A propósito de Dan Brown y su caída anunciada
Dan Brown ha escrito un argumento que no es nada más que un elefante haciendo equilibrios sobre una bola de billar, y el resultado, la caída anunciada
por Josep Miró
Se ha publicado la última novela de Dan Brown y, como es habitual en los lanzamientos de sus obras, se ha producido un alud de comentarios que despiertan el interés del lector para que acuda borreguilmente a comprarlo. Advirtamos, aunque en el caso de su Código Da Vinci la observación tuvo escaso éxito, que si se compra para leerlo se hará un pésimo negocio. Estamos una vez más ante un texto plano, literariamente inane, de lo peor que se escribe en el género del llamado ´best seller´. En este caso la anécdota que ha escogido para montar toda una trama que acumula desordenadamente elementos presuntamente ignotos reales o inventados es el problema de la población. El mundo tendrá nueve mil millones de habitantes a mediados de este siglo, que es una cifra que impresiona, y aparece un hombre, el doctor Zobrist, que a través del terrorismo biológico intenta darle una solución. Se trata de matar a gente para que no haya tantos.
Es por consiguiente una novela que se inscribe en el viejo y reiterado género del estilo neomalthusiano: "aquí sobra gente". Una vez más, el planteamiento de este género a caballo entre la realidad y la ficción es que ayuda a crear una mentalidad peligrosa para los congéneres humanos, que acaban viendo en la descendencia un virus mortal. Nuestro país es precisamente uno en los que la epidemia hace mayores estragos, porque ya se ve el embarazo como una enfermedad de transmisión sexual y el aborto como una terapia liberadora.
Lo que no se reflexiona ni se novela es que el problema real de la humanidad no es hoy y de cara al futuro el crecimiento demográfico sino el envejecimiento de la población y el uso absurdo que se hace de los recursos naturales. Es exacto que en el 2060 alcanzaremos los nueve mil millones de habitantes, aunque es posible que la previsión, como todas las que ha venido haciendo Naciones Unidas, sea un máximo que nunca se alcance. Pero, lo que debería añadirse a continuación es que prácticamente todo este crecimiento se concreta en países en vías de desarrollo, lo que hace pensar que si se cumple la misma ley demográfica que hasta ahora se ha venido observando a partir del momento en que alcancen un determinada renta se producirá el decrecimiento de la población. Esto es perfectamente visible en América Latina, en México, por ejemplo, en algunos casos se han llevado un susto porque la caída ha sido brutalmente rápida. También en Chile, que en cinco años ha pasado de estar muy por encima de la tasa de reemplazo a caer por debajo de ella.
Por consiguiente, la dinámica socioeconómica hace prever que aquel cálculo estrictamente proyectivo de Naciones Unidas no se cumpla. Pero es que además este crecimiento se redistribuye de una manera terriblemente irregular. De hecho, la mitad de todo él se concentra solo en ocho países. Por una parte, en el subcontinente indostánico: India, Pakistán y Bangla Desh. Después, tres países africanos: Etiopía, República Democrática del Congo y Tanzania, que es en términos relativos el que más aumenta de una forma extraordinaria. China, pero lo hace porque su masa crítica actual es muy grande, aunque su crecimiento en términos relativos será muy pequeño (el problema de Pekín es a mitad de este siglo será el peso de la población en edad avanzada y no la natalidad). Y, atención al detalle, Estados Unidos.
Esto hace prever que este siglo también será el siglo americano, porque combinará un alto desarrollo demográfico con potencial tecnológico y económico extraordinario. Si estos crecimientos los ajustáramos por el índice de consumo de recursos naturales, veríamos el tremendo desequilibrio que también en este plano se produce. Por consiguiente, hablar de exceso de población no significa nada si no se tienen en cuenta estas profundas diferencias. Lo que pueda consumir un tanzanio nada tiene que ver con lo que va a consumir el nacido en Estados Unidos.
Por otra parte, Occidente no solo no ganará población sino que la perderá, algo que compensarán los flujos migratorios. Pero, en términos vegetativos, que son los que ahora apuntamos, surgirá una reducción. Y el corolario final es este: el grupo de población que más crecerá en el mundo de ahora hasta mitad de siglo es el de mayores de 60 años. Por eso, con cifras en la mano, las personas sensatas apuntan a que el planeta avanza hacia un país de viejos, muy consumidores o poco, que eso dependerá de otras muchas causas. Si pensamos en términos del conjunto de la humanidad, el gran desafío es este, aunque con la que está cayendo la gente no parece demasiado predispuesta a pensar en términos globales o en horizontes a cuarenta años vista.
En definitiva, Dan Brown ha escrito un argumento que no es nada más que un elefante haciendo equilibrios sobre una bola de billar, y el resultado, la caída anunciada, no es ni tan siquiera espectacular, es simplemente aburrida.
Es por consiguiente una novela que se inscribe en el viejo y reiterado género del estilo neomalthusiano: "aquí sobra gente". Una vez más, el planteamiento de este género a caballo entre la realidad y la ficción es que ayuda a crear una mentalidad peligrosa para los congéneres humanos, que acaban viendo en la descendencia un virus mortal. Nuestro país es precisamente uno en los que la epidemia hace mayores estragos, porque ya se ve el embarazo como una enfermedad de transmisión sexual y el aborto como una terapia liberadora.
Lo que no se reflexiona ni se novela es que el problema real de la humanidad no es hoy y de cara al futuro el crecimiento demográfico sino el envejecimiento de la población y el uso absurdo que se hace de los recursos naturales. Es exacto que en el 2060 alcanzaremos los nueve mil millones de habitantes, aunque es posible que la previsión, como todas las que ha venido haciendo Naciones Unidas, sea un máximo que nunca se alcance. Pero, lo que debería añadirse a continuación es que prácticamente todo este crecimiento se concreta en países en vías de desarrollo, lo que hace pensar que si se cumple la misma ley demográfica que hasta ahora se ha venido observando a partir del momento en que alcancen un determinada renta se producirá el decrecimiento de la población. Esto es perfectamente visible en América Latina, en México, por ejemplo, en algunos casos se han llevado un susto porque la caída ha sido brutalmente rápida. También en Chile, que en cinco años ha pasado de estar muy por encima de la tasa de reemplazo a caer por debajo de ella.
Por consiguiente, la dinámica socioeconómica hace prever que aquel cálculo estrictamente proyectivo de Naciones Unidas no se cumpla. Pero es que además este crecimiento se redistribuye de una manera terriblemente irregular. De hecho, la mitad de todo él se concentra solo en ocho países. Por una parte, en el subcontinente indostánico: India, Pakistán y Bangla Desh. Después, tres países africanos: Etiopía, República Democrática del Congo y Tanzania, que es en términos relativos el que más aumenta de una forma extraordinaria. China, pero lo hace porque su masa crítica actual es muy grande, aunque su crecimiento en términos relativos será muy pequeño (el problema de Pekín es a mitad de este siglo será el peso de la población en edad avanzada y no la natalidad). Y, atención al detalle, Estados Unidos.
Esto hace prever que este siglo también será el siglo americano, porque combinará un alto desarrollo demográfico con potencial tecnológico y económico extraordinario. Si estos crecimientos los ajustáramos por el índice de consumo de recursos naturales, veríamos el tremendo desequilibrio que también en este plano se produce. Por consiguiente, hablar de exceso de población no significa nada si no se tienen en cuenta estas profundas diferencias. Lo que pueda consumir un tanzanio nada tiene que ver con lo que va a consumir el nacido en Estados Unidos.
Por otra parte, Occidente no solo no ganará población sino que la perderá, algo que compensarán los flujos migratorios. Pero, en términos vegetativos, que son los que ahora apuntamos, surgirá una reducción. Y el corolario final es este: el grupo de población que más crecerá en el mundo de ahora hasta mitad de siglo es el de mayores de 60 años. Por eso, con cifras en la mano, las personas sensatas apuntan a que el planeta avanza hacia un país de viejos, muy consumidores o poco, que eso dependerá de otras muchas causas. Si pensamos en términos del conjunto de la humanidad, el gran desafío es este, aunque con la que está cayendo la gente no parece demasiado predispuesta a pensar en términos globales o en horizontes a cuarenta años vista.
En definitiva, Dan Brown ha escrito un argumento que no es nada más que un elefante haciendo equilibrios sobre una bola de billar, y el resultado, la caída anunciada, no es ni tan siquiera espectacular, es simplemente aburrida.
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