Del 88 % de militares que quiere rendir honores al Santísimo

 

            No se ha hecho esperar, y muy oportunamente, por lo que es de felicitarle, el periódico La Razón publica ayer en sus páginas la encuesta realizada entre los militares sobre una serie de asuntos, entre los cuales el reglamento de honores militares emitido por la ministra Carme Chacón que tanto ha dado que hablar en los últimos días.

 

            El dato más elocuente de la encuesta no es otro que ese 87,8%, es decir casi nueve de cada diez militares, partidario de que el ejército rinda honores militares en actos de tipo religioso de manera exactamente igual a como lo venía haciendo hasta la fecha y lo ha hecho de manera tradicional. Apenas un 6,3%, esto es uno de cada dieciséis, es contrario a esta forma de participación del ejército en dicho tipo de actos. ¿Cabe mayor unanimidad?

 

            No es el único dato. Parecida proporción, un 83,5%, es contraria a que el asunto se haya tramitado por vía de decreto y, en consecuencia, sin haber pasado por las cámaras y haber sido debatido. Y un no menos parecido porcentaje, el 87,3% de los componentes de nuestro ejército, se declara católico, un porcentaje que no decae cuando la muestra elegida es la de los más jóvenes, entre los 18 y los 27 años, los cuales se declaran católicos en un 80,9%. Ni que decir tiene que en esto como en tantas otras cosas, el ejército español no es sino reflejo fiel de lo que constituye la sociedad española en la que, según el barómetro del CIS de octubre de 2009, un 76,6% de sus componentes, más de tres de cada cuatro, no tiene ningún desdoro en declararse católico.

 

            Todos estos datos expuestos, la pregunta es: ¿a quien representa la ministra Chacón, o en nombre de quien legisla, cuando, motu proprio y sin mayor debate, elimina, en el modo que lo ha hecho, los honores que han de rendir los militares en los actos religiosos en los que participan desde la noche de los tiempos?

 

            Una cosa está clara: ahora que el tiempo del que parece gozar el presente gobierno se presenta corto, sus componentes, lejos de amilanarse o de reducir la marcha para facilitar las cosas al gobierno que lo reemplace, exhibe sus prisas para llevar a cabo hasta el último punto de su ambicioso proyecto de ingeniería social, el único y verdadero que traía en el maletín cuando fue elegido, el cual no decae ni ante crisis económicas ni ante nefastas perspectivas de repetir victoria electoral.

 

            Detestan España, quede claro, detestan cuanto España representa y cuanto España es y ha sido en la historia. Por molestarles, les molestan hasta los chiringuitos de la costa del sol, que ya es molestarse. Les queda poco tiempo ya, pero el que aún tienen, no les quepa duda, lo van a dedicar con el mismo encomio que hasta la fecha o superior, a borrar cualquier elemento de esos que identifican a España ante el mundo y en la historia. Ojalá que el gobierno que les remplace sepa hacerse eco del incontenible clamor existente entre los españoles de volver a sentirnos y a presentarnos como lo que hemos sido siempre, como lo que somos y lo que queremos ser, a saber, españoles y no otra cosa que españoles.