Como en otro tiempo hizo mi madre...

Ni mis ojos te contemplaban ni mi espíritu te conocía aún, durante los nueve meses que me llevaste dentro de ti, dormido en tu paz, tan frágil. Yo vivía, mamá, en el fondo de tu ser, y no conocía nada de ti salvo los latidos de tu corazón o las impresiones furtivas con las que te iba adivinando un poco. Pero tu presencia resultaba imprecisa para mí, hasta el punto de que a veces dudaba de ella.

Un día, contra toda esperanza, cuando llegó para mí la hora de nacer en el tiempo, tu mirada, hasta entonces desconocida, se inclinó dulcemente sobre mí. Entonces mis ojos se iluminaron con el brillo de ver que no me había equivocado: que tu vida, tan tímidamente percibida, era verdaderamente realidad.

Virgen María, Madre del Cielo, yo nunca te he visto. Tú bien sabes de qué manera tan pobre, y a pesar de mis dudas y de mis fracasos, intento adivinarte a través de mi oración rebelde y de los signos discretos que tú me ofreces.

Pero sé que vendrá un día, cuando suene la hora de la eternidad, en el que veré tu rostro. Como en otro tiempo hizo mi madre sobre mi cuerpo aún caliente, te inclinarás tiernamente sobre mí y lo envolverás con tu sonrisa. Entonces, temblando de alegría, te diré: “Madre, en mi noche yo te presentía, pero ahora mis ojos te ven y mi corazón te reconoce”.

Publicado en el blog del autor.

Traducción de Carmelo López-Arias para el portal mariano Cari Filii News.