Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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¡Un poquito de vergüenza, Sr. Presidente!

por Luis Antequera

 
            ¿Pues no va y se despacha ahora en la SER diciéndonos cosas tales como que se la saltaban las lágrimas cuando España ganaba la Copa del Mundo, y que esta Copa nos ha de dar autoestima y confianza a los españoles, y que no la habríamos ganado si no hubiera detrás un país grande, y que espera que la misma constituya un punto de inflexión que nos haga recuperar la unidad, y otras cosas del jaez?
 
            ¿Hemos olvidado ya, Sr. Zapatero, los días gloriosos de “la nación discutible y discutida”? ¿No recordamos ya los tiempos en que en franco desprecio de la soberanía nacional pronunciábamos aquello del “aprobaré Pascual cualquier cosa que venga del Parlamento catalán”? ¿Hemos olvidado ya las sesiones nocturnas y alevosas con el Sr. Más, en las que conspirábamos divertidamente contra la Constitución, y lo que es aún más grave, contra la sagrada unidad nacional? ¿Tan lejanos los tiempos ya en los que hacíamos risitas con el Sultán de los bereberes bajo un mapa español mutilado de dos ciudades y una región entera pintados en verde como si fueran marroquíes? ¿O cuando su Ministro de asuntos exteriores recibía como si de otro ministro de exteriores se tratara, a quien no pasaba de ser un petulante consejero regional con ínfulas, con bigote y escasos buen gusto y formación? ¿O cuando ese mismo señor, en un alarde de villanía, ponía el pie en la última colonia de Europa, dándole un rango de estado que jamás antes había reconocido España?

            ¿Es que ya hemos olvidado cuando nos explicaba Vd. que el patriotismo consistía en cerrar los ojos a los males que amenazaban a la patria y reírle a Vd. las gracias? ¿No nos acordamos ya de las concesiones realizadas a los grandes enemigos de la patria, el grupo terrorista al que cabe el dudoso honor de haber asesinado a casi mil compatriotas, cuando “les mirábamos a los ojos”, y parlamentábamos con los grandes “hombres de paz” que tenían las manos manchadas de sangre española? ¿Hemos olvidado ya el menosprecio a esas víctimas que dieron la vida por la patria y su indiferencia ante ellas, Sr. Presidente, no acudiendo a una sola de sus manifestaciones y congresos, y no trabajando sino para desunirles y humillarles? ¿Es que hemos olvidado tan fácilmente el fastidio que nos producía la utilización del himno patrio en las manifestaciones que realizábamos para recordarle a Vd., Sr. Presidente, lo que eran sus mínimas obligaciones para con la patria, y sus amiguetes nos decían aquello pestilente de que “como los símbolos son de todos, nadie los puede utilizar”? ¿Tan lejanos ya los tiempos aquellos en los que hacíamos gracietas con el Sr. Maragall mientras sonaba el himno nacional, y tenía que ser un extranjero, concretamente el Sr. Villepin, quien nos enseñara cómo se escucha un himno, aunque no fuera el suyo?
 
            Ahora es fácil dar lecciones de patriotismo ¿verdad Sr. Zapatero? Ahora que los chicos de Del Bosque han ganado con toda dignidad y con todo mérito el Campeonato Mundial de Fútbol y que de todos los rincones de España, aún de los más inesperados, resurge y truena el grito oprimido de la patria común que Vd. y otros muchos como Vd., de su partido y de otros partidos cada vez más abiertamente antiespañoles, han tenido sojuzgado tantos años, ahora que “la patria da votos”, ahí estamos ¿verdad Sr. Zapatero? Una vez más oportunos, una vez más oportunistas.
 
            ¿Pues sabe qué, Sr. Zapatero? Que no lo queremos, que no lo necesitamos a Vd., que no es Vd. bienvenido a la fiesta. Celébrelo Vd. con sus amigotes: el Sr. Carod, el Sr. Otegi, el Sultán de Marruecos, estarán encantados de acompañarle en momentos tan especiales para Vd. que hasta le hacen derramar lagrimitas. Que a los festejos de la patria, Sr. Zapatero, llega Vd. tarde.
 
            Y ojalá que nunca, ¿sabe Vd.?, nunca, nunca jamás, nunca jamás en toda nuestra historia, volvamos a tener como presidente a alguien tan poco patriota, tan antipatriota en realidad, como lo ha sido, como lo sigue siendo Vd.. Aunque ahora, en un nuevo alarde de poca vergüenza, se disfrace Vd. por enésima vez y nos quiera convencer de lo contrario.
 
 
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