Para que el que quiera ver, vea...
"Después de meses recopilando lo que he publicado durante años..., os invito a que os asoméis a estas páginas..., para que el que quiera ver, vea": esto firma el sacerdote don Jorge López Teulón, autor del libro Inspirados por Satanás, publicado por la Editorial San Román.
Ya en el Prólogo, deja meridianamente claro que "éste no es un libro para mostrar exclusivamente la pérdida del patrimonio de nuestras iglesias, que también: estas páginas quieren repetir hasta la saciedad que el marxismo-leninismo, en connivencia con el Frente Popular y de la mano de la masonería, quisieron que la Iglesia católica desapareciese en España; y, a pesar de sus estragos, no lo consiguieron. Sus burlas, blasfemias y profanaciones -junto, no lo olvidemos, con las más de diez mil personas asesinadas in odium fidei- los llevaron a desvalijar templos, quemar iglesias, destrozar patrimonio, y lo hicieron irrecuperable".
¿Se puede decir con mayor franqueza, claridad y verdad? No. Claro, que para que el que quiera ver, vea, hay que querer ver; y mucho me temo que los ciegos de conveniencia, que no quieren ver lo evidente, son legión, cada vez más numerosa, gracias a la "pedagógica" tarea, manipuladora e intolerable, de un rebaño de políticos indecentes, sin moral ni vergüenza, y a la entusiasta colaboración del equipo habitual de complacientes y rentables pesebres, camuflados de medios de comunicación; ni unos ni otros tienen el menor reparo en hacer la compensadora cola que haga falta para ser recibidos en el Vaticano y en los salones de la embajadora ante la Santa Sede, la eximia psicóloga y pedagoga que inventó y exhibió la genialidad de que "los hijos no son de los padres", lo que no fue óbice para que le dieran el placet, cuya traducción exacta es que "gusta". Pues ¡qué bien todo!, ¿no?
'Inspirados por Satanás', de Jorge López Teulón.
Allá por la década de los noventa del pasado siglo, o sea, in illo tempore, cuando, para ser jesuita -o dominico, o claretiano, o agustino, o monja-, era imprescindible, en la Iglesia y en España, tener a Dios en la vida por encima y antes que todo lo demás junto, el padre Ramón Cué, S.J., se hizo famoso, en aquella TVE, con unas Meditaciones Cuaresmales -¡qué cosas, ¿eh?!- que luego publicó en un precioso libro titulado Mi Cristo roto. Me lo ha recordado la portada de este libro: Inspirados por Satanás, en la que aparece la foto de uno de los cientos de Crucifijos quemados, mutilados, pisoteados por la barbarie satánica de los años de la incivil guerra civil española.
Lo cuenta sobriamente don Jorge López Teulón: martirizaron la talla del Cristo de Mena, lo flagelaron -volvieron a flagelarle-. Lo que quedó de Él consiguió llevárselo a casa Francisco Palma. Y su hijo recuerda: "¿Qué Cristo?, decía mamá. El nuestro, el de Mena. Mamá lo abrazó. Lloraron juntos... y yo no dormí." El individuo que destrozó el Cristo de Mena, mientras lo hacía, decía a sus compañeros: "Dadle la vuelta y ponedlo cara en tierra, porque parece que me mira de una manera..." Poco después se quedó ciego.
Habrá más de un cantamañanas que se las dé de listillo ironizando: "Pero ¡a quién se le ocurre, un libro titulado Inspirados por Satanás. A estas alturas...!" Pues sí, precisamente a estas alturas, cuando esa peste del guerracivilismo más rampante, obtuso y descarado, incluso institucional, confirma que el pueblo que no conoce, o no quiere conocer, su historia está condenado a repetirla, cuenta también el autor que el título de este libro proviene de la biografía de San Manuel González, el obispo del Sagrario, que se refería así a una serie de profanaciones de la Eucaristía. Una de las más sibilinas artimañas de Satanás es hacer creer que no existe; pero hoy todo lo hace mucho más arteramente, y el mal sigue siendo el mal, por mucho que se digitalice, serialice, artificialice, o se camufle y globalice en esas redes anónimas, para incautos y cobardes, que muy bien podrían llamarse Idiotizados.com o su franquicia TontosUtiles.es.
Las casi quinientas páginas de este libro son un testimonio inapelable, con nombres y apellidos, con localización irrefutable de pueblos y ciudades de toda España, con iglesias quemadas, sagrarios e imágenes profanadas, y cientos de fotografías fechadas y documentadas, que hablan por sí solas de lo que el autor llama "el martirio de las cosas", en los días de la persecución religiosa en España (1930-1939).
Jorge López Teulón, autor de 'Inspirados por Satanás', habla sobre el libro en el canal diocesano de Toledo.
Si no se ve, no se cree, puros misterios dolorosos: conventos en llamas, Tibidabo, Cerrro de los Ángeles, Cristo de la Vega, destierro del Cristo de El Pardo, deportación del de Medinaceli, la Macarena escondida, el Pilar bombardeado, la Virgen de los Desamparados fusilada, el Belén de las Ramblas ardiendo, tumbas profanadas... Éste es uno de esos libros cuyo contenido, por la vergüenza que da, es silenciado hasta por quienes no deberían silenciarlo. Es reflejo del odio, del rencor, del resentimiento entre las dos Españas, que insensata, sectaria y suicidamente hoy quieren repetir los más reaccionarios, a base de mentira tras mentira, de manera tan insidiosa como ignominiosa, desde esa especie de gen histórico maligno de quienes se niegan a ver y a entender que ninguna necrofilia puede blanquearse poniéndose un mono de color blanco en el Valle de los Caídos.
Quien es capaz de manipular a los muertos ¿qué no será capaz de hacer con los vivos? En esos centros de exterminio que son los abortorios está la respuesta y la prueba más innegable; también, claro, entre batas blancas; y más ahora, en una Unión Europea la mayoría de cuyos dirigentes, al día siguiente de que el Vaticano reitera la dignidad infinita de todo ser humano desde que es concebido hasta que muere, instan a reconocer el aborto como un derecho fundamental y reniegan así de sus propias raíces cristianas, en medio de un clamoroso silenciamiento generalizado y cómplice.
"Semper et ubique", siempre y en todas partes, el respeto a los muertos ha sido señal inequívoca de civilidad. Y cruzar esa raya roja es mucho, muchísimo más grave que las miserables podredumbres de pujoles y ábalos, pumpidos, koldos, bolaños y armengoles, titos y titas, con sus familiares, derivados y compuestos, y tantos otros waterloos del populismo cutre, tropical y dominicano.
Ya estoy oyendo a los cómplices del buenismo habitual criticar mi falta de caridad cristiana, pero, por favor, quisiera que no olvidaran, primero, que el que calla, otorga, y yo no estoy dispuesto, francamente; segundo, aquello tan definitivo que nos recordó a los católicos el Papa Ratzinger: la forma suprema de caridad es decir la verdad, cueste lo que cueste. Y cuesta, ya lo creo que cuesta... a mí me van a contar... Y, tercero y último, que es muy duro, durísimo, intentar comprender lo incomprensible. De verdad. Créanme.
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