De la verdadera razón por la que ZP no va a Johannesburgo

 

            La Vicepresidenta del Gobierno ha anunciado solemnemente que Zapatero no va a ir a Sudáfrica a la final del Campeonato Mundial de Fútbol que va a disputar España... siendo, como es, “ministro de deportes”, cartera virtual que retuvo para sí, -recordarán Vds.-, esperando darse unos cuantos baños de masas en las piscinas de los inacabables éxitos españoles en el terreno de lo deportivo.

 

            Dice la Vice “que tiene que trabajar”. No se lo cree ni él. El Sr. Zapatero ha trabajado poco en su vida, y con los cincuenta casi cumplidos, no va a empezar ahora. Del cansancio que le produce trabajar saben bien los polacos, a quienes dejó literalmente plantados cuando aún militaban entre los mejores aliados de España, por la muy sencilla razón de que estaba cansado; saben bien, también, los líderes europeos, que le vieron renunciar a todos los fondos estructurales que Aznar había negociado para él, con tal de terminar pronto la aburrida reunión y volverse pronto pa casita, que allí hablan español; y saben bien los cuarenta y tantos líderes de la OTAN que le vieron dormirse literalmente sobre unos papeles que no entendía –no estoy afirmando necesariamente que estuvieran en inglés- y sin fuerzas para hacerse ni lo que más le gusta hacerse al Sr. Zapatero, una foto.

 

            El Sr. Zapatero no va a Johannesburgo por dos razones. La primera es que al Sr. Zapatero todo lo que sea salir a dos pasos de Moncloa le produce hoy día erisipela. Nunca le gustaron las iglesias, nunca le gustaron los desfiles, nunca el Parlamento... y menos que nada la escena internacional, donde siempre se ha sentido achicado... y más ahora, cuando la competición –la Palma de Oro, nombre del premio que se otorga, se lo lleva hasta la fecha Berlusconi- parece consistir en ver quien le da al Sr. Zapatero la más sonora bofetada.

 

            Eso es lo primero, pero hay una segunda razón, si cabe aún más poderosa. El Sr. Zapatero, que aunque falto de formación está adornado, como he sostenido varias veces, de algunas características que en su persona han de ser reputadas virtud y no defecto, es una máquina de hacer números para determinar qué alternativa le da mejor rédito electoral (bien que al día de hoy, el cálculo consista en lo contrario, a saber, en calcular aquélla que le cuesta menos electoralmente hablando).

            Pues bien, en el estrecho abanico de posibilidades, se le presentaron dos. La primera consistía en quedarse en España y que la selección ganase la final: siempre se diría que se demostraba la condición de gafe del Sr. Zapatero y que gracias a que no fue, la selección ganó. La segunda consistía en lo contrario, a saber: el Sr. Zapatero va y la selección, después de una racha triunfal como la que lleva, pierde. ¿Resultado? El mismo: el Sr. Zapatero es gafe. Y ser gafe, -y ZP lo sabe-, es algo que el pueblo español no le va a perdonar: le ha perdonado que nos haya fracturado en dos a cada ocasión que se le ha encartado, le ha perdonado sus mentiras impenitentes y que haya engañado a tirios y a troyanos, podría llegar a perdonarle la pésima gestión que ha hecho de la crisis, pero gafe, lo que es ser gafe, eso no se lo perdona ni jarto copas... Los españoles somos primitivos, somos supersticiosos, supercheros diría yo, diga Vd. que impresentables si quiere, pero esto es una regla no escrita a la que no cabe poner cuotas (que de haber podido hacerlo, ya lo habría hecho ZP): el que es gafe, en España lo paga.

 

            En la actual tesitura, y como de todos modos palma porque tiene el crédito agotado, sólo le quedaba a ZP determinar cual de las dos alternativas le salía más barata. ¿Quedarse y que gane España? Malo ¿Volar a Johannesburgo y que pierda? Peor. Optó por lo primero. ¿Lo dudaba Vd.?

            Así que ya saben Vds. porque se queda en España. “¡A trabajar!” nos ha dicho. No se lo cree ni él.