdicción (págs. 341-342 de la primera edición de Alianza Editorial; pág. 450 de la segunda, subvencionada por el Ayuntamiento de Logroño).
La Inquisición española tiene por tanto la gloria de ser la primera que paró en el mundo la caza de brujas. E incluso antes, su actuación fue desde luego mucho mejor que la de los tribunales civiles de su época. Como todos somos pecadores, creo que hay otros puntos donde uno se puede meter con la Iglesia, pero atacar a la Iglesia por la caza de brujas son ganas de hacer el ridículo y mostrar una profunda ignorancia.
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