La felicidad, signo de santidad
Hoy que tantos trámites se necesitan para identificarse ante las autoridades públicas, bien merece la pena que pensemos los creyentes cuáles son los trámites que nos identifican con la vida de cristianos. La felicidad o la bienaventuranza son signo de la auténtica santidad. “Pero si hay algo que caracteriza a los santos es que realmente son felices. Han encontrado el secreto de esa felicidad auténtica, que anida en el fondo del alma y que tiene su fuente en el amor de Dios. Por eso a los santos se les llama bienaventurados. Las bienaventuranzas son su camino, su meta hacia la patria. Las bienaventuranzas son el camino de vida que el Señor nos enseña para que sigamos sus huellas” (Papa Francisco, homilía en el Swedbank Stadion de Malmoe, Suecia). Sin duda que los santos nos muestran el mejor camino de humanización en estos tiempos que tanto necesitan de esta hermosa y preciosa luz.
La santidad que es la expresión del verdadero amor y de la caridad en práctica nos invita a todos para ser más auténticos en la vocación humana de amor, la razón por la que hemos sido creados. “Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad” (Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, 40). Nada ni nadie podrá autoafirmarse como persona realizada si construye su personalidad en el egoísmo, puesto que éste destruye lo más sagrado que hay en la persona, cuya expresión anímica y vital del ser humano es el amor.
Basta leer la experiencia de los santos que ellos nos muestran un camino auténtico de realización personal. En el ambiente del cristiano, que bebe en la Biblia, la única forma de ser santo es imitar a Nuestro Señor Jesucristo, él fue probado en todo y en todo salió victorioso. Siempre tendremos dificultades, pero el Señor está presente para ayudarnos a no caer, por lo que debemos confiar y mantener la integridad como hijos de Dios que tenemos nuestras vidas en sus santas manos. Si observamos la vida de Santa Teresa de Calcuta, aun en medio de las muchas dificultades, siempre mostraba un rostro feliz y gozoso. Su sonrisa llegaba a todos y se sentían acogidos. Y ella decía: “El amor, para ser real, debe costar, debe doler, debe vaciarnos de nosotros mismos… La alegría profunda del corazón es como un imán que indica el camino de la vida”. Seguía con entereza y a pie juntillas las bienaventuranzas y se sentía acompañada por la fuerza del gozo que nace del Espíritu Santo.
Si se desea conseguir este modo de vida no hay otros caminos sino vivir muy unidos a la Palabra que nos regala la Biblia; en ella se pueden encontrar todos los impulsos espirituales. Sabiendo que “tenéis que ponerla en práctica y no sólo escucharla engañándoos a vosotros mismos” (St 1, 22). Conocer el poder de la oración que nos acerca a una amistad profunda con el Amor que habla, exhorta, anima, corrige, fortalece, propone y acompaña. Es el mismo Dios que da instrucciones y orienta el camino de la vida. Ser santo es vivir libre de pecado y tener un corazón que sabe perdonar. “Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden… Porque si les perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial” (Mt 6, 12-14). Es tal vez lo que más cuesta en el camino de la perfección cristiana. Pero también nos dicen la Sagradas Escrituras: “Resistid al diablo y él huirá de vosotros” (St 4, 7). Huir de las tentaciones. Es de suma importancia saber cuidarse y de eso habla mucho la Biblia: de las conversaciones dañinas, de caminos que no debemos emprender, de los trabajos bien hechos y ocupar nuestro tiempo con veracidad y lealtad cristiana. El camino de la santidad no es otro sino el que Dios mismo nos ha trazado en nuestra vida. Dejemos que él nos guíe y lleve de su mano.
Publicado en Iglesia navarra.
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