Algunas lecciones espirituales de esta epidemia
La primera lección que nadie ha subrayado es que se trata de un acontecimiento permitido por Dios. Verle a Él detrás de cada pequeño o gran acontecimiento es todo un acontecimiento, que nos pasa desapercibido porque nos falta el asombro infantil: "Sin Mí no podéis hacer nada" es una frase que no se comprende ni siquiera literalmente.
Somos así de tontos.
Dios lo dispone todo para el bien de los que le aman.
¿Castigo divino? He leído tremendas discusiones. No sé si es castigo o no lo es, pero sé a ciencia cierta que un servidor lo tenía merecido; y lo he vivido con la alegría de un inmenso regalo: purgar aquí en la tierra es una broma en comparación con hacerlo en el Purgatorio. Alegría, pues, por sufrir un poquito por mis pecados y por los de aquellos a quienes Dios quiera aplicar mi escaso penar.
¿Incertidumbre? ¡Perfecto! "Cada día tiene su propio afán". No es cristiano andar preocupados por controlar el futuro, por favor. Es un pecado de idolatría, como consultar a un adivino. Nuestra frágil posición en el universo es de incertidumbre y provisionalidad. "No tenemos aquí morada permanente". ¡Otro alegrón! ¡Volvemos a la vida real!
¿Morir? Oiga, esto es inevitable, antes o después, con o sin virus. Apartar la muerte de nuestra vista y de nuestro vivir cotidiano es muy mala idea porque nos creemos no solo inmortales sino, repito, con la falsa seguridad del control sobre nuestra miserable vida.
No hay tal control.
Solo hay materia en descomposición constante desde que nacemos hasta que somos un festín para los gusanos. Naturalmente, hay también miedo a la muerte. Terror, incluso. Bueno. Es bueno. Jesús estuvo tan aterrorizado en Getsemaní que sudó sangre. No llegaremos a eso, no se preocupen.
¿Egoísmo? Oh, claro. Se vio en los primeros días con lo de acaparar todo tipo de bienes, y a los demás que les den. No fue muy solidario el comportamiento de la mayoría. Las pobres viejecitas que llegaban tarde, encontraban vacíos los estantes de los mercados. Gracias, muchas gracias por pensar solo en su triste vida, ciudadanos y ciudadanas. Al más débil se le aparta. No, no pongan excusas. Tampoco se pongan dramáticos ustedes, los católicos: llevan votando a partidos abortistas y eugenistas desde 1978. No lloren ahora lo que no supieron defender. Y dejen, dejen al tambaleante abuelo solitario sin su papel higiénico.
Miedo, insisto. Mucho. Más que vergüenza, como se decía. Mucho miedo entre los más ricos. Más dinero en la cuenta, aquí o en el paraíso fiscal correspondiente, más miedo en el cuerpo. El miedo hace caer las máscaras y expone lo que llevamos en el corazón. Si llevamos al dios dinero, tendremos muchísimo miedo y nos llevaremos mucho "papel de water."
Que tengan miedo los abuelitos y los pobres que viven apiñados en pisos de 40 ó 50 metros cuadrados es humano. El miedo a causa del dinero es diabólico. Son miedos distintos, pero no quiero ir por estos derroteros. Yo soy muy fan del miedo porque me ha evitado caer en muchas situaciones tan turbias como estúpidas.
-¿No ve usted que se degrada, querido amigo?
El monje tiene razón casi siempre. El miedo degrada y el miedo lleva a la ira para cubrir las vergüenzas. Muchas polémicas de estos días, políticas y religiosas, surgen del miedo. De temer a lo que no hay que temer, y no temer a "Aquel que tiene poder para llevar alma y cuerpo al fuego eterno". El hombre moderno se confunde con los miedos y se degrada, claro. La degradación del hombre moderno no asusta a nadie. Es muy curioso.
Soledad, encierro, poca actividad, silencio. Para mí son bendiciones, aunque entiendo que no lo sean para la mayoría de ustedes. "Solo Dios basta" tiene mucho más que ver con esto que con el activismo. Los vagos lo comprendemos muy bien. Los angustiados comprendemos y agradecemos el amparo, el cobijo, la cueva. Los tristes nos alegramos porque no contagiamos nuestra tristeza. Los inestables y explosivos estamos en paz porque se nos evitan las broncas y las polémicas. Los que no hablamos mucho porque, a Dios gracias, no nos gusta hablar, amamos el silencio como un sediento ama un pobre vaso de agua. A los solitarios nos encanta tener la excusa perfecta para reducir aún más nuestra "vida social", ese oxímoron maldito. Paz y Bien en estado puro.
Si los fantasmas interiores han subido a la superficie, tanto mejor. Cuando miramos a la cara a nuestros viejos fantasmas pierden buena parte de su veneno. Hagan la prueba con aquella situación que... Sí, aquella. ¿Lo ven? Han bajado la cabeza y han sentido la sombra del remordimiento: fue hace tanto tiempo... Y las justificaciones también se han diluido con los años. No estuvo bien. Punto. Esto es muy bueno. Es haber llegado al quinto piso de la vida espiritual. Porque hay mucha gente que se parapeta detrás de sus errores y de sus horrores. Cometerlos es humano. Utilizarlos como defensa es parecerse mucho, mucho, a satanás. Lo siento. Todo por un virus.
¡Bendito virus! De verdad. Loado sea el Señor por el hermano Coronavirus que, en su pequeñez, nos ha traído a la santa Humildad, hermana de todos.