Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Obama y L’Osservatore Romano, ¿infalible?


La creencia de que todo lo que aparece en L’Osservatore Romano es 1.) aprobado por el Secretaría del Vaticano y 2.) refleja la opinión del Vaticano (se supone que esto incluye al Papa) es algo tan trascendentalmente ridículo que apenas merece la pena rebatirlo.

por George Weigel

William George Ward era un británico de mediados del siglo XIX que abandonó el anglicanismo para convertirse al catolicismo, también fue bastante polémico por serlo de forma intransigente. Después de convencerse de las verdaderas afirmaciones de la Iglesia católica, el enfoque de Ward hacia la autoridad eclesiástica puede caracterizarse como «de perdidos, al río». De este modo, en su locución más famosa, expresó su deseo de «poder leer una bula papal todas las mañanas junto con el periódico Times en el desayuno». Este dicho tan ingenioso lo citan a menudo los católicos progresistas como el arquetipo del autoritarismo ciego al que todos supuestamente nos hemos convertido al estilo del Vaticano II. Qué extraño es entonces encontrarse con la izquierda católica mencionando al periódico del Vaticano, L’Osservatore Romano, como si en su editorial estuviese la versión del decreto papal diario de William Ward del siglo XXI. Por esta razón, E.J. Dionne Jr., en una editorial publicada recientemente en el Washington Post, citó un trabajo del 29 de abril de L’Osservatore escrito por Giuseppe Fiorentino, como una firme evidencia de que «el Vaticano» (se supone que esto incluye al Papa) no estaba ni por asomo tan disgustado como lo estaban los obispos estadounidenses por la decisión de Notre Dame de otorgar un honoris causa en Derecho al presidente Barack Obama. Amy Sullivan, de la revista Time, la autora que una vez intentó realizar un truco de magia intelectual argumentando que se podía ser pro-vida a la vez que pro-elección, escribió el 16 de mayo en la edición digital de esta misma revista que «el artículo de Florentino había aparecido en un periódico oficial publicado con el consentimiento de la autoridad del Ministerio del Vaticano», de modo que esto indicaba que «el Vaticano» (se supone que esto incluye al Papa) intentaba decir a los obispos estadounidenses que calmasen. Sr. Dionne, Sra. Sullivan, ¿me permiten que les presente al Sr. Ward? La creencia de que todo lo que aparece en L’Osservatore Romano es 1.) aprobado por el Secretaría del Vaticano y 2.) refleja la opinión del Vaticano (se supone que esto incluye al Papa) es algo tan trascendentalmente ridículo que apenas merece la pena rebatirlo. Sin embargo, es mi deber rebatirlo. L’Osservatore Romano tiene una forma consagrada por la tradición de señalar si una editorial comparte el mismo punto de vista que la «autoridad», se colocan tres puntos al final de la editorial en cuestión (sólo sucede en raras ocasiones). De lo contrario, la única autoridad del artículo es la argumentación del autor. Puede que el Sr. Dionne y la Sra. Sullivan no lo sepan (a pesar de que Dionne, la misma autora que una vez realizó un buen trabajo para el New York Times en Roma, debería saberlo). Sea como fuere, el hecho es que, a menos que algo se señale como oficial y autorizado en L’Osservatore Romano, no lo es. Los comentarios que aparecen el periódico del Vaticano no obran de acuerdo a la «penumbra originada por las emanaciones» del magisterio papal, tal y como dijo Justice William O. Douglas. Podríamos tomar como ejemplo una editorial de L’Osservatore Romano que apareció poco después de la segunda peregrinación a Polonia de Juan Pablo II durante la ley marcial en 1983. La editorial defendía que el viaje del Papa suponía una despedida al movimiento Solidaridad y a Lech Walesa y que la Iglesia en Polonia se había acercado sigilosamente hasta la posición casi oficial del gobierno de Jaruzelski. El departamento papal se enfureció e hizo todo lo posible para señalar durante las semanas posteriores que la editorial no reflejaba la opinión de Juan Pablo II sobre el movimiento Solidaridad, sobre Walesa, ni sobre el papel congruente de la Iglesia después de la ley marcial en Polonia. En otras palabras, L’Osservatore Romano, había malinterpretado totalmente las convicciones del Papa. Además, esto se publicó en una editorial, no en un simple trabajo como el que se le encargó a Fiorentino. No obstante, esta conocida editorial sí reflejó la opinión de algunos diplomáticos papales del Ministerio que creían que el movimiento Solidaridad era desestabilizador y peligroso. Este hecho completa la tosca analogía del artículo de Fiorentino y su situación actual. Para todos aquellos cercanos a la Santa Sede no es ningún secreto que las posiciones predefinidas en los niveles más bajos del Ministerio reflejan las posiciones predefinidas de la clerecía de los países occidentales europeos sobre los asuntos estadounidenses. Actualmente esta posición predefinida es Obamafilia. Sin embargo, confundir esta posición predefinida con la opinión de la Iglesia Católica y el Papa sobre la política de la Administración Obama, supone cometer un error analítico muy grave y un argumento político muy barato. George Weigel es un prestigioso escritor y periodista católico americano. Fue el biógrafo oficial de Juan Pablo II. Escribe cada semana una columna de opinión en el Denver Catholic Register. Traducción: Lucía Alonso
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