De los cuatro pilares de la ideología de género
por En cuerpo y alma
Mucho se habla de la “ideología de género”, que en su día di en llamar “lucha de los sexos” (pinche aquí si desea conocer las razones que me impulsaban a ello), sin que a menudo sepamos muy bien de lo que hablamos o aquello a lo que nos referimos. He intentado realizar un extracto muy sucinto y esquemático de lo que constituyen los pilares de esa nueva ideología que se extiende inexorablemente por el mundo y con particular furia por los países de raigambre cristiana (no ha tenido el mismo éxito en los de corte islámico, por ejemplo), y los he sintetizado en cuatro.
El primero, la superación del concepto “sexo” del ser humano, dos, los únicos, hombre y mujer, por el concepto “género”, tantos cuantos la imaginación humana sea capaz de inventar (pinche aquí si desea conocer todas las que han descubierto en Australia y hágalo aquí si desea conocer los que descubrió Gmail), expresada en leyes que desvirtúan el significado de las palabras convirtiendo, por ejemplo, en matrimonio lo que, sencillamente y se ponga quien se ponga como se ponga, no lo es.
El segundo, la desigualdad hombre-mujer, expresada en leyes de discriminación malllamada “positiva” que establecen cuotas reservadas en función de criterios diferentes de los de la idoneidad, únicos que deberían primar, o de peor llamadas leyes de violencia de género, que no son tales porque en realidad son sólo leyes de violencia machista (pinche aquí para fijar adecuadamente conceptos) que excluyen el tratamiento de la violencia ejercida por mujeres contra hombres, y también la ejercida contra los niños, con derivadas tan aberrantes como clasificar los niños en niños de primera y niños de segunda según la violencia sobre ellos la ejerza su padre o su madre (pinche aquí si no se lo cree). Y en otras medidas aún más discriminatorias e inicuas, como la llamada Ley Clare, implementada en Reino Unido (pinche aquí si desea conocerla).
El tercero, la facultad inalienable de la mujer a disponer de su vientre, expresada en leyes que consagran el más aberrante derecho que quepa imaginar: el que tiene una mujer de eliminar a su propio hijo -incluso contra la voluntad de su padre- con la única condición de que lo haga dentro de su propio vientre. A no desdeñar las consecuencias que el aborto masivo al que hoy procedemos en las sociedades modernas ha de tener también sobre otros segmentos de población distintos de los estrictamente infantiles (pinche aquí si le interesa conocer alguna).
Y el cuarto, la banalización del sexo, con la promoción sin tasa de su práctica, expresada en la hiperexposición de las prácticas sexuales en todos los planos de la vida cotidiana (prensa, cine, televisión, anuncios) y el adelantamiento del acceso al mismo, con una educación sexual obligatoria y extremadamente temprana, incluso con penas de cárcel para los padres que se resisten a ella, como hemos tenido ocasión de conocer que ha ocurrido en Alemania; con la dispensación gratuita de la píldora abortiva del día después incluso a espaldas de los padres, a cuyas espaldas, por cierto, pueden también abortar legalmente niñas menores de edad; o con prácticas tan aberrantes o más, si cabe, como la que puede Vd. conocer pinchando aquí. Y todo ello mientras al mismo tiempo, y separado de conceptos que le están intrínsecamente unidos como el amor, la fidelidad, la responsabilidad, se lo eleva al fin máximo de todas las cosas, dando sentido a todo aquello que le está conducido y quitándoselo a todo aquello que no conduce a él.
Y bien, queridos amigos, esto es todo por hoy. Les deseo como siempre que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Mañana si lo tienen a bien, aquí estaré esperándoles, en la columna, como siempre.
©L.A.
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