El milagro que presencié anoche
Me decía nuestro sobresaliente Alberto Royo que me animara a contar historias de sanaciones de las que se viven en la Renovación, y resulta que en estos días participo en un curso para aprender a hacer oración de sanación en la Escuela Internacional de Evangelización Juan Pablo II, de la Comunidad Siervos de Cristo Vivo, en Santo Domingo.
El título del mismo es “Embajadores del Reino” y lo están impartiendo dos queridos amigos, Miguel Horacio Mercado y Cristian Arnaud.
A la Escuela acuden laicos, religiosos y sacerdotes de todo el mundo, aunque predominantemente de Latinoamerica, por lo que más que el Mundial el encuentro parece la Copa Panamericana. Esta vez tenemos un nutrido grupo de italianos de Nápoles, y entre el resto de los asistentes se cuentan portorriqueños, costarricenses, colombianos, panameños, argentinos y en general gente de toda Latinoamérica, e incluso hay un sacerdote español, el P. Juan, que lleva la friolera de diecisiete años misionando por estos lares.
De los predicadores se puede decir mucho y muy bueno. Miguel Horacio es conocido por sus discos en España, donde sus canciones suenan en el mundo de la Renovación Carismática, y Cristian Arnaud es un laico de la Comunidad de los Siervos a quien invitan a predicar por la República Dominicana y por Latinoamérica.
Los dos son unos atrevidos, porque tienen por objetivo demoler toda la “cosmovisión” cartesiana que traemos los participantes, para que podamos abrirnos a la acción poderosa de Dios, siguiendo el mandato de Jesucristo de sanar a los enfermos.
Para alguien de la Renovación Carismática no sonará raro esto de hacer oración por los enfermos, y menos si le cuento que se hace en la casa de retiros donde está enterrado el P. Emiliano Tardiff, sacerdote canadiense fallecido en 1999 a quien el Señor usó para sanar a multitud de personas enfermas (para quien le interese Jesús está vivo y La vuelta al mundo sin maleta, narran las sanaciones que se producían en su ministerio).
Entiendo en cambio que para el resto, esto de las sanaciones sonará a historias de la vida de los santos, estilo Padre Pío y compañía.
Pero aunque el P. Emiliano esté en proceso, lo que Cristian y Miguel nos vienen a contar es que esto de la sanación no se trata exclusivamente de historias de santos, sino que puede ser parte de la historia de cualquier cristiano y cualquier comunidad que simplemente esté abierta a la acción de Dios y se crea de verdad lo que dice su Palabra.
Jesús invitaba a sus discípulos a estar con Él, para que aprendieran, y luego les mandaba a sanar enfermos y expulsar demonios, y al final hasta les dijo que harían obras incluso más grandes que las suyas. El Señor daba la enseñanza, mostraba el modelo a seguir y finalmente revestía a los suyos de poder y autoridad “para curar toda enfermedad y toda dolencia” (Mt 10, 1).
Pero para no enrollarme con la teología, baste decir que hay muchas partes de la Biblia que no leemos, y para curarnos de la falta de fe en la Palabra, nada como experimentarlo en primera persona.
Anoche, tras todo un día de enseñanzas, fuimos a la capilla donde reposan los restos del P. Emiliano para hacer una oración de sanación.
En este tipo de oraciones se empieza simplemente por ponerse delante de Dios, y se invoca al Espíritu Santo, para que haga lo que tenga hacer y sobre todo lo que quiera hacer. Sin estridencias, ni dramatizaciones, simplemente basta con pedirle que venga, con sencillez, con fe y humildad.
La oración la anima un equipo de música y luego hay otro equipo de intercesores, que están allá para rezar por la gente individualmente. Es normal que en estos momentos algún miembro del equipo tenga palabras de conocimiento ( 1 Cor 12,8) en las que el Señor le manifieste una necesidad de una persona presente. Entonces se llama a estas personas y si quieren, se acercan para recibir oración de modo individualizado.
Las palabras pueden ser de todo tipo, especificando lo que le duele a una persona, lo que está siendo tocado por el Señor e incluso circunstancias personales. Cuento un par de anécdotas como ejemplo:
Uno de los que dirigían la oración dijo que en la sala había una persona que tenía un problema en la su pierna izquierda, y que el Señor le estaba sanando.
La persona en cuestión, un sacerdote, iba a salir al frente a que oraran por él, pues estaba sintiendo con fuerza la acción de Dios en su cuerpo, pero al ver a otra persona levantarse, pensó que la cosa no iba con él.
Al terminar la oración salió a dar testimonio de cómo llevaba dos años impedido de hacer deporte, debido a un problema en su pierna, la cual había perdido mucha movilidad y ningún médico ni fisioterapeuta acertaba a sanar. Delante de todos nos mostró como había recuperado completamente la flexibilidad de la pierna, asegurándonos que antes no podía apenas levantarla para cruzarla sobre la otra pierna.
Terminado el testimonio vino a sentarse a mi lado, envuelto en lágrimas por lo que el Señor había hecho por él.
Otra persona del equipo dijo que había en la sala alguien a quien el Señor estaba tocando los huesos de su mano izquierda. Salió en respuesta una señora ya mayor, que nos contó que sufría de artritis y había estado toda la oración sintiendo como una corriente en su mano izquierda, y le preguntaba a Dios en su interior si acaso estaba actuando en ella, que se lo confirmara.
Ambos marcharon contentos, llenos de paz y agradecimiento a Dios y, por encima de lo interesante de la anécdota, lo importante es que tuvieron un encuentro con Dios, no el hecho de que se curaran o no, por más que así ocurriera.
Y es que los signos y milagros que acompañaban a Jesús, certificaban su predicación, y la predicación cristiana nos dice que Dios es amor, que le importamos y que El quiere que tengamos Vida y la tengamos en abundancia. Por eso le importan nuestras cosas pequeñas…
Supongo que hablar de estas cosas es difícil y arriesgado, pues no todos las entenderán, y muchos acogerán estas palabras con escepticismo; al fin y al cabo ni a Jesucristo le creyeron pese a sanar enfermos y resucitar muertos.
Como Cristian y Miguel, mi deber es dar testimonio de lo que he visto, y aunque en este blog haga de periodista, en absoluto soy un observador imparcial, pues estoy convencido de que hablan con verdad y actúan en el poder de Dios, como tantos cristianos en todo el mundo que todavía se creen lo que ocurrió en la Iglesia primitiva y sigue ocurriendo hasta nuestros días.
Lo bueno es que la Iglesia también lo cree, y por eso canoniza santos certificando milagros, y también por eso administra el Sacramento de la Unción de los Enfermos, pidiendo a Dios la salud del cuerpo y del alma.
Quizás la noticia es que cualquier bautizado puede ser canal de la acción de Dios, y que Dios hoy en día se complace en mostrar signos que acompañan a la predicación de su Palabra.
Basta creer, ser como niños y dejarse hacer…¿se atreven por un día?