Ramadán de alegría y dolor
Demasiadas heridas abiertas, conflictos sin revolver, guerras infinitas: Afganistán, Somalia, Egipto, Pakistán, Nigeria, Túnez, Yemen, y sobre todo Siria y Libia, donde las balas y morteros se sienten más que las llamadas puntuales a la oración ritual en las mezquitas
Millones de musulmanes celebran la gran fiesta de Aid al Fitr que recuerda el final del mes de Ramadán. Para muchos la alegría, las felicitaciones y las sonrisas se mezclan al luto, las lágrimas y el llanto por los muertos.
Demasiadas heridas abiertas, conflictos sin revolver, guerras infinitas: Afganistán, Somalia, Egipto, Pakistán, Nigeria, Túnez, Yemen, y sobre todo Siria y Libia, donde las balas y morteros se sienten más que las llamadas puntuales a la oración ritual en las mezquitas.
En su alocución oficial, con motivo de la fiesta musulmana, el Rey Abdullah del Reino Saudí ha invitado a los musulmanes del mundo entero a “defender los valores de la tolerancia y de la compasión”. Nunca mejores y más oportunas palabras en medio de la convulsión, revoluciones y conflictos que en los últimos meses han sembrado el dolor, la desesperación y la congoja en los pueblos y sociedades de las naciones árabes.
En Siria la represión cruel e implacabile siguen siendo el amargo pan cotidiano en ciudades, pueblos y aldeas de todo el territorio nacional sirio. El ejército persigue a los adversarios y detiene a los enemigos. Nadie sabe el número de los detenidos, encarcelados y desaparecidos y menos los que han muerto. Un drama nacional, no solo para Siria, sino tambièn para todos los países del Oriente Medio.
En el día de las fiestas mas memorables del calendario musulmán manifestantes en Siria piden no solo el final del presidente Al Assad, sino hasta su condena a muerte. Las llamadas internacionales al rais sirio para que cese de perseguir y martirizar a su pueblo no han cursado ningún efecto hasta el presente. Los más criticos y severos del mandatario sirio han sido el Rey Abdullah de la Arabia Saudí y el Presidente turco, T. Edogan. De hecho el monarca saudí dijo que “el Islam le prohibía hacer lo que estaba haciendo.” Las sonoras promesas del presidente sirio se han quedado tristemente vacías de contenido. Un espejismo en el desierto.
La era de Gadafi ha llegado al final del trayecto pero el feroz dictador libio sigue siendo el gran fugitivo. Dicen los libios que le gustan los túneles, los disfraces y la oscuridad. Lo cierto es que en el momento actual es difícil mirar en Libia mas allá del panorama desolador de la guerra.
Para vencedores y vencidos la dura y amarga realidad de la guerra con la siembra horrenda de la desolación, el abatimiento y la amargura. Por una parte, el régimen del tirano Gadafi ha tocado a su fin. Pero quedan pendientes la reconstrucción nacional, las libertades civiles, la formación del futuro gobierno y la justicia. Los ciudadanos libios quieren que los ingentes fondos de Libia sirvan para reconstruir un país que ha sufrido 42 aňos la zarpa sanguinaria de un coronel que llegó al poder con un golpe de estado. Mientras tanto se busca la ratonera del que llamó “ratas” a los ciudadanos opositores. En un país que no tiene, por ahora, líneas de metro subterráneas.
El Ramadán 2011 marca a fuego el nuevo ciclo de la “primavera árabe” en la afanosa búsqueda de libertad, democracia y ciudadanía.
Demasiadas heridas abiertas, conflictos sin revolver, guerras infinitas: Afganistán, Somalia, Egipto, Pakistán, Nigeria, Túnez, Yemen, y sobre todo Siria y Libia, donde las balas y morteros se sienten más que las llamadas puntuales a la oración ritual en las mezquitas.
En su alocución oficial, con motivo de la fiesta musulmana, el Rey Abdullah del Reino Saudí ha invitado a los musulmanes del mundo entero a “defender los valores de la tolerancia y de la compasión”. Nunca mejores y más oportunas palabras en medio de la convulsión, revoluciones y conflictos que en los últimos meses han sembrado el dolor, la desesperación y la congoja en los pueblos y sociedades de las naciones árabes.
En Siria la represión cruel e implacabile siguen siendo el amargo pan cotidiano en ciudades, pueblos y aldeas de todo el territorio nacional sirio. El ejército persigue a los adversarios y detiene a los enemigos. Nadie sabe el número de los detenidos, encarcelados y desaparecidos y menos los que han muerto. Un drama nacional, no solo para Siria, sino tambièn para todos los países del Oriente Medio.
En el día de las fiestas mas memorables del calendario musulmán manifestantes en Siria piden no solo el final del presidente Al Assad, sino hasta su condena a muerte. Las llamadas internacionales al rais sirio para que cese de perseguir y martirizar a su pueblo no han cursado ningún efecto hasta el presente. Los más criticos y severos del mandatario sirio han sido el Rey Abdullah de la Arabia Saudí y el Presidente turco, T. Edogan. De hecho el monarca saudí dijo que “el Islam le prohibía hacer lo que estaba haciendo.” Las sonoras promesas del presidente sirio se han quedado tristemente vacías de contenido. Un espejismo en el desierto.
La era de Gadafi ha llegado al final del trayecto pero el feroz dictador libio sigue siendo el gran fugitivo. Dicen los libios que le gustan los túneles, los disfraces y la oscuridad. Lo cierto es que en el momento actual es difícil mirar en Libia mas allá del panorama desolador de la guerra.
Para vencedores y vencidos la dura y amarga realidad de la guerra con la siembra horrenda de la desolación, el abatimiento y la amargura. Por una parte, el régimen del tirano Gadafi ha tocado a su fin. Pero quedan pendientes la reconstrucción nacional, las libertades civiles, la formación del futuro gobierno y la justicia. Los ciudadanos libios quieren que los ingentes fondos de Libia sirvan para reconstruir un país que ha sufrido 42 aňos la zarpa sanguinaria de un coronel que llegó al poder con un golpe de estado. Mientras tanto se busca la ratonera del que llamó “ratas” a los ciudadanos opositores. En un país que no tiene, por ahora, líneas de metro subterráneas.
El Ramadán 2011 marca a fuego el nuevo ciclo de la “primavera árabe” en la afanosa búsqueda de libertad, democracia y ciudadanía.
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