La sociedad acristiana: la necesidad de un nuevo cauce
No es que el mundo cristiano no cometiera pecados. Lo hacía y en exceso, y es que la redención de Jesucristo es para siempre, porque siempre será necesaria hasta el fin de los tiempos. Pero eran eso, pecados, pecados cristianos, era un mal, pero era cristianismo, como exclama Péguy. Esto significaba que existía un tensor universal que estiraba de la desviación –el pecado– para devolverla a la rectitud, a la línea recta: siempre existía una exigencia, en cada persona y en la gente que le rodeaba, de actuar con mayor coherencia entre lo que se profesaba y lo que se hacía. El cristianismo era el cauce del río, que podía desbordarse, sí, y hacer daño, mucho incluso, pero que siempre volvía a él. Pero ¿qué le sucede al río de la vida humana si el cauce desaparece?
En la sociedad acristiana el pecado carece de tensor, no tiene ninguna norma de ajuste previa, ni más allá de la ley humana, bien imperfecta y limitada, y siempre tan favorable al poder. Es más, las instituciones públicas se declaran (falsamente) “neutrales” en relación al bien. Solo impera la ley, es decir, un convencionalismo fruto de una relación determinada de fuerzas para un momento determinado. Poco para formar conciencias. La ley se da sin que exista un imperativo de conciencia en los ciudadanos para cumplirla. Por eso son necesarias tantas medidas represivas, tantos castigos administrativos, civiles y penales. Nunca una sociedad había tenido tantas prohibiciones, ni siquiera el judaísmo ritualista que denuncia Jesús. Nunca en términos proporcionales una sociedad había tenido tanta gente en la cárcel como nuestras sociedades acristianas.
Esta situación define un estado de cosas que debería conducir a una profunda reflexión. Somos las primeras generaciones de la historia humana en las que las vulneraciones, el mal, inducido por la escasez de lo más necesario, no existe. El cristianismo fue marco de referencia en unas sociedades que nos cuesta imaginar, que se asemejan a los pocos lugares donde todavía hoy la carencia de lo necesario es norma para la mayoría. Todo esto felizmente no forma parte de la vivencia de nuestras vidas. Y en aquellas sociedades de la carencia de lo necesario, no solo se construyó una sociedad sólida, dotada de fuertes y crecientes garantías colectivas, sino que se desarrolló un proceso moral del que nuestro tiempo es deudor. ¿Qué quiero decir con esto? Que nuestras sociedades acristianas disponen de más de lo necesario, mucho más, para vivir en el bien y en la justicia, y el respeto, y a pesar de ello cada vez existe más infelicidad, frustración, odio y desunión. En Imperio Liberal que ha querido suprimir lo cristiano triunfó en la eficacia económica, pero es un gran fracaso para la plenitud y la convivencia humana. Solo labrando un nuevo cauce encontraremos respuesta.
Publicado en ForumLibertas.
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