Viernes, 15 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

La vida como problema político


por Josep Miró i Ardèvol

Opinión

Estos días de confinamiento obligado son una ocasión para reflexionar. Ayuda la Semana Santa con su triple significación del sufrimiento y muerte del viernes, del silencio del sábado, cuando “todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; y de un vacío desolador que paraliza”, utilizando palabras del Papa. No obstante, a todo ello le sigue el domingo de Pascua, promesa de resurrección y gloria.

Esta pandemia “desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades. Nos muestra cómo habíamos dejado abandonado lo que sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad… Pone al descubierto todos los intentos de olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos”, nos dice Francisco.

No sabemos cuándo y cómo saldremos de ésta. Lo que es seguro es que la pandemia marca una inflexión histórica. No podremos olvidar fácilmente la mortandad de los mayores, el 85% de las víctimas, ni por qué ha sucedido.

Ha quedado claro: cuando se discute sobre política se está discutiendo sobre la vida como problema político. En un extremo, el sufrimiento, la enfermedad, la muerte. En el otro, el nacimiento. En medio, las condiciones que permiten una vida digna realizada en el bien.

La vida, que, como escribió Václav Belohradsky en La vida como problema político, es lo opuesto a la ideología –a la partitocracia, por tanto–. La ideología que todo lo sacrifica a su propio fin, que es el poder, que hace abstracción del ser humano concreto, que lleva dentro de sí el odio ideológico, que convierte al discrepante en enemigo, y que aflora incluso en estas penosas circunstancias. La ideología, cuya conclusión lógica es el totalitarismo, que hoy se trasmite mediante el control de nuestras mentes, como bien explica Tim Wu en Comerciantes de atención. La lucha épica por entrar en nuestra cabeza.

Hace años que un gran personaje, el padre de la primera república checoslovaca Tomáš Masaryk, afirmó que “la lucha por la religión” era la base de la lucha por la democracia, porque hace que las conciencias en función religiosa se mantengan independientes del Estado y de las ideologías, en condiciones de criticarlas y valorarlas por lo que hacen y desde los valores que realizan, y no desde los intereses partidistas. Nuestro nuevo futuro empieza ahí.

Publicado en La Vanguardia.

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