Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Pensiones: los callejones sin salida de la sociedad desvinculada


La cuestión crucial a largo plazo es la mísera natalidad española. La crisis futura de la sociedad española va más allá de las pensiones. Y todo esto en un país con el aborto incentivado, la familia con hijos penalizada y una perspectiva de género que descalifica el valor único y extraordinario de la maternidad.

por Josep Miró i Ardèvol

Opinión

A medida que la sociedad avanza en el tiempo de la mano de la cultura desvinculada, los problemas se agudizan y multiplican, porque eclosionan las contradicciones inasimilables que ella misma forja. Después, la eficiencia de las instituciones de cada país prolongará el problema o se ahogará en él. España, en el caso de las pensiones, forma parte del segundo grupo.

Desglosemos los elementos que componen el problema -sin pretensión de agotarlos- para comprender mejor lo contradictorio de la situación.

Los pensionistas se han manifestado en toda España por unas pensiones dignas. Es natural y lógico. Un incremento máximo del 0,5% combinado con un objetivo deseable para la inflación -que todavía no se ha alcanzado- del 2% es una llamada a la insurrección. Pero, claro, la ecuación tiene más complejidad que la que surge de esta comparación propicia para la demagogia. Me limito a enumerar los aspectos más relevantes, por otra parte bien conocidos:

-El sistema público de pensiones está en déficit desde hace años, y ya se recurre al crédito para pagarlas. Mal asunto para un país que tiene una deuda pública que linda con el 100% de su capacidad productiva anual, el PIB.

-Por otra parte, los presupuestos del Estado ya aportan recursos por una vía indirecta paliando el déficit. Se trata del subsidio de los parados que aportan la correspondiente cuota. De ahí que cada parado que encuentra un trabajo sin haber agotado la prestación contribuye con un ingreso doble: lo que paga a la Seguridad Social y lo que el Estado ahorra.

-Las causas del déficit son fundamentalmente dos: el paro tan elevado, que ha afectado a los ingresos de la Seguridad Social mientras los pensionistas crecían en número y en importe, y la precariedad y la reducción salarial experimentada durante los años de crisis.

-Esta reducción de rentas no se ha producido prácticamente en los pensionistas, que han visto mantenidos, más o menos, sus ingresos. No han sufrido directamente la crisis. Otra cosa es que hayan tenido que acudir en ayuda de sus hijos y otros familiares.

-La pensión media ha continuado creciendo muy por encima del ingreso medio que la alimenta. La medida de limitarla al 0,25% de incremento se debe a esta dinámica. El Gobierno ha intentado atajar este desequilibrio, pero el tijeretazo en una década mermará lo que podemos considerar una pensión digna; una parte de los jubilados tiene el riego de acercarse o superar el umbral de la pobreza relativa.

-La relación entre pensiones de jubilación y salario antes de jubilarse es, en términos globales, de las mejores de Europa. En este sentido, razonar sobre la necesidad del ajuste resulta fácil en términos académicos.

-La sociedad vive un gran desequilibrio generacional en relación al gasto público, que perjudica a los jóvenes y favorece a los jubilados.

-Reducir el paro, aumentar los salarios y mejorar la productividad simultáneamente -porque ésta sería la gran vía para mejorar las cuentas de la Seguridad Social- no es un objetivo fácil. De hecho, en términos económicos, más bien incompatible o, como mínimo, contra intuitivo. Claro que, como la relación entre demanda y oferta de trabajo, es asimétrica habrá ramos de operación donde esto sea perfectamente posible, aunque en otros, los que incorporan menor progreso tecnológico, sea simplemente imposible.

-El problema clave es la productividad, porque determina los salarios y la renta, y la española presenta resultados francamente deficientes, y eso, además, en un contexto general de un crecimiento modesto, a pesar del cambio tecnológico.

-La cuestión crucial a largo plazo es la mísera natalidad española. Combinada con la esperanza de vida alcanzada, determina que esto no tenga solución. En realidad, la crisis futura de la sociedad española va más allá de las pensiones. Y todo esto en un país con el aborto incentivado culturalmente y mediante los presupuestos del Estado, la familia con hijos penalizada y una perspectiva de género que descalifica el valor único y extraordinario de la maternidad.

-Los grandes perjudicados de esta situación no son en primer término los pensionistas, aunque lo serán en diez años, sino las familias con hijos de rentas medias y bajas, porque el gasto familiar que entrañan los hijos no les permite ahorrar, y este esfuerzo les perjudica a ellos y beneficia a los ocupados sin hijos, que percibirán su pensión futura gracias al esfuerzo de aquéllos, y además habrán podido ahorrar para alimentar un plan de pensiones.

La incapacidad de los partidos españoles para abordar el problema es desoladora, a pesar de ser una evidencia desde inicios de este siglo. Unos por inanidad, caso del Gobierno y el PSOE, otros porque sus ideas no resuelven el problema de las rentas bajas, ni el de las viudas, ni el de las familias con hijos, que son los grandes perjudicados, caso de Ciudadanos, mientras otros -caso de Podemos- solo saben hacer demagogia populista, es decir, proponer simplezas ante problemas complejos, porque su ideología les limita a la hora de interpretar la realidad.

Las soluciones han de ser a la vez viables y justas, las habrá mejores o peores, completas unas, parciales otras, y valdrá la pena tratarlas en una próxima ocasión, pero sin ilusiones, porque no existe salida mientras el marco de referencia dentro del que vivimos sea la cultura de la desvinculación.

Publicado en Forum Libertas.
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