Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

¿Se le permite a un católico triunfar como escritor?


Juan Manuel de Prada se rebela contra los tiranos de la literatura.

por Eulogio López

Opinión

A los talentosos se les nota hasta cuando se dedican a los ajustes de cuentas. La última novela de Juan Manuel de Prada, bajo el título Mirlo blanco, cisne negro es eso: un ajuste de cuentas.

Cuando lo escuché de sus labios me dije que seguramente se trataba de una hipérbole, una figura muy suya, una exageración interesada. Acabo de terminar la lectura de la obra y me he dado cuenta de que, en efecto, Mirlo blanco es un ajuste de cuentas contra el grupo de tiranuelos que ha controlado la novela española durante los últimos cincuenta años. Ellos levantaban, o bajaban, el pulgar, decretando a los que morarían en el Parnaso y condenando a los originales, es decir, a los que iban al origen de las cosas.

Al Suplemento literario de El País (Babelia), Prada le llama Barataria pero sólo porque el novelista de Zamora es muy creativo. Lo cierto es que siempre se le ha conocido como ‘bobelia’, entre la peña periodística, en una poco discreta alusión a su insufrible pedantería.

Hoy ya no tiene el poder que tuvo como, también hoy, un editorial de El País, que no sirve ni para llevar el pescado, pero un cuarto de siglo atrás había que conquistar a Polanco para poder ser artista en España. Internet acabó con eso.

La historia de las difíciles relaciones entre un escritor novato e influenciable y otro maduro y maldito no me ha impresionado tanto como otras obras de Juan Manuel de Prada. Quizá porque el autor se mueve mejor en la epopeya humana que en un ajuste de cuentas con su cuarto y mitad de justicia aderezado con unas gotas de venganza.

Porque claro, a todo esto, ¿qué tenía el sistema imperante, los popes literarios, contra De Prada? Su fe cristiana, naturalmente. La pregunta es: ¿puede un católico triunfar como escritor en España? ¿Y como intelectual? Puede ser un gran escritor o un gran intelectual, pero triunfar, lo que se dice triunfar… eso no se lo permitirán.

El sectarismo del Parnaso patrio, el monte de las musas, es muy plural; admite cualquier cosa menos al cristiano. Si lo hiciera, todo su mundo estallaría en pedazos, demostraría, no su impostura, sino su fragilidad.

Y como se trata de un cristiano, resulta que De Prada, antes que un gran escritor, es un buen pensador, condición mucho más relevante que la primera. Especialmente en el siglo XXI, donde escribir puede ser un arte o una profesión pero pensar constituye una rareza. A lo mejor es por la saturación informativa que nos rodea, pero no creo.

A De Prada le salva su ironía y le pierde su impaciencia. Su mejor virtud es la lucidez en un mundo confuso. Por ello, se ha convertido en un maldito. Pero no los que Bobelia, con sesgo lacemos, llama malditos sino de los marginados de hoy, de los que prefieren ser ignorados por muchos mezquinos pero amados por el único Grande.

Aunque yo tampoco me preocuparía mucho. ¿Quién lee hoy Bobelia? Y lo más grave: ¿Quién lee hoy a los monstruos sagrados de la novela? Cuatro gatos.

Luego está la cosa de la ética. El inefable Miguel Torres, un jefe periodístico del que aprendí bastante, solía decirse que para ser escritor hay que ser mala persona. Me impresionó la proposición pero luego pensé que no, que don Miguel confundía los términos. Para ser aceptado por popes de Bobelia necesitas repetir los habituales tópicos anticristianos y presentarles como una relumbrante novedad.

Vamos, que no podría largar esta sentencia. “La producción artística reproduce de forma chapucera la creación de Dios”.
En efecto, porque Dios crea de la nada y el hombre sólo reproduce lo creado. El Uno crea, el otro sólo transforma. Olvidan esto y todos los artistas se vuelven unos soberbios pedantones.

A medida que te haces viejo, te haces más esencial. Muy cierto, sobran los añadidos.

Tenemos un novelista cristiano en España, de pluma egregia y tipo original, insisto, el que camina hacia el origen de las cosas. No, no aparece en Bobelia. Laus Deo.

Sí, Juan Manuel de Prada ha perpetrado un ajuste de cuentas… pero la verdad es que resulta una obra muy ‘pradista’: consistente y divertida.

Eulogio López es director de Hispanidad.com

© Hispanidad
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