Domingo, 24 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Familia, igualdad y cohesión social


La familia no solo guarda una estrecha relación con la felicidad personal, sino que de ella depende en gran medida el progreso económico y el bienestar social, en una proporción muy superior a la que nuestras políticas públicas toman en consideración.

por Josep Miró i Ardevol

Opinión

El consenso es universal y se manifiesta en todas las encuestas sea cual sea el país: la familia es una de las instituciones más valoradas. Y esto es así porque la familia no solo guarda una estrecha relación con la felicidad personal, sino que de ella depende en gran medida el progreso económico y el bienestar social, en una proporción muy superior a la que nuestras políticas públicas toman en consideración. Para entender cómo incide en algo tan determinante para nuestras vidas en términos personales y de sociedad merece que nos detengamos en considerar las funciones de la familia. Ellas son las que nos permiten entender no solo cómo actúa, sino también porque en unos casos los resultados son mucho mejores que en otros.

Todas ellas parten del vínculo entre un hombre y una mujer y su resultado está fuertemente condicionado por su estabilidad, que se relaciona con el rendimiento escolar de los hijos en primaria, y en secundaria como mínimo en su periodo inicial, así como con en el cuidado mutuo, decisivo para la salud, la renta disponible, y los costes del sistema público de bienestar. Que la pareja se mantenga unida a edades avanzadas es cada vez más decisivo para evitar sobrecargar más un ya fatigado estado del bienestar. El documental La Teoría Sueca del Amor trasmite en términos muy visuales el problema de la soledad. La combinación de elevadas tasas de divorcio, como sucede en España, con una óptima esperanza de vida es una bomba de relojería perfectamente ignorada.

Otra función insustituible de la familia es la descendencia. España, con solo 1,38 hijos por mujer en edad de procrear, está lejos de los 2,1, que es la cifra que permite un remplazo equilibrado de la población. ¿Por qué es tan importante el número de nacimientos en relación con la población de más de 65 años? Primero, por la relación necesaria de personas en edad de trabajar y quienes ya no lo hacen, que determina la viabilidad del sistema público de pensiones. Segundo, para financiar el crecimiento del gasto social de las personas mayores, que puede alcanzar el 40% de todo el gasto social en el 2040, cuando en el 2000 era solo del 12%. Y tercero, pero no menos importante, porque una estructura social envejecida tiene una menor productividad y creatividad. Tanto es así que una corriente del pensamiento económico considera que la temida deflación está fuertemente condicionada por el envejecimiento de la sociedad.

La tercera de las funciones es la capacidad educadora. Para situar solo una referencia: entre el 40% y el 60% del rendimiento escolar depende de la familia. Sus deficiencias graves son una fuente muy importante de desigualdad, costes sociales, y solo pueden ser (mal) compensadas por un mayor gasto público.

La familia es el fundamento del capital social, que estimula la reciprocidad entre sus miembros y genera una actitud de cooperación con los demás. También proporciona con el parentesco la disponibilidad inmediata de la primera red de cooperación, fundamental para mejorar las oportunidades de sus miembros y, en especial, de los más jóvenes.

Es así mismo decisivo el efecto dinástico que puede diferir las rentas presentes en beneficio de las generaciones futuras.

Finalmente, las funciones del ahorro y el consumo, las únicas contempladas explícitamente por la economía crematística, y que comparte con las empresas y el estado.

Fernando Pliego Carrasco, sociólogo del Colegio de México, publicó en 2012 Familias y bienestar en sociedades democráticas. Este estudio analiza 351 publicaciones que contienen a su vez 3318 registros de datos que afectan a 13 países de los cuales 4 son europeos, España, Gran Bretaña, Holanda y Noruega. El resultado es muy evidente: los hogares formados por un hombre y una mujer casados en primeras nupcias y con hijos, presentaban con gran diferencia niveles de bienestar superiores al de otros tipos de convivencia. Concretamente en materia de educación, seguridad intra y extra familiar, relación entre padres e hijos, funcionamiento de la pareja, salud sexual, mental y física, ingresos y trabajo, vivienda, adicciones a drogas y bienestar subjetivo.

Hay muchos otros estudios y enfoques que apuntan en la misma dirección y quizás entre los más citados se encuentren los que tienen como autor principal a Raj Chetty como el publicado por la Universidad de Harvard. De los 27 factores estudiados en relación con la movilidad social ascendente de los hijos, los que presentan las correlaciones con mayor significación son por orden de importancia: madre soltera, bajo capital social, escolarización 1619 años, tiempo de desplazamiento al trabajo (cuyo efecto negativo es la menor dedicación a los hijos), notas escolares, desigualdad en los ingresos, abandono escolar temprano, tasa de divorcios, y religiosidad. Es fácil constatar cómo todos ellos tienen una relación directa o indirecta con la familia.

En esta misma línea y relacionado específicamente con la desigualdad y el papel de la familia pueden señalarse cuatro canales por los que ella actúa: proporciona contactos sociales, trasmite mediante la cultura familiar un conjunto de ideas y de habilidades a los hijos, y moldea sus preferencias y aspiraciones. La familia “condiciona el desarrollo cognitivo y social de los hijos en una edad temprana porque las experiencias de los primeros años de vida tienen impactos persistentes sobre el estatus socioeconómico en edad adulta, porque afectan la arquitectura, la bioquímica y la expresión genética de los circuitos neuronales, claves en la definición de las habilidades cognitivas, emocionales y sociales. Es más, la evidencia indica que es más difícil que las experiencias vitales posteriores reviertan el efecto de los primeros años”.

De este apunte sobre la importancia de la familia y sus porqués se deduce que, si bien las decisiones personales son libres, según cuales se adopten generarán a lo largo de la vida una mayor o menor probabilidad de felicidad, bienestar, y prosperidad en términos individuales y colectivos. Siendo esto así, sería racional que las instituciones públicas no se centraran solo en paliar las carencias, sino que incentivaran la formación y desarrollo de las funciones familiares que mejor contribuyen a la igualdad de oportunidades y a la cohesión social, porque esta es una de las mejores opciones –además del cómo se redistribuye la productividad de las empresas, pero este ya es otro tema– para reducir la desigualdad creciente.

Publicado en La Vanguardia.
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